4-3-16
Público
David Bollero
Es
una pena. Más de 8 millones de euros se nos van al año a la Casa Real y, ¿para
qué? Para que ni siquiera con ese dinero, que según el artículo 65 de la
Constitución es “para el
sostenimiento de su familia y su casa”, se haya podido educar como es
debido a la infanta Cristina. A pesar de su licenciatura en Ciencias Políticas
o de su máster en Relaciones Internacional por la Universidad de Nueva York, a
pesar de los más de 200.000 euros que ha ganado en La Caixa por un trabajo de
media jornada, esta mujer
intervenía tanto en la economía familiar de su casa como el florero del salón.
Se dejaba llevar por su marido y éste, por la Casa
Real y los asesores… Todos eran malos, menos ellos. Ella no sabía que cuando
firmas un papel asumes responsabilidad sobre lo que determine ese documento y
él no tenía ni idea de que su secretaria, según él, se pegaba la vida padre con
la tarjeta de crédito de la empresa… o que su empleada doméstica estaba en
nómina de la fundación. Nada… pobres. Y mientras
en Suiza, costándonos a todos los españoles 300.000 euros, que salen
de nuestros bolsillos, porque ahí sí aplica el mensaje publicitario de que ‘Hacienda somos todos’.
Y una vez
admitido por ella su papel de mujer florero en lo que a finanzas se refiere y el
de lelo empresarial por él, en otro alarde de ‘tengo
cosas que ocultar’, la infanta se negó a responder a ninguna pregunta de
la acusación particular que, recordemos, es la única acusación en el proceso,
puesto que en lo que respecta a la Borbona, la Fiscalía siempre ha actuado como
defensor de oficio. Sí
respondió, en cambio, a las preguntas de su abogado, pactadas, ensayadas una y
otra vez… sólo le faltó mirarse la ‘chuleta’ en la manga de la camisa
al dudar alguna respuesta…
No se quiso exponer a que, como le sucediera un día
antes a su marido -ese por el que se dejó llevar por amor y ahora ni le mira a
la cara-, su rostro se
viera absolutamente desencajado cuando la acusación le preguntó por el rey Juan
Carlos. Fue con motivo
de la introducción de un correo electrónico que no había sido admitido en el
proceso y que ‘se coló’ por equivocación…
Finalmente sería retirado y la acusación reprendida
por parte de la magistrada, pero la expresión de pánico de Urdangarín, su cara
pálida, sus ojos fuera de las órbitas buscando a su abogado… no tuvieron
precio. Fue ahí cuando el
marido de la infanta admitió -aunque luego lo haya negado- que informó al rey
Juan Carlos de sus actividades y le pidió ayuda.
Lo que no han negado ninguno de los dos es que la Casa
Real supervisaba todo. Es implica que se confirmarían las sospechas de muchos
españoles: siempre ha
habido algo podrido en Zarzuela. Personalmente, me da igual si no era
directamente el rey Juan Carlos el que supervisaba y daba el visto bueno a las
operaciones de Urdangarín y compañía, lo que importa es lo que hacía personal
de su máxima confianza y sobre los que él tiene una responsabilidad.
Sin embargo, en este país, nunca se arrojará luz
suficiente sobre este asunto y, si se hiciera, los poderes públicos
preferirán presentar un monarca tonto que culpable, a uno que tampoco se
enteraba de nada, sólo de embolsarse sus más de 8 millones de euros
todos los años y de llenarse de orgullo y satisfacción. Esta es nuestra
monarquía. Disfrútenla… o no.
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