29-2-16
Carlos Enrique Bayo
Público
Una
de las argumentaciones políticas más inverosímiles sobre mayorías
parlamentarias fue la que ofreció este lunes Pedro Sánchez al Comité Federal
del PSOE: “…ya nos gustaría a nosotros
poder formar un gobierno de izquierda, pero que la suma no da, que
desgraciadamente los escaños de la izquierda en el Congreso de los Diputados no
son más que los escaños de la derecha…” (161 diputados, frente a los 163 que reúnen PP y C’s).
En consecuencia, ha dedicado todos sus esfuerzos a cerrar un pacto con la menor
de esas fuerzas de la derecha, y así ahora suma… 130 escaños.
Algo
asombroso para quien tiene un doctorado en Economía y Empresa: para construir
una mayoría prefiere a los 40 diputados de Ciudadanos que a los 71 de
Podemos+IU(UP). Y, como le gustaría “un gobierno de izquierda”, cierra unos
acuerdos con ese partido derechista que son considerados inaceptables por todas
las formaciones izquierdistas. Y lo hace “discretamente” al margen de esas
últimas y mientras está negociando con ellas un “Gobierno de progreso”. Tan
“discretamente” que su cumbre bilateral con Albert Rivera para cerrar su pacto
se celebraba en secreto y simultáneamente a la negociación “a cuatro” del PSOE
con el resto de la izquierda en la que él había declinado participar. Sin duda,
por problemas de agenda.
Aunque
lo más curioso es que ese viraje socialista hacia la derecha minoritaria se
produce cuando Sánchez ya sabe que en el otro lado del espectro político tiene asegurada la investidura
en segunda votación: 167 votos a favor (PSOE, Podemos, Compromís, IU y PNV) y
163 en contra (PP y C’s), con la abstención o ausencia de ERC y DiL. Eso es lo que quedó claro en su reunión con Pablo
Iglesias, pero poco después el secretario general socialista se vio obligado a
renunciar a eso que dice que le “gustaría” tanto.
Es
un secreto a voces que son presiones internas y externas las que le fuerzan a
buscar una alianza contra-natura (que le pregunten al PSC) con
Ciudadanos, pero son fundamentalmente los poderes económicos los que le obligan
a ello, porque está claro, como explica el profesor Vicenç Navarro, que C’s es la expresión política del Ibex-35, su doctrina es aún
más neoliberal que la del PP y el tema económico es el obstáculo central para
la formación de un Gobierno de izquierdas. Y el famoso obstáculo del referéndum soberanista en
Catalunya no es más que una excusa del PSOE y de las derechas para que se establezca ese Gobierno de izquierdas.
Por
mucho que Sánchez insista ahora en que el programa de gobierno pactado con
Ciudadanos es “progresista y de cambio”, no sólo es que no convenza a Podemos
de ello sino que esa tesis es rechazada de plano tanto por los otros partidos
de las izquierdas como por los sindicatos, las mareas y los movimientos cívicos
y sociales. Además, pretender que votar contra ese pacto PSOE-C’s es apoyar a
Rajoy es un sofisma: como hago una inferencia falsa –que si no se aprueba esa
investidura de Sánchez se le entregará el poder a Rajoy– llego a una conclusión
viciada.
Para
empezar, el anunciado fracaso de la investidura del líder socialista se produce
porque tras su pacto con Rivera se
queda sólo con el apoyo de Ciudadanos y el voto en contra de todos los demás, cuando en la otra alternativa contaba con los votos
de varias formaciones (Podemos, Compromís, IU y PNV) y la abstención de otras
dos (ERC y DiL). Pero el escollo insuperable de esa opción consistía en que
había que dejar a Podemos entrar en el Gobierno –demanda comprensible cuando
está casi igualado con el PSOE en número de votos– y eso es anatema para los
poderes fácticos en España y en Europa: ni la Troika ni las grandes
corporaciones y entidades financieras van a permitir que llegue al Ejecutivo de
la cuarta potencia europea un movimiento dispuesto a tirar de la manta del
expolio de fondos públicos y a acabar de golpe con las destructivas políticas
de austeridad económica.
Nada
más comprobarse el auge de Iglesias con los resultados de las elecciones
europeas de 2014, el presidente de Banco
Sabadell, Josep Oliu, proclamó: “Necesitamos un Podemos de derechas”. De ahí surgió la operación Ciudadanos. Ahora, es el presidente de la constructora
OHL, Juan Miguel Villar Mir, el que proclama que es preciso pactar un acuerdo
de gobierno PP-PSOE junto al “sentido común de Ciudadanos” para impedir “la
presencia de Podemos” en un Ejecutivo.
En
cuanto a las presiones internas para que Sánchez impida la entrada de Iglesias
en un Gobierno de cambio –en las que incluso participan
barones del PSOE que al mismo tiempo pactan con Podemos sus presupuestos
autonómicos–, las más notorias son
las de Susana Díaz, hasta el punto de que en los mentideros socialistas
andaluces se afirma que la
sultana llegó a transmitir a
Rajoy, a través de altos ejecutivos del Ibex-35, la oferta de poner a “sus” 22
diputados del PSOE-A al servicio de una Gran Coalición con C’s, sólo para
frenar a Podemos.
Sea
o no cierto, lo innegable es que el ascenso de Podemos causa auténtico pánico
entre las tradicionales clases dirigentes, sobre todo donde puedan levantarse alfombras
que tapan corruptelas y cosas peores… una vez visto el efecto del ascenso de
los movimientos del cambio en las comunidades y ayuntamientos donde está
aflorando el lodazal de la corrupción enquistada durante décadas de gobiernos
impunes. Y la pretensión de Iglesias de llegar, a través de la vicepresidencia,
a conocer los monstruos que se esconden en las alcantarillas del espionaje y de
Interior –jamás saneadas tras el fin de la dictadura–, provocó reacciones
horrorizadas. ¿Qué será lo que hay ahí que no se puede saber?
En
cualquier caso, el empeño de Sánchez en dejar
en evidencia a Iglesias en
una investidura en la que supuestamente debería darle un cheque en blanco para
que gobierne mediante pactos de “centroderecha” –como él mismo define ahora su alianza
con Rivera– corresponde a una evidencia demoscópica que la serie de los últimos
sondeos dejan bien clara: unas nuevas elecciones pintan muy mal para los dos
grandes del bipartidismo.
Porque,
y ya para terminar, el sofisma de que no apoyar el acuerdo PSOE-C’s es darle el
poder a Rajoy falla también por la aritmética electoral (y no sólo la
parlamentaria). En vista de todos estos órdagos, lo más probable es que vayamos
a unas nuevas elecciones en las que el PP puede llegar a perder más de un
millón de votos –según la última encuesta de Invymark para La Sexta–, el PSOE
se quedará estancado en su nivel electoral más bajo de la democracia y Podemos
seguirá subiendo para empatar con los socialistas. Entonces sí que no quedaría
más remedio que hacer un Gobierno de coalición PSOE-Podemos.
Como
eso causa pavor a los que de verdad mandan en España y en Europa, las presiones
para que se alcance una Gran Coalición –siempre excluyendo a Podemos del poder–
van a ser frenéticas. Incluidas las que busquen descabalgar de La Moncloa al
propio Rajoy, a quien (según Sigma-2) el 72% de los electores piden que dimita
por la corrupción y al que el 48% de los propios votantes del PP no quieren
como candidato a la Presidencia.
Es
precisamente Rajoy el que tiene muy poco futuro político en 2016.
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