1-3-16
Publico
David Torres
En
la víspera de todas las vísperas, Pdr Snchz se encuentra en la embarazosa
situación del tipo (o la tipa) con dos amantes oficiales, que quiere contentar
a la/os dos y al final se va quedar con ninguno/a. Este delicado juego de sexos
(y de sesos) tiene lugar entre los extremos de la balanza, alrededor de ese
delicado lecho político llamado centro, tan estrecho que en muchos países suele
colocarse de canto. Así no hay manera de copular y la cama, puesta en pie,
levantisca, termina erizada en barricada, uno de los pocos puntos de encuentro
donde suelen dialogar los políticos españoles. Habitualmente, a garrotazos.
En
los sesenta y en los setenta, en pleno despendole de la libertad sexual,
existía la costumbre de organizar orgías caseras en las que los invitados
acudían por parejas a una mansión, los hombres dejaban el llavero del coche en
un cuenco; luego cada esposa escogía un juego de llaves y subía a uno de los
dormitorios con el afortunado. Era más divertido si se hacía con los ojos
vendados, aunque podía darse el caso de acabar entre sábanas con la propia
esposa de uno. Era un riesgo que había que correr. Aquí el problema es que
Snchz ha venido a la orgía en taxi y la carrera le va a salir por un pico.
Lo
de ir a follar los jueves con uno (o con una) y los lunes con otra (o con otro)
suele concluir mal, muy mal. Se equivocan las promesas, se confunden los
nombres, se traspapelan los regalos y la cosa va degenerando hasta que ya no
tiene remedio. Snchz puede acabar divorciado de sus dos pretendientes antes del
matrimonio, lo cual, tal y como se avecina la investidura, podría ser todo un
éxito. Él quisiera montar una cama redonda, un espacio maravilloso igual que
aquel anuncio de Coca-Cola (“al mundo entero quiero dar / un mensaje de paz”)
en donde quepa todo el mundo: derechas, izquierdas, nacionalistas, mareas, náuseas
e incluso señoritas andaluzas. Es un proyecto encomiable, un deseo digno de una
Miss Universo, pero poco práctico y, la verdad, poco realista. Un jeque,
siempre que sea lo bastante imprudente, puede cometer el dispendio de casarse
con seis o siete esposas, pero ni se le ocurre la temeridad de satisfacerlas a
todas a la vez. Mucho menos aún juntarlas la misma noche de bodas.
Dicen
que la política es el arte de hacer extraños compañeros de cama, pero Snchz, a
base de jugar a tres barajas, está complicando la suya hasta el punto de la
zoofilia. Es el problema de querer acostarse al mismo tiempo con todos los
interlocutores sociales, desde los pobres de pedir hasta los banqueros, desde
las chavalas del 15-M hasta los señorones del Ibex. Lo mejor de una pareja, no
necesariamente sexual, es que uno y uno sumen más de dos, proeza aritmética que
Snchz puede rebasar por vía negativa. Ser guapo no basta, sobre todo cuando en
el dormitorio de arriba te espera un gatillazo con barba y gafas.
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