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viernes, 16 de junio de 2017
Iñaki Gabilondo
Iñaki
Gabilondo "No creo que Aznar me pida perdón… si es que sabe que
existo"
Iñaki Gabilondo, legendario presentador de 'Hoy por hoy', realiza un
videoblog de actualidad en la Ser y un programa de entrevistas futuristas. Sin
nostalgia, aún dispara contra el aznarismo y el felipismo, claves en la
historia reciente de España y de sus medios. "Felipe González tenía que
haber pagado su factura por el GAL", dice en esta entrevista
Cuando entramos a su despacho en la novena
planta de lo que antes era el edificio de Prisa y que ahora es casi de Primark,
le digo que yo llevo papeles para la entrevista, algo de lo que él suele huir.
“Bueno, cada uno tiene su método”, defiende. Su despacho, que está lejos de ser
ostentoso pese a la leyenda del periodismo y de ese edificio que es, tiene
vistas a la Gran Vía, dos sofás, un escritorio y un par de estanterías con
libros. Iñaki Gabilondo (San Sebastián, 1942) dejó hace más de una
década los influyentes micrófonos de 'Hoy por hoy', en los que vivió el
nacimiento de una nueva España tras el franquismo. Tras su paso por Cuatro y
por la difunta CNN+, ahora realiza un videoblog diario (y a toma única, sin
ensayos) sobre temas de actualidad en la Ser y Cuando ya no esté
(Movistar Tv), un programa de entrevistas futuristas en el que presta atención
especial a la tecnología y a la ciencia. Apegado al presente, sin nostalgia,
aún dispara contra el aznarismo y el felipismo, claves en la
historia reciente de España y de sus medios: "Felipe González
tenía que haber pagado su factura por el GAL".
-Se ha reinventado con un videoblog y un programa de
entrevistas futuristas.
Bueno, yo llevo cincuenta años trabajando. Se
van haciendo cosas y me siguen ofreciendo, lo cual es un privilegio. Y estoy
haciendo cosas que me interesan. Y lo que me está interesando es lo que viene,
porque lo otro me lo sé ya de memoria, me aburro. Llevo ya muchos años [risas].
-Tampoco debe ser fácil ni habitual emprender un camino así
para alguien de su edad en un momento además tan difícil para los medios.
Es que yo he procurado vivir toda la vida en
el tiempo presente. Y el tiempo presente es este. Estoy muy encantado de que me
ofrezcan cosas que me permitan vivir en el tiempo presente.
-¿Qué tal la vida fuera de las ondas? ¿Menos estrés? ¿Ha
conseguido esa vida social y familiar que necesitabas cuando dejó Hoy por hoy?
Sí, aunque relativamente. Ahora tengo unos
horarios más parecidos a la gente común, por lo que ya es compatible con mi
mujer y con mi vida. Ya podemos hacer vida social. Sigo teniendo mucha
actividad, viajo mucho. Los horarios anormales son los que complican
completamente la vida porque obligan a tus amigos y a tu familia a unos
sacrificios. Fueron muchos años viviendo de una forma un tanto anómala, no
pudiendo salir de noche y teniendo que acostarme temprano. Ahora me sigo
levantando muy temprano, pero hablamos de las 6.30 de la mañana.
-¿No echa de menos estar ahí abajo, donde está ahora Pepa
Bueno, con el pulso de la actualidad?
No. Cuando te vas haciendo mayor, vas
despidiéndote de cosas. La vida te va desplazando y, por tanto, vas entendiendo
que ese es el proceso natural de hacerte mayor. Puedo sentir que ya no estoy en
esa posición, como en otras muchas cosas de la vida también descubres que te
vas quedando más desplazado. Pero no hay nostalgia, sino que entiendes que los
relevos vienen, que les tocan a los demás hacer. Entonces, tú vas despidiéndote
progresivamente de las cosas. Pero no con dolor, sino con lucidez. Yo siempre
he creído que eso es normal. Por otro lado, si mañana me preguntaran si quiero
volver a hacerlo, diría que no; eso para empezar.
-Es curioso que no sienta nostalgia ni mire hacia atrás pese
a haber estado veinte años a los mandos de ese programa.
Es que un programa de radio es un presente continuo,
es lo más parecido es las nuevas tecnologías. Eso sí que es un fluido
constante, un día distinto cada día, que no se parece ni al anterior ni al
siguiente. Entonces, estoy viviendo como cuando hacía Hoy por hoy.
Estoy viviendo hoy. Mi hoy, como entonces vivía mi particular hoy. Porque no se
parece mucho la vida que se hace con un reloj delante a la vida que se hace sin
un reloj delante. Cuando tú haces un trabajo diario, en directo, pasando el
reloj en horas, minutos y segundos, marcando claramente que hoy es miércoles y
no martes, 27 y no 4… Tienes una consciencia del tiempo real muy grande. Yo
tengo una gran consciencia del tiempo real. Siempre sé exactamente que estoy
viviendo un día, que no es el anterior ni el siguiente, y que se pasa. Y eso me
ayuda a mantenerme en un estado que no es distinto a lo que era antes.
-De pequeño soñaba con la radio y quería vivir en ella.
Para eso hace falta explicar que es que
entonces no había televisión. A la gente le parece imposible imaginar un mundo
sin televisión, pero es que hasta que yo fui a la universidad, no existía. Por
tanto, cuando yo tenía trece o catorce años, el mundo en el que quería vivir
era la radio, que era el único territorio para la fantasía. Además, es que
vivíamos en la dictadura. Por tanto, la única ventana al Technicolor del mundo
de una vida en blanco y negro era la radio, en la que había canciones,
conectabas con sitios e ibas a lugares. Entonces, yo no quería vivir donde lo
hacía, sino allí.
-¿Qué se imaginaba haciendo?
Nada especial. Me imaginaba viviendo en un
territorio que, para mí, estaba muy coloreado de vida, de relatos e historias.
Para mí, el periodismo fue una deducción más intelectual, con diecisiete años,
por vivir al lado de Francia. Por entonces, la radio en España no tenía
información, sino concursos y variedades, mientras que la francesa sí tenía
información. Entonces, amplié mi ansia de vivir en ese lugar.
-Por las normas que imponía la dictadura, no pudo hacer
información radiofónica hasta mucho después de acabar la carrera.
Sí. De hecho, cuando me preguntan por los
cuarenta años de las primeras elecciones generales, que se cumplen ahora, a la
gente le llama mucho la atención cuando yo le digo que entonces en la Ser no
teníamos permiso para dar información hasta octubre de ese año. Eso es una
prueba de cómo la realidad que operaba estaba desbordando a la norma
franquista. Por tanto, no se podía hacer información, pero ya íbamos buscando
el hueco. Por ejemplo, existía Matinal Ser, que no era un programa de
noticias pero ya estábamos ahí. En el setenta y dos nació Hora 25,
cuando no se podía dar información, pero era un programa de cuestiones
actuales. Íbamos ya jugando a empujar, como se hacía en toda España.
-En los estertores de Franco.
Bueno sí, pero cuidado porque eran estertores
que te daban en la mano y te mataban. Que Franco condenó a muerte a
cinco personas dos meses antes de morir, ¿eh?
-Cuando en 1986 comienza Hoy por hoy, lo hace con el encargo
de vencer a Luis del Olmo, que entonces estaba en la Cope con Protagonistas.
Sí, porque entonces la cadena Ser no tenía
una cadena por la mañana. Luis se paseaba; era la radio. Y, además, él
había tenido la gran puntería de colocar temas de actualidad en la radio por la
mañana, que tradicionalmente había sido de concursos y premios. Se había hecho
el amo absoluto. Pero no es que estuviera ganando a los demás; es que no
estábamos compareciendo en esa batalla. A mí me dieron el encargo de dar la
batalla y de marcar una alternativa.
-¿Cómo se plantea ese objetivo?
Yo creía en la modernidad de la radio y en
los temas del momento. Estaba encantado de meterme en ese jaleo, de pelear para
hacer el mejor programa de radio que pudiera. Me metí en alma, vida y corazón.
Luis me parecía un transatlántico, estaba lejos. Pero nosotros éramos la Ser,
no una emisora parroquial; teníamos poderío. Tampoco se vivían entonces los
temas del EGM como ahora. El EGM nació para que la publicidad tuviera una
pista. Sólo años después comenzó a utilizarse como una prueba de que somos
maravillosos. Antes, cuando llegaba el EGM, no se difundía; se trabajaba. Yo no
salí tanto a ganarle a Luis del Olmo, sino a que la Ser compareciera en
el mercado. Luego, al cabo de muy poco tiempo, comenzó a verse como una gran
carrera: “Gana Luis”, “Se acerca Iñaki”, “Le coge”, “Le pasa”… Yo bastante
tenía con hacer una piara de horas todas las mañanas como para andarme
preocupando por eso.
-¿Cómo convirtió a Hoy por hoy en la referencia que fue?
Luis del Olmo hacía un programa que era como
el gran espectáculo de la radio: “Vengan ustedes, siéntense, que yo les voy a
ofrecer el gran espectáculo de la radio, con todas las posibilidades, los
artistas, los personajes, lo que pasa”. Yo me lo planteaba así: “Vamos a pasar
juntos la mañana, a vivir juntos este día que no va a volver con todas las
grandes novedades e interrogantes que se están produciendo”. No tanto como
hacer un gran show, sino hacer un territorio en el que miráramos todos los
rincones de la vida y tratáramos de entenderla con una mirada clara y
progresista, en el sentido de mirar hacia delante apuntándonos a lo que
constituía avanzar desde el punto de vista social y de costumbres. Creo que eso
nos definió pronto. Hicimos nuestras las causas porque creíamos en eso: la
música, los libros, los derechos de la mujer, de los homosexuales o de la
naturaleza.
-Fueron, de alguna manera, la voz radiofónica de esa nueva
España.
Bueno, en cierto sentido. Yo tenía para mí
una única referencia que me orientaba mucho: ¿qué es lo que es justo? Al
programa solía venir Zerolo y un día tuve una conversación muy reveladora.
Llama una mujer en antena y dice: “Oye, Iñaki, pasa una cosa. Claro, es que
usted es muy moderno, porque yo me he educado en la hostilidad hacia la
homosexualidad, me he criado en esa España. A mí me han enseñado que eso está
fatal. Y ahora usted, de repente, se pone así. Usted es mucho más moderno que
yo”. Entonces, yo le digo: “Señora, a mí me han educado igual que a usted, y
seguro que yo soy mucho más mayor. ¿En qué mundo se cree que me han educado a
mí? ¿Se cree que a mí no me produce sorpresa la nueva realidad? Me produce el
mismo efecto. Lo que pasa es que yo lo apoyo porque es justo. Si tengo que
esperar a que a mí me parezca normal, me moriré sin que sea así porque me han
criado en que no me parezca normal. Pero usted y yo tenemos que actuar apoyando
las cosas porque son justas, no porque nos parezcan bien o mal”. Eso orientó
mucho nuestra línea de actuación, me dio mucha luz. Tratamos de colocarnos en
la postura más aportadora, en la de ayudarnos a vivir juntos esta vida.
-¿Cómo vivía desde dentro la guerra de la radio con Luis del
Olmo, Antonio Herrero, Luis Herrero, Losantos y García?
Yo nunca he sido muy competitivo en ese
sentido. A veces incluso se han enfadado conmigo en mi empresa porque yo decía
que era mucho más competitivo por responsabilidad que por instinto personal. Yo
disfrutaba muchísimo haciendo mi programa, aunque luego sabía que tenía
importancia que lo hiciéramos bien porque era un programa importante y la Ser
se jugaba mucho. A mí, Luis me contaba que, para él, era vivir o morir. Y para
mí, no. Al final, tenía que acabar diciéndole a mi empresa: “Oye, no os creáis
que no me importa. Que soy solidario”. Pero en el fondo de mi corazón, no me
importaba tanto. Nunca he tenido el gen competitivo muy alto, aunque lo
he debido de tener bastante alto porque he estado toda mi vida compitiendo.
-En aquella época, desde Antena 3 Radio y después en la Cope,
los Herrero, Losantos y García daban mucha leña a Prisa.
Siempre. Yo he sido un hombre que ha tenido
muchos reconocimientos, seguramente muchos de los cuales no me merecía Y luego,
sin embargo, me han dado reconocimientos que sí me merecía. Por ejemplo, yo era
el único de los que trabajábamos a primer nivel en la radio que no tenía ningún
mérito de lo que hacía. Luis del Olmo y Antonio Herrero tenían muchísimo
mérito, pero yo no, porque, por lo visto, yo no competía con nadie, me lo
habían regalado, era el imperio y tal… Yo estaba compitiendo como un león,
trabajando como una mula, llevando una vida trapense, pero, por lo que se ve,
así como a todos mis compañeros les aplauden el esfuerzo, a mí me lo han
regalado todo. Pero ha sido un elemento que siempre me ha acompañado toda la
vida, en todos los capítulos. Se suponía que lo que yo decía me lo dictaban Polanco
y Felipe [González] y me daban un documento por la mañana con lo que yo tenía
que decir. Se suponía que no tenía mérito porque nos regalaban todo. Y a mí
todo eso me parecía una gilipollez, una bobada. A mí no me ha llamado nunca, nunca, nunca,
nunca, nunca Polanco. Y nunca, nunca, nunca Juan Luis [Cebrián] para
decirme nada. Parecía que siempre me mandaban, así que, bueno, renuncio a ser
creído. Pero tengo millones de testigos que han trabajado conmigo. Luego
también estaba lo de los postes. Yo siempre preguntaba: “¿Cuál es la única
emisora que se oye de Irún a Algeciras? RNE. ¿Y por qué va la cuarta si es un
tema de postes?”. Habrá más cosas que importan. García también lo decía. Y se
pasó a otra radio y llegó un momento en que empezó a tener más postes y él no
iba teniendo más oyentes, porque iba declinando su figura. Pero como estaban
librando unas guerras monumentales, nuestra pequeña vida formaba parte de
ellas.
-Losantos siempre le ha atizado especialmente. Incluso habiendo
dejado la primera línea de la radio y de los medios.
Sí, pero Federico se delató él solo con una
entrevista con El Loco de la Colina. Yo a Federico le aprecio mucho, de verdad,
es muy interesante. Lo único que no me gusta de él es que para defender una
idea tiene que ridiculizar a quien no piensa como él. A mí me llama un día El
Loco de la Colina, que había entrevistado a Federico en la televisión y me
cuenta que Losantos le dijo: “Cuando llegué a la radio, miré quién era
el líder y dije: A por él. El objetivo era meterme con Iñaki, que se
metiera él conmigo y que creáramos una especie de guerra pública, que Luis del
Olmo y los demás fueran desapareciendo y que quedáramos los dos en esa especie
de batalla. Me tiré mucho tiempo metiéndome con él y el tío no me entraba.
Hasta que un día me entró y dije: Coño, ¡ya he ganado!”. Me mandó la
cinta de la entrevista y la tengo. Eso no excluye los otros elementos de
discrepancia que pueda él tener conmigo y por los que me quiera pegar. Pero,
además de eso, había una manifiesta intención táctica. Bueno, pues ya está,
¡qué le vamos a hacer!
-Antes de Hoy por hoy, vive el golpe de Estado del 23-F como
director de Informativos de TVE y dio la información. Hasta se despidió de sus
compañeros.
Yo fui el único que vio el asalto en directo
desde mi despacho. Y todos nos temimos lo peor. Tú que has visto ahora esas
imágenes, pero sabes cómo acaba, imagínate que las estás viendo y no sabes cómo
acaba. Imagínate que estás viendo que disparan, no sabes si los diputados se
están muriendo, y al cabo de una hora vienen los tanques a Prado del Rey.
Además, hacía no mucho que El Alcázar, el órgano oficial de estos, había
publicado un artículo titulado Los rojos en televisión. Por tanto,
estábamos preparándonos para lo que fuera: para que nos pegaran un tiro, para
que nos metieran en la cárcel, para que nos llevaran al Bernabéu como en Chile…
La sensación es que se acababa un tiempo y empezaba otro tremendo.
-¿Cuál es su opinión de lo que pasó? ¿Se cree la versión
oficial?
Yo siempre he tenido la impresión de que no
hay muchísimo más de lo que se cree, aunque posiblemente sí que hay muchísimas
cosas que mucha gente se ha arrepentido de haber dicho. En los días anteriores,
en todos los restaurantes y tertulias de Madrid se comentaba: “Esto no puede
seguir así, esto tiene que cambiar”. Creo que demasiada gente dijo demasiadas
cosas. Yo se lo oí a setenta. Pues debieron decirlo otros setenta, incluyendo
el rey. Y tengo la impresión de que muchas cosas surgieron como consecuencia de
ese estado de opinión y de que muchas cosas que quizás se debieron más a
palabras que parecían afirmar lo que a lo mejor no afirmaban. Además, en el
caso del rey pasaba una cosa: él había hecho una apuesta tan
rotundamente a favor de la democracia en España por todo el mundo que nos
llamaba un huevo la atención que pudiera estar preparando una cosa de esa
naturaleza. Me resulta más fácil imaginar incontinencia verbal que pudiera
desencadenar muchas cosas que una planificación en la que él pudiera estar más
o menos implicado fríamente.
-Fue amenazado por ETA. ¿Cómo se vive y se informa bajo ese
yugo?
Es que yo he creído que todos estábamos
amenazados por ETA. Lo de estar amenazado por ETA es una manera de hablar.
Había gente que estaba más específicamente señalada, como Luis del Olmo o Carlos
Herrera, que tenía a gente que le protegía. Lo que era terrible era esa
realidad. Hombre, a mí, desde luego, no me hizo mucha gracia ver mi imagen en
mi ciudad natal y una diana en medio. Pero lo brutal era la sensación de que todos
estábamos en la diana. Un día ¡bum! Una bomba en Hipercor y cuarenta muertos.
Aquello fue un disparate.
-¿Usted llevabas escolta? Imagino que eso le recordaría
constantemente la amenaza personal.
Sí, pero yo no tenía ninguna dificultad para
recordar eso. Me pasaba el día contando atentados.
-Su primo, Paco Etxeberría, estuvo involucrado en investigar
el caso Lasa y Zabala y el GAL.
Él es más que un primo; es casi un hermano.
Es una figura mundial de la antropología forense. Y le encomendaron que certificara
si los restos que habían aparecido en Alicante eran los de Lasa y Zabala.
Y él dijo que sí. Le llamé por teléfono a las cuatro de la mañana y le
pregunté: “Paco, ¿son o no son?”. Me contestó: “Son”. Y dije: “¡Hostia!”.
-Felipe González le dice dos veces en una entrevista muy dura
en TVE en 1995 que “evidentemente no” había existido terrorismo de Estado con
él. ¿Se cree esa versión?
Ese sí que es uno de los días inolvidables de
la historia. Fue una entrevista política en directo en TVE que tuvo ocho millones
de espectadores. ¿Cómo lo logró? Porque no había otro tema en España. Y, de
hecho, el Telediario que precedió a la entrevista estuvo totalmente dedicado al
GAL. Era la hostia. Por eso, yo le tuve que hacer una entrevista muy a
cuchillo, sin escape. Ya he dicho alguna vez que yo hubiera hecho otra cosa. No
sé si es culpable, pero él hubiera debido asumir su responsabilidad. Creo que
si aquel día, con ocho millones de espectadores mirando, dice: “Yo soy
inocente, pero asumo con vergüenza y con horror la responsabilidad política de
este asunto”, hubiera sido formidable para todos. Yo no sé si es inocente o
responsable, pero él era el responsable político último de esa sarta de
barbaridades.
-Pero, ¿cree que al ser el presidente del Gobierno lo sabía?
Hace mucho tiempo que en los temas delicados
marco mucha diferencia entre lo que sé, lo que creo y lo que me parece. Y yo no
sé. Por tanto, de un tema tan resbaladizo no voy a decir nada. Pero la
responsabilidad política es una cosa que sí sé. Por ejemplo, hoy con Rajoy. ¿Se
puede hacer lo que ha hecho el PP con la caja B sin conocimiento de Rajoy? No
sé, pero, sin duda, tiene responsabilidad política y tiene que asumirla. Con
Felipe y el GAL, te digo lo mismo. Y que no se pagó aquella responsabilidad
política como se hubiera podido teniendo en cuenta la magnitud del fenómeno. Si
él admite su responsabilidad aquel día, hubiera pasado una mano purificadora
por España. Hubiera sido bueno para todos, para el PSOE y para él, que se
hubiera ido a su casa. Si hace eso, te digo que cambia la historia de la
actitud de los españoles en un tema de esta naturaleza.
-¿En qué sentido?
Por de pronto, la brutalidad con la que se
estaba viviendo entonces la vida política entre el PSOE y el PP se hubiera
relajado, siguiendo la Justicia su acción, pero sin que fuera el centro de un
gran combate en el que se estaban persiguiendo estas cosas. Es que esas
facturas hay que pagarlas. Ya lo estamos viendo ahora con la corrupción. Antes,
cuando existía corrupción, el PP decía que era el PSOE. Ahora, dice que es
Matas o Bárcenas, pero nunca es el problema del PP. Nunca ha salido el PP a
reconocer que tienen un problema. No se puede pasar página hasta que alguien
pague esa factura.
-¿Cómo de sencillo le resultaba en aquella época criticar a
Felipe y a otros altos cargos del PSOE o del Gobierno en la Ser?
Tú eres de este gremio y sabes que cada medio
tiene su línea editorial. Yo no creo que tenga ninguna comodidad un redactor
del ABC para meterse con la Corona. Ni que uno de la Cope se sienta muy
cómodo si tiene que decir algo del arzobispo de la diócesis. Nosotros,
efectivamente, estábamos más vinculados a un pensamiento, pero yo no he tenido
una singularidad… Yo solía decir a algunos compañeros: “¿Por qué te crees que
yo no digo que Federico Jiménez Losantos habla por boca del obispo? Cuando yo
digo algo, él afirma que me lo dice Polanco. Pues no lo digo porque sé que es
mentira. Él también sabe que es mentira que yo hable por boca de Polanco”. Se
ataca por ahí, pero en el fondo formaban parte de las guerras. Se han vivido
años de gran virulencia, de guerras brutales. Y yo ocupaba una posición
destacada en este medio y estaba en el centro de la bronca. Pero tampoco te
creas que cambiaba mucho mi forma de actuar. Yo decía lo que creía que tenía
que decir.
-De Aznar le dolió especialmente cómo le criticó por apostar
por el diálogo con ETA.
Sí. Yo estuve con él el día que le mataron a
Gregorio Ordóñez, al que yo conocía mucho. Al día siguiente, empecé el programa
en el despacho de Ordóñez. Luego fui a la capilla ardiente y estuvimos juntos.
La asociación de ideas que él hacía de que el nacionalismo era asesino, me
parecía una barbaridad. Yo no aceptaba ese juego. Ellos estaban jugando de una
manera muy brutal ese argumento, queriendo hacer cosas que yo matizaba porque
no estaba de acuerdo. Además, nosotros le zurramos mucho durante la guerra de
Irak. Fue cuando más leña le dimos. Mucha mucha, mucha. Siempre dije que Aznar
saca lo peor que hay en mí. Yo, que siempre he sido un tipo muy templado, me
puse como una loba con ese tema. Todos estaban sorprendidos de mi mala hostia.
Al ver los medios americanos, notaba cómo se estaba fraguando un montaje
descomunal. Aquello era el timo de la estampita. Y yo era un periodista con un
programa grande y una responsabilidad y tenía que decirle a la gente que
aquello era una cabronada. No era un jueguito de discrepancias. Así y todo,
Aznar no sólo tenía tensión conmigo, sino con el Grupo Prisa. Al ser
presidente, no concedió entrevistas a nadie de la Ser.
-Cuando acabó su etapa en Hoy por hoy pidió perdón por su
"ira" contra Aznar. ¿Espera que alguna vez él le pida perdón?
No. Yo pedí perdón porque siempre he creído
que uno, en un trabajo de responsabilidad pública, tiene que ser responsable de
lo que dice y de cómo lo dice. Por eso, yo siempre he procurado ser un hombre
cuidadoso con las palabras y no ser un exaltado. Como sé que en esa etapa me
cabreé bastante, pedí perdón. Lo que estaba defendiendo, lo sigo defendiendo
hoy, pero a lo mejor no lo haría con la misma mala leche. No sé si Aznar sabe
que existo siquiera. Si lo sabe, no creo que tenga muchas ganas de pedirme
perdón. Ellos nos han atacado mucho siempre, sí, pero es que este oficio es
así. Por eso, un día le decía a Pablo Iglesias: “Pero tú, siendo Doctor
en Políticas, ¿cómo te extrañas de la leña que hay en la política profesional?
Chico, me llama la atención”. Yo no soy un hombre que ha estado nunca en un
partido político, pero he estado lo suficientemente cerca para saber cómo se
las gastan, y es algo brutal. No es que me parezca bien, pero lo observo con
una cierta naturalidad.
-Para muchos políticos, militantes y oyentes de la derecha,
usted será recordado en buena parte por la cobertura del 11-M en Hoy por hoy.
Es el mejor programa que hemos hecho en Hoy
por hoy. Se cometió algún error. Pero la gente que no ha hecho un programa
en directo no sabe lo que es eso. Un día que hay un muerto, y dos, ocho,
veinte, cuarenta, ochenta… Con toda la redacción revuelta, las llamadas, los
invitados… Y que alguien diga que cometimos un error… Es más fácil ponerte a
escribir un artículo en la mesa de tu periódico que estar haciendo un directo
de esto.
-¿Por qué la derecha política y mediática se empeñó en la
teoría de la conspiración y en la crispación? ¿Fue porque les costó digerir la
derrota electoral después?
Este país ha quedado marcado para siempre por
eso. Decir 11-M es decir 14-M. Tú ahora dices 11-M y nadie se acuerda de
los muertos, sino de la bronca política que se montó el 14. Esa es la mayor
traición que hemos hecho a las víctimas del 11-M, que no es recordar el
sacrificio de unos pobres desgraciados, sino recordar el momento de la mayor
tensión política que se ha vivido en este país. Fue una experiencia muy amarga.
Aznar, por lo visto, sabía que esto se había preparado aquí, no muy lejos, que
estaba implicado el PSOE, la Policía… Pues vale. Yo no sabía eso. No sabía
nada. Ni tampoco la Justicia se enteró de que por lo visto había sido ETA. Y
todavía están ahí diciendo…
-¿Se ha agitado demasiado la bandera del miedo para parar a
Podemos?
Sí, claro, absolutamente. Todos los
espantajos se mueven siempre. Pero eso supongo que Pablo lo explicará el primer
día de clase. Este grupo apareció agitando mucho las aguas, rompiendo el status
quo y, claro, el status quo se defendió. Si tú apareces en el
espectro político diciendo que vienes a luchar contra el sistema, no puedes
sorprenderte de que el sistema se defienda. Un discurso como el de Podemos
estaba llamado a provocar este tipo de reacción.
-En su videoblog ha hablado mucho en los últimos meses de las
primarias del PSOE. Del “espectáculo lamentable de desunión” y “guerra de
miserias”. ¿Le pareció adecuado ese protagonismo de los que llama “patriarcas”
del partido en favor de Susana?
Ya lo dije y se enfadaron muchísimo conmigo.
Si aquí hay un lío que tiene dividido al partido, los grandes patriarcas
deberían aislarse un poco para no quedar atrapados en la guerra y para que, si
eventualmente se necesita cicatrizar heridas y tender puentes, el partido pueda
contar con ellos. Pero si se meten en la pelea a favor de una causa, están
haciendo una gilipollez.
-Entre este papel en las primaras y sus puestos en consejos
de administración varios, ¿cree que Felipe González está quemado como figura en
el PSOE o para el socialismo?
Seguramente no del todo, porque Felipe es muy
importante en la historia del PSOE. En última instancia, hasta los que más
decepcionados puedan estar con su vida y sus hechos, lo tienen colocado en un
lugar muy destacado. Está muy gastado, en fuera de juego. Él mismo se ha
borrado. Pero creo que siempre será un referente, aunque ahora mismo no está
siéndolo ni lo puede ser.
-Ahora se habla de las penurias económicas que ahogan a los
medios y les hacen ser menos independientes y más dependientes del Ibex, de los
bancos, de los gobiernos de turno. Pero esto ya pasó antes de la crisis
económica y del sector.
La distancia entre la política y los
periodistas es una distancia. Si te vas muy lejos, no te enteras de nada. Y si
te vas demasiado cerca, te implicas enredándote en ellos, y eso está mal. La
historia de la Transición española, que fue tan excepcional, elaboró unas
proximidades patológicas de la política y del periodismo. No deben estar así de
imbricados. Y eso no se ha terminado de desatar. Máxime cuando, luego, los
procesos de entrega de licencias de radios y televisiones del Gobierno hacían
más patológica la relación con quien te daba y con quien te quitaba. Creo que
el proceso de evolución normal de los medios será colocarse a una distancia
donde estén sus afinidades claras –hay gente que se cree que no se puede ser
independiente por tener una afinidad, y eso es una gilipollez- y no ser
denunciados por nadie. Ese proceso es muy difícil. Al final, la gente nos ve a
la política y al periodismo como a hermanos de sangre.
-¿Podrán los medios recuperar ese prestigio y credibilidad
perdidos? ¿Podremos los periodistas?
Bueno, esa es la tarea que os toca a
vosotros. Tenéis que tratar de ir recuperando la estima, aunque ya se está
consiguiendo. No es que todo esté desacreditado al mismo grado.
[Risas] Hacía mucho que no me acordaba de
eso. Entonces, yo era igual que ahora, sólo que, además de la radio, hacía un
programa de televisión que se llamaba En familia. Como no teníamos
competencia, podíamos hablar de cualquier cosa. Por ejemplo: un día hice un
programa en el que trataba de demostrar que era un disparate que la violación
sólo fuera la penetración vaginal. En España, si te penetraban analmente, no
era violación, sino abusos deshonestos. Yo en ningún momento entré en el morbo,
y eso que se podía hacer fácilmente. Entonces, yo tenía fama de ser un hombre
muy templado y cuidadoso. Me llamaban Sor Teresa de Calcuta. Y en aquella
época, al parecer, según le pasaba a Ramón Arangüena, era inimaginable
que alguien pudiera estar enfadado conmigo. Entonces, en las entrevistas que
hacía, al final hacía esa pregunta. Y la gente se sorprendía: “¿Yo? Yo no he
tenido nunca ninguna polémica con él”. Incluso había mucha gente que salía
diciendo: “¡Yo soy muy amigo de Iñaki!”. No, no, no. Ni amigo mío ni leches
[risas]. Fíjate si era fácil imaginarse tener una agria polémica con Iñaki
Gabilondo.
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