EDITORIAL
Retrato
del Gobierno más corrupto de Europa
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LUIS GRAÑENA
14 de Junio de 2017
El PP se presentaba a la moción de censura con la tranquilidad de saberse a salvo con el apoyo de Ciudadanos y con los dos años de legislatura que acaba de asegurarse tras la aprobación de los presupuestos. Pero la votación del pleno ha puesto en evidencia una vez más que la estabilidad que exhibe ante sus socios europeos está basada en una frágil mayoría relativa de 170 votos, y que los seis que le faltan para la mayoría absoluta exigen en cada caso una negociación onerosa, como se ha puesto en evidencia con el PNV y Nueva Canarias en los presupuestos.
A Pablo Iglesias se le ha reprochado que haya perdido la oportunidad de presentar un programa completo de gobierno, pero esto habría desviado el foco que el líder de Podemos ha querido centrar sobre la corrupción. En su discurso no han faltado referencias a la política del PP, que ha hecho recaer el impacto de la crisis económica sobre el tercio más vulnerable de la población, ni algunas propuestas para aliviar situaciones extremas vinculadas al paro, a la precariedad laboral o a las pensiones no contributivas, pero su objetivo principal estaba fijado en la corrupción del PP, que lo convierte en un partido indigno de gobernar España.
A sabiendas de que no iba a contar con su voto, el líder de Podemos ha tendido la mano al PSOE después de asumir que cometió algún error hace un año, cuando votó en contra de la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Los adversarios de entonces aparecen como aliados obligados, por mucho que se disputen los votos en los mismos caladeros. PSOE y Podemos suman 155 escaños en un parlamento en el que pueden intentar sumar votos adicionales para iniciativas que contribuyan a sanear la política.
La comisión de investigación recién constituida en el Congreso para examinar la financiación del PP es un espacio adecuado para comprobar el compromiso de todos los partidos con la trasparencia, singularmente de Ciudadanos, que dice haber convertido la regeneración de la vida pública en su principal bandera. A partir del examen de las cuentas del PP, que por los distintos sumarios judiciales en curso sabemos ya que están infladas de comisiones ilegales procedentes de los contratos públicos, debería nacer una batería de medidas legislativas que permitan un riguroso control del dinero público. Es ahí donde debería medirse la voluntad real de regeneración de los partidos.
La moción de censura de Podemos ha decaído, pero el Parlamento que se visualiza tras el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE (muy bien representado por su nuevo portavoz, José Luis Ábalos) es bien distinto de aquel que votó a Rajoy para la presidencia del Gobierno gracias a la abstención de los socialistas. Los dos partidos de la izquierda, que seguirán compitiendo a cara de perro, parecen asumir al fin que solo un pacto entre ellos permitirá en el futuro expulsar del poder al PP de Rajoy.
Esa es quizá la mejor noticia, junto a la eclosión de Irene Montero como una portavoz incisiva y competente, de una moción de censura completamente justificada, dado el intolerable nivel de corrupción y de injerencia en el Poder Judicial alcanzado por el PP. No había más que ver las caras agrias de los diputados populares y la invectiva machista y macarra de su portavoz, Rafael Hernando, para darse cuenta de que la moción ha hecho mucho daño al PP y a sus socios. Pese a que los números y los medios patrocinados por los populares digan otra cosa, Podemos e Iglesias salen reforzados de su primera gran cita institucional, dando impresión de mayor credibilidad y madurez.
La unión del centro izquierda con la izquierda ha sido siempre una quimera en España. El tono empleado por Podemos y el PSOE en la tercera moción de censura de la democracia sugiere que la hipótesis defendida por Íñigo Errejón puede no ser un imposible. Ojalá suceda, por el bien del país. Desalojar del poder al partido más corrupto de Europa es una enorme urgencia democrática.
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