Joan Ignasi Masutier
Hiroshima 80 años después, y el cura católico que bendijo las b0mbas atómicas lanzadas en Japón
Hoy, 6 de agosto de 2025, se cumplen ochenta años del primer b0mbardeo nuclear de la historia humana. Fue en la ciudad de Hiroshima, Japón, donde un solo artefacto arrojado desde el cielo por el b0mbardero Enola Gay, la b0mba “Little Boy”, desató una destrucción tan inaudita que la humanidad pensó que no podría haber algo peor. Pero tres días después, el 9 de agosto de 1945, otra fatal b0mba, la “Fat Man”, repetiría el exterminio humano, esta vez en la ciudad de Nagasaki. Esto provocó más de 180.000 fallecidos inmediatos, sin contar los incontables sobrevivientes condenados a una ag0nía larga y dolorosa por quemaduras, cáncer y malformaciones genéticas.
Sin embargo, en medio de este siniestro despliegue de la ciencia convertida en instrumento de destrucción, hubo un personaje que representa a la perfección la hipocresía moral de las religiones cuando son puestas al servicio del poder político y militar: el sacerdote católico estadounidense George Zabelka, el hombre que bendijo las b0mbas.
Nacido en Michigan en 1915, Zabelka era hijo de inmigrantes católicos moravos. Apenas ordenado sacerdote en 1942, fue asignado capellán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos en la Unidad 509, la misma que preparó los ataques atómicos desde la isla de Tinian. A sus 30 años, sin mucho cuestionamiento, cumplía su doble papel: “pastor de almas”, y oficial del aparato militar más m0rtífero del planeta. Así, el hombre que predicaba la humildad y el amor al prójimo, terminó santificando en nombre del “Dios del amor”, los mismos aviones y artefactos que dejaron un cráter humano en el corazón del Japón.
Irónicamente, Zabelka paseó después del b0mbardeo por las ruinas de Nagasaki, y recogió como macabro souvenir un trozo del incensario destruido en la Catedral de Urakami —la mayor iglesia católica del Este Asiático—, y ni aun eso le arrancó un solo remordimiento durante casi tres décadas. ¿Qué pasa por la mente de un sacerdote que, profesando el mensaje supuestamente pacífico de Jesús, termina justificando y bendiciendo la aniquilación masiva de decenas de miles de civiles, incluyendo a monjas y niños católicos?
Desde la psicología social, el caso de Zabelka ilustra con crudeza el poder del lavado moral colectivo. Zabelka admitió más tarde que había sido “programado” por su país y su Iglesia para ver a los japoneses como “el enemigo”, deshumanizados, indignos de misericordia. La obediencia a la autoridad (tanto eclesiástica como militar), el adoctrinamiento nacionalista, y el sesgo cognitivo de “causa justa”, hicieron el resto. Él mismo lo confesaría tardíamente: “Toda la estructura de la sociedad secular, religiosa y militar me dijo claramente que estaba bien ‘dejar que los japoneses tuvieran eso’ […]. Nunca se me ocurrió protestar públicamente por las consecuencias de estos ataques aéreos masivos.”
O sea, Zabelka fue un caso paradigmático de disonancia cognitiva. Necesitaba creer que participaba en una causa justa, para sostener la imagen de sí mismo como “hombre de Dios”. Por eso reprimió durante muchos años el conflicto interno entre su fe (o la parte de su fe que se proclamaba “no vi0lenta”) y su complicidad activa en la carnicería. Y sólo décadas después, cuando asistió a talleres sobre no-violencia en 1973, su conciencia comenzó a derrumbar el andamiaje mental que había construido para protegerse de la culpa.
Desde entonces, convertido en activista del pacifismo, Zabelka pasó sus últimos años repitiendo que había sido manipulado y le habían “lavado el cerebro”, a la vez que denunciaba el silencio cobarde de su Iglesia ante la guerra. Hasta que en 1980 diría sin ambages: “La atmósfera moral operativa en la Iglesia en relación con los b0mbardeos masivos de civiles enemigos era totalmente indiferente, silenciosa y corrupta en el mejor de los casos; en el peor de los casos, fue bendecida religiosamente.”
Ya en 1985 Zabelka viajó en peregrinación a Hiroshima y Nagasaki, pero esta vez para pedir perdón: “Por traerles la mu3rte en lugar de la plenitud de vida, miseria en lugar de misericordia.” Sin embargo, ya para entonces era demasiado tarde para las decenas de miles de personas inocentes que fallecieron calcinadas o lentamente tosiendo sangre por la radiación. Y aunque aplaudamos su mea culpa tardío, desde una mirada escéptica no podemos dejar de notar que también cumplía la función de exorcizar sus propios fantasmas, de buscar la expiación personal —un mecanismo muy humano, pero no menos egoísta—.
Zabelka falleció a los 76 años en Flint, Michigan, el 11 de abril de 1992. Su misa fúnebre fue concelebrada por el obispo de la diócesis, Kenneth Povich y otros obispos y sacerdotes, ante una concurrencia que desbordó la Iglesia del Sagrado Corazón de Flint.
Hoy, 80 años después de la tragedia de Hiroshima, la jerarquía católica global parece no recordar a George Zabelka, ni mucho menos avergonzarse de haber “bendecido” los arsenales atómicos. El mismo Zabelka criticó en los años 80, que no veía un cambio real en la actitud de la Iglesia frente a la guerra. Y en efecto, aún hoy, el actual papa León XIV, omitiendo cualquier tipo de participación de la Iglesia Católica en el caso, sólo se ha limitado a dirigir unas palabras al actual obispo de Hiroshima, Monseñor Alexis M. Shirahama, manifestando su "profundo respeto y afecto" hacia los sobrevivientes, y repitiendo la retórica frase expresada con frecuencia por el papa Francisco: “La guerra es siempre una derrota para la humanidad”. Ese mensaje desde el Vaticano, fechado el 14 de julio de 2025, es hasta este momento el primero y único pronunciamiento explícito del papa León XIV sobre estos hechos históricos.
Hasta la redacción de este artículo, no se encuentran otros discursos, declaraciones o escritos anteriores —ni posteriores— de León XIV, que mencionen expresamente el b0mbardeo de Hiroshima, o que expresen condolencias por lo ocurrido el 6 de agosto de 1945. Sus primeros meses de pontificado se han centrado en retóricos y muy generales llamados a la paz, la no violencia y el diálogo, particularmente en contextos como Gaza, Ucrania o Medio Oriente, sin aludir a las tragedias específicas de Hiroshima y Nagasaki.
Y es que la religión institucionalizada, más interesada en sus alianzas con el poder que en practicar lo que predica, siempre encontró maneras de acomodar el masivo crim3n bajo la etiqueta de “gu3rra justa” o “defensa de la civilización cristiana”. Las b0mbas atómicas de Hiroshima y Nagasaki —bendecidas, no lo olvidemos, en nombre del mismo “Dios” que supuestamente prohibió quitar la vida— son la prueba irrefutable del costo monstruoso de esas racionalizaciones.
Nosotros, como personas que valoramos la vida humana por encima de fantasías trascendentes, vemos en George Zabelka un testimonio trágico de cómo las creencias religiosas pueden ser manipuladas para justificar lo injustificable. Y de cómo los seres humanos, incluso con sotana, son capaces de traicionar sus principios más básicos cuando el nacionalismo, la obediencia o el fanatismo se apoderan de sus mentes.
Ochenta años después, Hiroshima sigue ardiendo en nuestra conciencia. Y quizá el verdadero homenaje que podemos hacer a sus víctimas no sea encender velas ni repetir rezos, sino comprometernos a no volver a poner la ciencia, la religión o la política al servicio de la destrucción. O, al menos, a no necesitar un taller de “no-violencia cristiana” para descubrir, demasiado tarde, que exterminar civiles está mal.
[Godless Freeman]
Referencias:
https://es.wikipedia.org/wiki/Claude_Eatherly...
https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_Tibbets...
https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Sweeney...
https://en.wikipedia.org/wiki/George_Benedict_Zabelka...
http://www.peacehost.net/PacifistNation/FrZ2.htm...
http://www.peacehost.net/PacifistNation/FrZ2.htm...
https://www.bbc.com/mundo/noticias-45121649...
https://www.facebook.com/watch/?v=1643428199030579
No hay comentarios:
Publicar un comentario