El verdadero
significado de una infidelidad
"¿Cómo puede el sexo, que es la
sublimación del amor, no significarlo todo?".
04/11/2017
The
School of Life
ElHuffPost
Las infidelidades suelen considerarse la mayor tragedia en la que puede
caer una relación, aparte del preludio natural e inevitable de una ruptura.
La situación se ve así de dramática porque, desde la óptica del
Romanticismo que ha imperado en nuestra concepción del amor desde mediados del
siglo XVIII, el sexo no se ha considerado un simple acto físico, sino una
sublimación y símbolo del amor. Antes del Romanticismo, la gente practicaba
sexo y se enamoraba, pero no siempre se percibían como dos actos
indisolublemente ligados: se podía amar a alguien y no ir a la cama con esa
persona. O viceversa. Es esa dislocación la que el Romanticismo se negó a
tolerar. El sexo pasó a ser el acto culminante del amor, la máxima forma de
expresarle devoción a una persona, la prueba definitiva de la sinceridad.
Sin embargo, lo que acabó consiguiendo esta forma de pensar es hacer de las
infidelidades una catástrofe en lugar de un problema. El sexo ya no pudo volver
a percibirse desvinculado de los sentimientos y de un profundo deseo de
compromiso con otra persona. Dejó de estar permitido decir que el sexo "no
significa nada" en el sentido de ser un puro acto de divertimento sin
ninguna carga emocional ni voluntad de cuidar ni vivir con otra persona a largo
plazo ni, por supuesto, una prueba de afecto.
Una
infidelidad puede significar un deseo superficial de excitación erótica
compatible con el compromiso hacia la pareja.
Existen, claro, muchos casos en los que una infidelidad significa justo lo
que el Romanticismo quiere que signifique: desprecio por la relación. Sin
embargo, en otro gran número de casos, puede significar algo muy distinto: un
deseo superficial de excitación erótica compatible con el compromiso hacia la
pareja.
Nuestra cultura hace que sea prácticamente imposible concebirlo así, de
modo que "superar" una infidelidad (aprender a ver que la infidelidad
no radica donde ha dicho siempre el Romanticismo) se ha convertido en un
desafío de proporciones hercúleas y, salvo excepciones contadas, completamente
imposible. No importa lo mucho que la pareja insista en que no ha significado
nada, ese argumento sigue pareciendo poco plausible. ¿Cómo puede el sexo, que
es la sublimación del amor, no significarlo todo?
Es posible que haya una forma de salir de una encrucijada así: una
reflexión sincera acerca de tus deseos ocultos y, quizás, un recordatorio
honesto de ciertos momentos de tu propia experiencia. Lo que se trata de
conseguir con esta valiente reflexión es que todo el mundo puede llegar a ser
capaz de hacer ciertas cosas, si se dan las circunstancias, que pueden resultar
sorprendentes: amar a alguien pero querer pasarlo bien (o hacerlo) con otra
persona. Por muy difícil que sea de comprender puesto en boca de una pareja, sí
que es posible querer tirarse a una persona y amar a otra.
La mejor forma de superar una infidelidad, por tanto, puede ser ignorar lo
que el Romanticismo quiere hacernos creer que significa una infidelidad y hacer
caso de una fuente mucho más fiable: cuál es el significado que le dimos
nosotros mismos a una infidelidad la última vez que incurrimos en una o que se
nos pasó la idea por la cabeza. Es sobre esta base sobre la que algún día
podremos llegar a perdonar e incluso entender y aceptar las disculpas de la
pareja infiel arrepentida. Según la experiencia subjetiva de cada uno con sus
pensamientos infieles, nos redimiremos, complicaremos o atenuaremos lo que
suceda cuando caigamos en sus redes.
Si te ha gustado este artículo, visita nuestra página web
(en inglés).
Este post fue publicado originalmente en The School of Life,
apareció posteriormente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del
inglés por Daniel Templeman Sauco.