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viernes, 12 de abril de 2019

300 orgasmos al día


La pesadilla de tener 300 orgasmos al día

A Diana la excitación sexual le asalta en el supermercado, conduciendo o durante una entrevista de trabajo. Sufre el síndrome de excitación genital persistente, un trastorno que afecta especialmente a las mujeres y sobre el que aún hay muchos prejuicios y desconocimiento.

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La primera vez le pareció divertido. Fue durante un fin de semana de escapada con su pareja, hace cuatro años. “Salimos a desayunar y me lo había pasado tan bien que le dije ¿qué es lo que hiciste ayer?”, explica. Pero el gesto se le fue cambiando a medida que pasaba el tiempo y aquella sensación no cesaba. Lo primero que pensó fue que se trataba del efecto de una nueva crema lubricante que había probado aquella noche, así que subió a la habitación y se lavó. Pero llegó el mediodía y la tarde y la sensación y los orgasmos espontáneos no paraban. “Cuando llegó la noche y vi que no podía ni dormir me asusté mucho”, recuerda. “Aquello ya no tenía ni puñetera gracia”.

Diana tiene 41 años, vive en Badajoz y es uno de las pocas personas en el mundo que sufre una rara afectación conocida como “síndrome de excitación genital persistente” (PGAD, por sus siglas en inglés). La noche en que apareció el síndrome terminó en urgencias y los médicos le dijeron que seguramente había sido la crema vaginal. Durante un par de semanas todo volvió a la normalidad, pero una mañana, mientras atendía a un cliente en su trabajo de teleoperadora, se dio cuenta de que volvía a ocurrir. “Me dije ‘qué raro, si esta vez no he usado la crema’, y traté de disimular”, recuerda. “Tenía que poner el “mute” cada dos por tres hasta que me di cuenta de que tenía que ir al médico”. Y en aquella consulta de urgencias fue la primera vez que notó la incomprensión de los médicos y las risitas. “Una ATS me preguntó si iba allí a darles envidia y, claro, le contesté fatal”.

“Cuando la gente dice ‘¡uy, qué bien!’, no saben lo que dicen”.

Desde entonces empezó una pesadilla que le asalta cada pocas semanas y le está destruyendo la vida. “Mi crisis más bestia duró dos semanas, a una media de 250 o 300 orgasmos diarios. Son constantes, cuando te viene un arreón pueden ser dos o tres por minuto. Es algo que condiciona la vida”, explica. “Cuando la gente dice ‘¡uy, qué bien!’, no saben lo que dicen”. Diana está bajo supervisión de un neurólogo y se ha sometido a varias pruebas médicas, como resonancias, electroencefalogramas y control del nivel hormonal. Aparentemente no hay ninguna causa física que le provoque las crisis, aunque le han recetado antiepilépticos a la espera de más pruebas. “El problema es tan poco frecuente que mi médico me confesó que había oído hablar de ello, pero en Anatomía de Grey, no en la carrera”, asegura.


El deseo intrusivo

Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), ha tratado una veintena de casos como el de Diana en los últimos 15 años y conoce bien el problema y su tratamiento. “El síndrome se da cuando la mujer tiene físicamente todas las sensaciones y los cambios genitales asociados a una excitación sexual, pero sin tener mentalmente la sensación de estar excitada”, explica a Next. “Entonces considera todos estos cambios, como el aumento de lubricación o hinchanzón genital, como intrusas e invasivas porque no es una cosa que esté deseando ni quiere tener en ese momento”. En general, el síndrome no se suele manifestar con orgasmos, como en el caso de Diana, sino como una forma de excitación continuada que llega a poner a las personas en situaciones muy complicadas para su día a día.

“Traté a una señora que se excitaba al subir en un autobús o cuando escuchaba música en un concierto”

“Recientemente tuve una señora de unos 60 años, a la que le afectó mucho a su calidad de vida, pero que al final le bajó bastante la ansiedad”, recuerda la sexóloga. “En este caso, aunque le habían hecho miles de pruebas, resultó ser un problema de espalda importante, que le han operado y ha desaparecido esa excitación. Seguramente tenía afectada una zona gatillo que le desencadenaba la reacción”. Otra paciente tratada por Molero tenía muy bien identificados los momentos en que se disparaba el problema. “En esta mujer los detonantes tenían que ver con los movimientos, con el tema de subir en un autobús o incluso cuando escuchaba música en algún concierto”, explica la doctora. “La señora era muy melómana y todo lo que era música de percusión le desencadenaba la excitación. Se ponía tan nerviosa que empezaba a respirar más rápido y tenía la sensación de que todas sus amigas con las que iba a estos conciertos se daban cuenta”. Aunque no le contaron ningún motivo físico, la propia mujer aprendió a identificar y controlar las reacciones y mejoró su calidad de vida.

En general, explica la experta, no hay una causa única de este síndrome, sino que es multifactorial y en cada persona es diferente, aunque a menudo tiene que ver con factores orgánicos. “Estos factores tienen que ver con algunas alteraciones de la columna, de la zona lumbosacra y los llamados quistes de Tarlov”, asegura. “A veces se debe a malos posicionamientos, a atrapamientos del nervio pudendo y otras a un aumento de presión a nivel pélvica”. El factor psicológico es igualmente importante y explica por qué se suele dar sobre todo en mujeres, a las que no se les ha enseñado a reconocer las señales genitales. “El hecho de no saber cuándo pueden aparecer, te limita mucho la vida y te deja una sensación de vulnerabilidad”, indica Molero. “Muchas de estas mujeres han dejado de tener vida normal, dejan de hacer actividades cotidianas por miedo a que la gente descubra lo que les está pasando”.

Atrapada en vida

“Este síndrome me está aislando muchísimo, me tengo que obligar a salir un rato de casa”, reconoce Diana, a quien la excitación ha sorprendido en todo tipo se situaciones. “Me ha dado en una entrevista de trabajo, en una tutoría de mi hijo, en el supermercado… A veces estoy dos semanas sin salir. Es demoledor. Físicamente es cansancio, pero anímicamente es mucho peor que el daño físico”. Por si fuera poco, este tipo de trastornos tienen un fuerte estigma social, por lo que muchas víctimas lo sufren en silencio. “En mi caso solo lo saben mi pareja, mi madre y mi hijo (17)”, asegura Diana. “Una vez estuve tentada de contarlo en el trabajo, para que mi jefe supiera por qué tenía tantas bajas, pero ¿para qué? ¿Para que me digan cosas como las que me dicen en los médicos? En urgencias han llegado a hacer corrillos, cuchicheando y señalando”.

“En urgencias han llegado a hacer corrillos, cuchicheando y señalando”

No tiene nada que ver con ninfomanía, es una reacción física”, explica Francisca Molero. “Y depende de si la reconoces, puedes identificar esos factores precipitantes e intentar controlarlos, lo que ayuda a bajar el nivel de ansiedad y a controlar los síntomas”. De momento, Diana no ha conseguido controlar sus brotes, aunque intenta atajarlos mediante meditación y relajantes musculares. Cuando le asalta una de las crisis, no quiere ver a nadie, ni siquiera a su pareja, aunque tiene la suerte de que el síndrome no ha destruido su vida sexual, como pasa en otros casos. “Si me asalta en una situación como una entrevista de trabajo, intento esconderme. Tiendo a ir al baño, y si empieza la crisis muy fuerte llamo a mi pareja para que venga a recogerme porque en ese caso ya no puedo ni conducir”, asegura. “Alguna vez me ha pillado al volante y lo que hago es que paro en donde sea, porque la concentración disminuye, eres un peligro para ti y para los demás”.

Hace dos años Diana pidió la invalidez y no se la concedieron porque su problema no estaba reconocido como causa. “Yo siempre he trabajado de cara al público, ¿en qué trabajo te aguantan que cada dos semanas tengas una baja de tres o cinco días?”, se queja. "Lo peor es la incomprensión. Cuando fui al tribunal médico hubo una que me dijo que debería dar las gracias porque algunas no llegan nunca al orgasmo”. Ahora lo quiere volver a intentar, aunque empieza a ganarle el desánimo. “No sé qué hacer”, confiesa. “Llega un punto en que pienso que para qué voy a buscar trabajo, si al mes me van a echar”.


En todos sus años de experiencia, la doctora Molero solo ha recibido la consulta de un hombre. Esta diferencia en la incidencia entre sexos responde, en su opinión, a cómo se percibe la sexualidad en el caso del hombre y la mujer. "En la sexualidad interviene la parte cerebral y la genital y el resto del cuerpo, pero mientras que los hombres muchas veces han tenido erecciones espontáneas y no las viven como algo intrusivo, sino como algo reforzador, la reacción psicológica de la mujer es muy diferente”, explica. “La mujer lo vive como algo intruso, algo que no quiere. Si yo no estoy excitada, se pregunta, ¿por qué me pasa esto?”.

En algunos estudios en los que se medía el nivel de excitación en hombres y mujeres se ha observado una discrepancia entre lo que ellas sienten conscientemente que les excita y lo que produce síntomas físicos de excitación, mientras que en ellos hay una gran correspondencia. “Había una gran discordancia grande entre lo que la mujer decía que le excitaba y la reacción a nivel vaginal”, explica Molero. “Hay que tener en cuenta que muchos estímulos se activan, pero al pasar por el filtro del lóbulo prefrontal la mujer lo puede bloquear, pero no significa que el resto del cuerpo lo bloquee”. En esto intervienen los prejuicios y una educación sexual machista que ha establecido en las mujeres que el sexo es un tabú y en ellos un deseo natural. “Hay una falta clarísima de educación sexual”, concluye la experta. “Hay que aprender cuál es la respuesta fisiológica, la cantidad de estímulos que pueden hacer que funcione tu cuerpo y tú decides cuáles aceptas y cuáles no”.


Franco, Generalísimo, Criminalísimo, por la gracia de dios, se ensañó con las mujeres y los niños.


La represión franquista se heredaba: "Se ensañó con quienes quedaban, las mujeres y los niños"


José Castiello, padre de Eugenia, a sus diez años era el único niño en el campo de concentración de Arnao: "Soñó con el campo y con la guerra toda la vida"
Le llevaron a él y a sus hermanas, a pesar de que las mujeres eran minoría en los campos, por ser familias de guerrilleros republicanos que luego fueron fusilados
"Que se hable de la represión y sufrimiento de estas mujeres que se quedaron sin hijos, sin padres, sin marido, sin hermanos, y sin nada"


10/4/19

eldiario.es

José, a sus 10 años, con su hermana Pilar en el campo de concentración de Arnao. Archivo Familia Castiello



La historia de represión de los Castiello es como la de muchas familias españolas pero también diferente a otras. Lo es porque el padre de Eugenia, José María, era, a sus 10 años, el único niño del campo de concentración franquista de Arnao (Asturias). Le habían enviado ahí desde su pueblo, Peón, después de haberle dejado solo al cuidado de un abuelo enfermo. Había estado solo porque meses antes, en 1939, su madre y hermanas habían ingresado ya en Arnao.

A todos les estaban castigando y torturando por no confesar dónde estaban sus hermanos, dos guerrilleros republicanos que huyeron al monte cuando, acabada la Guerra, la Guardia Civil fue a buscarles a su casa. No confesaban dónde estaban porque aunque hubieran estado dispuestos no podían, ya que no lo sabían: un modo típico de los guerrilleros para preservar la seguridad de las familias era no contarles dónde se escondían. En el campo permanecieron hasta 1942.

Otro motivo por el que su historia tampoco es habitual es porque José María escribió un libro sobre la experiencia de su familia, Los Castiello, la lucha por la libertad –que se convirtió incluso en documental–. Lo publicó unos cinco años antes de participar en la investigación del periodista Carlos Hernández sobre los 300 campos de concentración de Franco. Primero un ejemplar para cada miembro de la familia, luego, tras la insistencia de un amigo, una tirada de cien que se agotaron el mismo día de la presentación, en Oviedo.


Desde hace pocos años es Eugenia la que se encarga de reimprimir las ediciones que se venden en librerías de Asturias. A su padre su estado de salud ya no se lo permite. Ahora ella insiste "en que se hable de la represión y sufrimiento de estas mujeres que se quedaron sin hijos, sin padres, sin marido, sin hermanos, y sin nada. Se ensañaron con ellas y con los niños, los que se quedaron, para hacer sufrir a los huidos y que cantasen. Una vez sacaron a mis tías a rastras de casa y les pegaron tal paliza que se les quedaron los hilos de la ropa incrustados en la piel. Mi abuela les suplicó que pararan pero no lo hicieron hasta que se desmayaron".

"Nadie está preparado para vivir algo así de niño"


Son historias que Eugenia lleva oyendo desde la adolescencia: "Mi padre estuvo muchos años sin querer hablar. Tuvo unas secuelas tremendas y muchos años después tuvo que recibir tratamiento. Nadie está preparado para vivir algo así de niño. Ellos simplemente eran madre, hermanas y hermano de guerrillero, no estaban implicados en nada. Cuando yo ya me hice mayor empecé a oír en casa eso de que mejor no me significase ni llamase mucho la atención. Seguía habiendo miedo, sobre todo cuando vivía Franco pero también luego. Así me fui enterando de todo lo que había pasado".

Sobre el papel, los campos de concentración estaban destinados solo a hombres. "En la mentalidad machista y falsamente paternalista de los dirigentes franquistas, las mujeres no encajaban en los campos de concentración", explicaba Carlos Hernández. Las mujeres durante la guerra y el franquismo solían ser sometidas a idénticas torturas en cárceles, pero hubo excepciones como los grupos de Cabra (Córdoba), y también en Arnao. "A mis tías las pusieron a recoger grijo. Los hombres, con ese material, construyeron una ferretera". Luego, tal y como cuenta José Castiello, las reubicaron en la enfermería para oficiales y la cocina.

En el libro de José Castiello, escrito 75 años después de entrar al campo, hay una detallada descripción de Arnao: a la derecha, un barracón de madera estancia de los soldados; a la izquierda, un edificio destinado a los oficiales. Ya dentro, en línea recta, el primer barracón para hombres. Le separaba del de mujeres por unas alambradas. Los primeros meses, también le separaban a él, niño de 10 años, de su madre y hermanas mayores.

También relata un preciso recuerdo de la rutina de entonces, un crío rodeado de presos comunes: cada mañana recogían la colchoneta, barrían su espacio y se aseaban superficialmente, "ya que en el barracón se carecía de agua corriente". A continuación, formaban filas hasta el lugar donde se izaba la bandera y, mano en alto, cantaban el Cara al Sol y vivas a Franco. Después, por desayuno se les daba "una especie de café y un bollo de pan, todo de la peor calidad". Para comida y cena, "masa caldosa de garbanzos, lentejas alubias, arroz o patatas. Aparecía enseguida el hambre".

Tenía un único plato y cuchara que tenía que servir para todo, incluso para su propia limpieza personal. Los prisioneros capturaban ranas de un riachuelo que corría desde un pozo y las comían asadas. De lejos, observaban a los campesinos: "Cualquier persona que veíamos faenar nos producía cierta nostalgia de libertad". El oficial jefe, no recuerda si de nombre Félix o Víctor, "con rudeza me dijo que debería cumplir las normas disciplinarias como cualquier adulto". Era además "implacable a la hora de reclutar a los detenidos para el trabajo". Recordaba con especial dolor a un compañero anciano y enfermo que falleció por la falta de atención.

La familia Castiello al completo, en su casa de Peón en 1927. Archivo Castiello



Vigilados hasta los 50


Tiempo después, a José María le juntaron con su madre y hermanas, "y aquella ya fue la época menos mala". En 1942 les dieron la libertad definitiva, pero "no les dejaron en paz", continúa narrando Eugenia. Podían irse con la condición del destierro, es decir, no podían volver a Peón. Eligieron Valladolid porque otra hija ya estaba desterrada ahí. Años después volvieron a Asturias para instalarse en Oviedo.

Sus dos tíos ya nunca volvieron a casa y fueron asesinados junto a otro compañero en 1948 en la playa de La Franca después de que les delataran, "aguantaron tanto gracias a que la gente les ayudaban. Queda el consuelo de que serían buenas personas, si tantos les protegieron".

Mientras, las mujeres y los niños siguieron haciendo un papel clave: de enlaces. "Si una mujer iba a lavar, dejaba en una piedra escondido un papelín que les decía dónde ir a buscar armas, comida, avisar de que les estaban persiguiendo o si alguien se iba a unir… un niño, si estaba jugando con la pelota, igual. A los hombres les tenían más controlados y ellas se arriesgaban así".

Hasta que asesinaron a sus tíos, mientras vivían en Valladolid el régimen les había seguido acosando para descubrir dónde estaban. Después, como pasó con otros entornos de represaliados a los que incluso vetaron de empleos, siguió la vigilancia durante unos años, "cuando vieron que, por la cuenta que les traía, nadie se metía ya en temas políticos, les dejan por fin en paz. Eran los 50". "La familia sufrió todo esto pero es que la gente se vuelve triste, recuerda… mi padre soñó con su tiempo en el campo y con la guerra y posguerra toda la vida".



Galería

Foto: Luis Viadel

jueves, 11 de abril de 2019

Pablo Casado, un calumniador falaz embriagado en sus propias mentiras.


Las atrocidades de Pablo Casado

En su carrera desbocada se quiere situar más a la derecha que Abascal y Rivera

Enric Sopena Jueves, 11 de abril de 2019 

El próximo 28 de abril España se juega mucho más que una nueva legislatura, se juega la vuelta al pasado o seguir viviendo en el siglo XXI. El más que previsible triunfo del PSOE en las elecciones no garantiza que Pedro Sánchez se mantenga en la Moncloa. Y a eso se agarran, como a un clavo ardiendo, los conservadores. El escenario elegido es la ultraderecha y la fórmula, la desesperación. Esa desesperación lleva a proponer barbaridades, a mentir, a caer en deslices freudianos o, directamente, al insulto. Una muestra de lo que nos espera si, finalmente, es la derecha la que suma.

La sobreexposición, la falta de escrúpulos y la verborragia de Pablo Casado generan un cóctel explosivo ante el que no se puede mirar hacia otro lado. Avisados estamos. No habrá excusas.

El último charco que ha pisado el candidato del Partido Popular es el del salario mínimo, anunciando que lo bajaría hasta los 850 euros en el año 2020. Después, lo sabido, culpar a los periodistas por reproducir lo que él había dicho y calificándolo de fake news. Pero este ha sido solamente un eslabón más en la larga cadena de despropósitos de los genoveses durante la precampaña. Ya resulta lejana aquella propuesta rocambolesca a cuenta de las mujeres inmigrantes embarazadas, pero mal haría el votante en olvidarla. Las explicaciones posteriores no alcanzaron para negar lo que se había dicho: poco menos que blindar a las mujeres en situación irregular a cambio de que entregaran sus hijos en adopción.

Para Pablo Casado todo es poco, así que, después de dedicarle hace unas semanas 19 insultos al presidente del Gobierno, en una desafortunada intervención (una más), le acusó de preferir “las manos manchadas de sangre que las manos pintadas de blanco”. Sí, aunque parezca increíble, el Partido Popular trae otra vez a una ETA ya desmantelada al centro del debate político. Como estrategia, no parece la mejor. Y si hablamos de humanidad, es deleznable.

La sobreexposición, la falta de escrúpulos y la verborragia de Pablo Casado generan un cóctel explosivo ante el que no se puede mirar hacia otro lado

Las mentiras flagrantes también cuentan. Y si el gobierno de Sánchez ha caído por la falta de apoyo a los Presupuestos por parte de los partidos independentistas catalanes, al no ser aceptados los 21 puntos propuestos por Torra, pues se dice que el Gobierno se entregó a los independentistas y que Sánchez aceptó los 21 puntos. Qué más da.

En esta vuelta al pasado no podía faltar el aborto. Y en este caso, la medalla es para Adolfo Suárez Illana, el número dos en las listas de Madrid. Lo único que se ha entendido de su explicación es que quiere derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo, porque se ha liado con los neandertales, los abortos en Nueva York y los cortes de cabezas. Afortunadamente, ha hablado con abogados de la ciudad norteamericana y le han aclarado que su afirmación no era correcta.

Hablando de nonatos, la perla ha sido de Isabel Díaz Ayuso, candidata de los populares a la Comunidad de Madrid, que anunció que los concebidos no nacidos contarán para las ayudas a familias numerosas. Si, por lo que fuera, el niño no naciera, ¿qué pasaría con esas ayudas? Díaz Ayuso tiene la respuesta: “no lo he pensado”.

Presas de su angustia se han echado al monte. Tanto, que hasta ruegan a sus compañeros de viaje de Vox que no se presenten en determinadas circunscripciones. Ya puestos, que pidan que no se presenten otros partidos a las elecciones, para así lograr una victoria segura.

No hay mejor metáfora del presente del PP que lo que ocurrió ayer en su sede de la calle Génova, en Madrid. Al intentar colgar el cartel con la cara de Casado y el lema “valor seguro”, se desprendió la fachada. Parece una advertencia de la providencia: España no merece un presidente como usted.

Enric Sopena es Presidente Ad Meritum y fundador de ElPlural.com




FRANQUISMO: Las fosas del cementerio de Paterna


Franquismo

Accedemos a la causa militar contra Ángel Santamaría

La ejecución 'sin causa' del tío abuelo de Pablo Iglesias


 Miércoles, 10 abril 2019

Panadero, policía y comisario político de Aviación, le condenaron a muerte por "rebelión". Y quisieron endosarle un robo millonario. Por él se vio llorar a Iglesias en la fosa común nº 115 de Paterna

ElMundo

La condena a pena de muerte tiene fecha del 15 de julio de 1939. Hace tres meses que la Guerra Civil ha acabado y que Franco y su rebelión contra la República han vencido. El presidente del "consejo de guerra de urgencia" reunido en Valencia, el coronel Manuel O'Felan Correoso, firma la escueta sentencia. En virtud del Código de Justicia Militar y Penal, Ángel Santamaría Torremocha, madrileño de 32 años, panadero, ex policía, comisario político en la Aviación republicana y con influencias en el PSOE, ha cometido "un delito de adhesión a la rebelión", en la que ha participado de forma "personal, directa y voluntaria", y por eso debe morir.

Cinco meses después, antes de la Navidad en 1939, en el llamado Paredón de España en Paterna (Valencia), Ángel será fusilado. 

La historia de Ángel Santamaría sería otra más de tantas tragedias de la represión de la posguerra si uno de sus descendientes no fuera quien es. Ángel era el tío abuelo de Pablo Iglesias, hermano de su abuela materna. Después de que el pasado martes el líder de Podemos asistiera visiblemente emocionado con su madre, María Luisa Turrión, al cementerio de Paterna donde se presume que yacen los restos de su familiar en una fosa común, Crónica localiza la causa militar con su nombre. Está en el Archivo Histórico del Ejército del Aire, donde se encuentran las causas judiciales seguidas contra integrantes de la Aviación republicana en la posguerra. La suya es la Causa 1430.

Nos situamos en el Madrid de inicios de la guerra, verano de 1936. Ángel Santamaría, con domicilio en Puente de Vallecas, es el mayor de seis hermanos. De oficio panadero, está involucrado en política. Desde los 24 es miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas y de la UGT. Y en marzo ha dado un paso más afiliándose al PSOE, según figura en su declaración indagatoria. 


Pablo Iglesias ha contado, además, que su tío abuelo formaba parte de la Motorizada, la escolta personal del socialista Indalecio Prieto, un grupo que se vio envuelto en violentos altercados con los protectores del también socialista Largo Caballero, y al que pertenecía el hombre que en 1930 asesinó al monárquico José Calvo Sotelo. Pero sobre la actuación de Ángel como miembro de la Motorizada se sabe poco. Sólo cabe preguntarse si fue en uno de esos servicios cuando resultó herido de un disparo. 

Herido de un disparo, y policía


Según aparece recogido en su declaración indagatoria, al inicio de la guerra Ángel se encontraba en Madrid impedido para luchar. Había sido "herido por una escopeta de caza" desde una ventana en Cuenca, adonde había acudido "con otros individuos del Partido en propaganda electoral". Quedó convaleciente, con una herida en la parte izquierda del cuello que aún sería visible tres años después.

Cuenca fue uno de los lugares donde las cuestionadas elecciones de 1936 fueron repetidas, e Indalecio Prieto pronunció allí dos días antes de los nuevos comicios, el 1 de mayo, un famoso mitin en el que confesó sentirse "cada vez más profundamente español" y abogó por la moderación y la no violencia. Según una crónica periodística, aquel día hubo altercados entre indalecistas y derechistas. Quizá Ángel Santamaría fue herido allí. 

El caso es que, cuando Franco da el golpe de Estado, Ángel se mantiene "al margen de los sucesos" ya que debe acudir todos los días al hospital para someterse a unas curas. Así continúa un mes, hasta que el 16 de agosto se presenta voluntario al Batallón Pablo Iglesias, que después pertenecería a la 49ª Brigada del Ejército de la República, aunque, por estar aún herido, parece que no parte al frente. Un mes después, en septiembre, abandona el batallón: se ha presentado voluntario para entrar en la Policía y las "amistades que tenía con compañeros destacados del Partido" le han conseguido el puesto. Durante medio año, hasta marzo de 1937, ése será su nuevo trabajo: agente en la comisaría del distrito Congreso de Madrid. 

Hay quien estos días ha acusado a Ángel de chequista' No puede afirmarse; ni siquiera en el proceso judicial sin garantías al que fue sometido figura testimonio alguno al respecto. Sólo puede decirse que el tío abuelo de Pablo Iglesias fue policía de la República en los meses de plomo del Madrid de la guerra, cuando la ciudad era un nido de registros, detenciones arbitrarias, torturas y ejecuciones de los sospechosos de simpatizar con el bando franquista. Según su relato, como agente sólo "prestó servicios de vigilancia de día y de noche" y "en los registros en los que intervino no encontró nunca de qué incautarse". 

Existe, no obstante, una grave acusación contra él en otro expediente de la Causa General, aunque como ocurre con toda esta documentación debe tomarse con mucha prudencia ya que fueron juicios sin garantías procesales y, además, data de cuando Ángel ya está muerto. Se trata de la declaración como testigo de otro panadero residente en Puente de Vallecas que delata a un grupo de compañeros de filas y que, aun así, será fusilado. Su nombre era Gregorio García Sánchez y, según se recoge en su declaración, contó que en el Puente de Vallecas funcionaba un grupo de las Juventudes Socialistas Unificadas conocido como Los Cinco Diablos, al que imputó un asesinato: el del dueño de una panadería llamado Juan Cayón. Su hijo y él fueron detenidos por el grupo juvenil, llevados a la Casa del Pueblo y asesinados el mismo día, "a finales de julio o primeros de agosto de 1936". "Los asesinos", según esta declaración, fueron cuatro de Los Cinco Diablos, además de "un tal Ángel Santamaría, que avanzada la guerra fue comisario político de Aviación". El dato coincide con la trayectoria de Ángel Santamaría Torremocha. Pero no constan pruebas.


COMANDANTE DE AVIACIÓN


De policía pasó pronto a comisario político de la Aviación republicana (siempre "en excedencia" de acudir al frente). El comisario político era la figura que se dedicaba a vigilar que los miembros del Ejército obedecieran las consignas ideológicas de la República. Empezó en el aeródromo de Alcalá de Henares (de marzo de 1937 al mismo mes de 1938). Después le trasladaron al de Barajas. Su último destino, a partir de junio de 1938, fue Valencia, donde tampoco prestó servicios de vuelo, y donde el PSOE le ascendió a comandante.

Allí permaneció, según el expediente, los últimos nueve meses de la guerra. Y allí le sorprendió el final de la contienda. Según figura en las declaraciones de sus dos compañeros de condena, comisarios políticos como él, entre los tres acordaron esperar en Valencia "la llegada de las tropas nacionales y someterse". Ángel se entregó; podía haber huido, pues tenía pasaporte, pero aseguró que carecía de medios económicos para hacerlo. Un informe de la sección aérea de Levante, en cambio, dice que "su actuación fue de carácter malísimo" porque en los estertores de la guerra, Ángel "quemó" en una estufa "toda la documentación" del Comisariado General del 2º Sector de la llamada Aviación Roja. Otro informe añade que, mientras lo hacía, "blasfemaba" contra el denominado Alzamiento.

La guerra terminó y el panadero, policía y comandante fue apresado. En el proceso que se siguió contra él se incluyeron informes que decían que era "confidente y chivato del SIM", el Servicio de Información Militar de la República, que durante la guerra vigilaba que no hubiera en las filas republicanas derechistas, quintacolumnistas o poumistas.

Además, se le intentó acusar torpemente de dos delitos de los que él renegó. Aparecen en un informe del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) procedente de Burgos. Por un lado, se le relaciona con el robo de un millón de pesetas en el convento de las carmelitas de la madrileña calle Góngora, en agosto de 1936, para lo que se aporta la única referencia de un breve en La Vanguardia según el cual el cabecilla del grupo era un tal "señor Santamaría". Por otro, se le intenta endosar el asesinato en Amurrio (Álava), en las mismas fechas, del fraile Vicente Cabanes, un crimen en el que sólo consta que intervino "una persona llamada Santamaría".

Ángel negó ambas cosas y, finalmente, el delito por el que los rebeldes lo condenaron fue, paradójicamente, el de "rebelión". No sirvió el aval de un industrial de Vallecas que intercedió por él asegurando que le había ayudado sacando a su hijo de la cárcel de Alcalá de Henares. Tampoco la argumentación de su abogado defensor, un militar que representaba también a sus dos compañeros, Antonio Guigot Suárez y Juan Agustín Fernández Suárez: "La Defensa alega que si estaban afiliados a partidos políticos era porque necesitaban trabajar. (...) Que al ir al frente rojo iban con la ilusión que las engañosas teorías marxistas producían en la mente de los pocos años y volvieron de él completamente desilusionados de aquellas ideas (...), por lo que después procuraban por todos los medios el buscarse lo que vulgarmente se llama enchufe. (...)". Y que sus cargos eran, en la rama de Aviación, de carácter puramente "administrativo". Uno de sus compañeros pidió "un puesto en la España Nacional". Ángel Santamaría no. En su turno de palabra sólo insistió en una cosa: él en Bilbao (por Amurrio) no había estado nunca.
EN LA FOSA 115

El 19 de diciembre de 1939, los tres fueron fusilados junto a otras 57 personas en el muro que hay a medio kilómetro del cementerio de Paterna, en el que aún se aprecian impactos de bala. Así lo afirma el historiador Vicent Gabarda, que ha elaborado un listado con los 2.238 fusilados en los primeros años de la dictadura cuyos restos sitúa en el cementerio de Paterna. En la nómina, Ángel y sus dos compañeros figuran en la fosa número 115, en el patio principal del cementerio. En esta fosa -con una superficie de unos dos metros cuadrados Y cuya profundidad se desconoce- se cree que se encuentran los restos de 157 presos fusilados en tres sacas distintas. Ángel pertenecería a la más antigua, de modo que sus huesos estarían en el fondo del agujero.

Allí se estima que lo tiraron después de sacarlo de la cárcel -en la causa militar figura en la Modelo de Valencia- y de fusilarlo en el muro cercano al cementerio. El registro del camposanto tiene las páginas de esos años arrancadas, cuenta el historiador, que sí ha accedido al registro de defunciones de Paterna. En el acta de Ángel, fechada el 20 de diciembre, pone que falleció un día antes. El campo para escribir la razón de la muerte está en blanco.

"Recuerdo que en mi casa su fotografía" con "la boina roja" de la República "estaba en un lugar muy visible", contó Pablo Iglesias en Paterna. "Mi abuela y mi tía, que me criaron junto a mi madre, siempre me hablaron de él, de Ángel Santamaría, un joven socialista, panadero, que poco antes de perder la guerra le decía a mi tía Ángeles: "Aunque todo se pierda, siempre nos quedarán los jardines de Atocha". (...) Mi tía Ángeles me contó que vio salir de la cárcel el camión en el que los trasladaban hacia el paredón. Iban esposados y fieros dando vivas a la República. Mi tío vio a su hermana y pudo dejar caer del camión, aún esposado, su gorra. Mi tía la recogió. Fue la última vez que le vio con vida. (...) Las hermanas de mi tío murieron sin poder hacer el viaje que hacemos hoy mi madre y yo. No pudieron enterrar los restos de su hermano junto a sus padres". En las imágenes del acto se le vio llorando.

A raíz de esas imágenes, otro pariente de Ángel Santamaría habló públicamente. Se trata de Ángel T. S., quien dice ser bisnieto del panadero. Su abuelo materno era hijo del panadero, precisa a Crónica. En Twitter, Ángel mostró su enfado con Iglesias: "En paz después de 80 años, pero triste al ver que a mi bisabuelo se le usa delante de las cámaras con unas elecciones por delante y lágrimas de cocodrilo. Muy triste; él nunca lo habría visto bien. Intimidad y familia, sin cámaras, Pablo".

"María Luisa [la madre de Iglesias] lleva en esto desde hace dos años, pero se ha mantenido en secreto hasta ahora", cuenta Miguel Mezquida, arqueólogo y director del equipo científico de la asociación ArqueoAntro que está actuando en Paterna. Esta semana han iniciado la excavación y exhumación de la fosa de Ángel Santamaría gracias al impulso de la Asociación de Familiares de la Fosa 115, en la que participa María Luisa Turrión, y a una subvención de la Diputación de Valencia.

Miguel Navarro, portavoz de la asociación de familias, explica que los parientes de los fusilados en Paterna se han sumado a la causa por crímenes de lesa humanidad que instruye la Justicia argentina. También han planteado 12 querellas en los juzgados de Paterna para que los delitos de sus parientes sean anulados. "No queremos indemnizaciones, ni odio, ni revanchas", dice Navarro. "Sólo que nos dejen sacar los restos de nuestros familiares de la fosa".