Tocando
fondo
Ctxt
26 de Julio de 2017
La imagen del presidente del
Gobierno entrando a escondidas en la Audiencia Nacional, declarando no a todo
con arrogancia desde su pupitre especial, protegido por un juez cuartelero y
más asustado incluso que el testigo, y saliendo a toda prisa de la cita para
presumir ante las cámaras oficiales de estar orgulloso de haber colaborado con
la Justicia y de haber sido el artífice de un Pacto de Estado contra la
violencia de género “valorado en 1.000 millones de euros” es una metáfora que
resume la histórica jornada en que tocó fondo la democracia española.
En la instantánea borrosa y
amarillenta del presidente-plasma se entreveían todos los vicios y delitos
forjados durante 40 años de setentayochismo reconcentrado: el desprestigio de
todas las instituciones presentes en la sala; el presidencialismo de facto que
gobierna el país sin soporte constitucional; la impunidad de los poderosos,
garantizada por el tenaz asalto a la separación de poderes perpetrado por el
PP; y un despliegue mediático imponente, irónicamente controlado en un 95% por
los mismos poderes corruptos que esa Justicia ocupada intenta combatir...
La declaración en sí misma fue
una farsa: el presidente del partido más corrupto de Europa dijo no conocer las
actividades corruptas de una trama de la que ha sido dirigente de primera línea
desde hace 30 años. Adujo que en el periodo investigado, y más allá, él solo se
ocupaba de los asuntos políticos, y no de los económicos o contables: como si
los responsables políticos del partido hubieran sido engañados por tesoreros
malvados, como si esos líderes ignoraran que el modus operandi del
partido conservador ha sido, desde su nacimiento y hasta hoy mismo, financiarse
ilegalmente mediante un sistema codificado de extorsión a empresas: dinero B a
cambio de contratos públicos. Simpático argumento, si no fuera tan
pueril.
La buena noticia del día, el
síntoma de que la democracia funciona, nos cuentan los defensores de este statu
quo putrefacto todavía vigente, es que un presidente del Gobierno en
ejercicio ha tenido que declarar como testigo ante los jueces por un asunto de
corrupción. Bueno, dicho así suena hasta razonable. Y ese es justo el problema:
lo extraordinario, lo intolerable, lo inaceptable, se ha convertido en España
en lo razonable, en la rutina, en un día más en la oficina.
Y ahí radica, precisamente, la
gravedad del momento político que vivimos:
Rajoy es el presidente de una organización criminal
que lleva años saqueando las
arcas públicas, gobernando contra el interés general, amordazando la disidencia
y legislando para los amigos y los cómplices. Que el PSOE y Ciudadanos (y
Podemos, por inacción) permitieran a Rajoy seguir gobernando fue una vergüenza
además de una desgracia. La comparecencia judicial del presidente el 26 de
julio solo es un eslabón más en una larga cadena de mendacidades y
despropósitos anunciados. ¿Podrán o querrán los representantes de la voluntad
popular desalojar a este nefasto personaje del poder y comenzar a revertir el
hundimiento de las instituciones exdemocráticas? Probablemente la respuesta sea
negativa. Pero es la única solución a este bochornoso espectáculo, a este
patético modo de tocar fondo, a esta vergonzosa manera de seguir cavando haciendo
como que no pasa nada, mirando hacia otro lado.
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