Accidente aéreo
militar
Yak-42: 15 largos años de
mentiras y maltrato del Estado a las familias de las víctimas
La confirmación de que existen restos humanos del
siniestro aéreo militar, denunciado hace años por familiares, supone un hito
más en el rosario de desplantes e insultos del Estado hacia padres, viudas e
hijos, que buscan conocer toda la verdad.
Madrid 30/5/2018
Público
Pablo Romero
El 25 mayo del 2003 quedó para la historia como la fecha de la mayor tragedia
de las Fuerzas Armadas españolas en tiempos de paz: un vetusto avión Yakovlev
42, fletado a través de una cadena de subcontratas por el Ministerio de Defensa
de Federico Trillo, se estrelló cerca de su escala,
Trebisonda, en la costa norte turca. De las 75 personas muertas en
el siniestro, 62 eran militares españoles que provenían de Kabul.
Ahora, se
confirma lo que muchos de los familiares de las víctimas sabían desde hace más
de una década: existen restos de sus seres queridos que aún siguen en territorio
turco y que jamás fueron identificados.
Se trata de un hito más
en un sinfín de desplantes, insultos, maltrato y desprecio ante los intentos de padres, viudas e hijos por conocer
toda la verdad de lo ocurrido, personas que han llegado a ser
calificados en el pasado de "locos" por el propio Ministerio, que les ha
llegado a acusar de "avergonzar a los muertos" con su comportamiento.
En los días y semanas posteriores al accidente, el
Ministerio y su entonces máximo responsable, Federico Trillo, se apresuraron a achacar el accidente
a un error humano combinado con algunos fallos técnicos del aparato que habían
desembocado en tragedia. El Gobierno, dirigido entonces por José María Aznar, lo había
hecho todo bien, se concluyó entonces. Comenzaba así un larguísimo viacrucis judicial — se abrieron cinco
procedimientos judiciales— y personal para muchos de los familiares que no han
cejado en su empeño por despejar todas las dudas y las mentiras oficiales de
semejante tragedia.
"La ministra ha mentido, como siempre"
El Ministerio de Defensa informaba esta misma semana
de la aparición de un resto humano —una parte de una
pierna— de una víctima del siniestro en un cementerio turco. Está sin identificar.
La propia ministra, María Dolores de Cospedal, explicaba en el Congreso que
aún no se sabe si la pierna localizada en un cementerio turco es de una víctima
española del accidente aéreo, y aseguraba que se había "llamado a todos los familiares, menos a
los de uno de los fallecidos que no quieren saber nada del asunto".
"La ministra ha mentido,
como siempre", afirmó a este diario Rosario Benítez, viuda
del comandante José Antonio Fernández Martínez. Por su parte, Mari Paz
Fernández, viuda del comandante José Manuel Ripollés, comentaba a este diario
poco después de las declaraciones de Cospedal que había gente afectada a la que
no habían llamado. "Lo que no se puede consentir es que salga primero en los medios,
si esto lo sabían hace mucho, ¿por qué no nos han informado antes?", se
preguntaba.
Restos humanos
Las inexplicables prisas que tuvo tras el accidente el Gobierno
por la identificación y traslado de los restos mortales de los militares
españoles fallecidos supusieron un cúmulo de despropósitos para las familias
afectadas. A 30 de ellos se le asignó una identidad errónea, y hubo casos en los que se
llegaron a mezclar restos de varios cuerpos en un ataúd.
De hecho, la aparición de la pierna de una de las
víctimas del accidente 15 años después, y a raíz de las gestiones del padre de
uno de los fallecidos, viene a confirmar lo que muchos llevan denunciando
durante años: hubo restos de sus seres queridos que se quedaron en Turquía.
"No entendemos el porqué de esta noticia ahora", comentaba a este
diario Benítez, que añadía: "Los familiares ya lo denunciamos en 2004".
Todo ello, pese la postura defensiva del Ejecutivo,
que consideró que el trabajo realizado fue "riguroso" y atacaba las informaciones y las denuncias de los
familiares. Por poner un ejemplo de entre muchos, en las cartas enviadas en su momento
por el secretario general de Política de Defensa de entonces y responsable de
atender a las familias, Jaime Jiménez-Ugarte (más tarde embajador en Suecia, luego con cargo en Marca España y hoy retirado), aseguraba que no hubo “restos
identificables” que se dejaran atrás y que “todos retornaron a España
debidamente identificados”.
Avión "de mierda"
El Gobierno fletó el fatídico vuelo a través de una cadena de hasta seis subcontratas; la compañía
Ukranian Mediterranean (UM Airlines) percibió sólo 38.000 euros de los 149.000
que pagó España por ese servicio. La documentación completa no aparece por
ninguna parte, pese a los esfuerzos de los afectados por encontrarla. Algunos
de los militares criticaron el estado de la aeronave —elocuentemente, el
comandante José Antonio Fernández, le dijo a su mujer antes de embarcar: "Reza por mí, este avión es una
mierda"—, mientras se acumulaban las quejas anteriores al siniestro por el uso de aquella
"tartana" aérea.
Las condiciones de los
pilotos, como se supo después, eran física y mentalmente inapropiadas para
realizar el vuelo, ya que acumulaban 23 horas de trabajo. Asimismo, la caja negra del aparato estaba estropeada,
por lo que del siniestro sólo se conservan las grabaciones de la comunicación
con la torre de control de Trebisonda. El Gobierno español además, no contrató los seguros obligatorios
para cada uno de los militares que viajaban en ese vuelo.
‘Premios’, indultos… y un tibio perdón
A todo el cúmulo de desplantes y chapuzas del Estado
hay que añadir la ausencia de asunción de responsabilidades políticas por
esta tragedia, completamente evitable según dedujo el propio Consejo de Estado en un demoledor dictamen emitido en
2017. El entonces ministro, Federico Trillo, cuya gestión cuajada de mentiras y perlas fue reprobada en
la Comisión de Defensa del Congreso en 2005, fue recompensado con el cargo de
embajador en el Reino Unido, cargo que abandonó en 2017 precisamente a raíz del
citado dictamen del Consejo de Estado. Hubo medallas y ascensos para los militares responsables de las falsas
autopsias y de las repatriaciones.
Sólo tres militares fueron condenados, en 2009, por el
asunto del Yak 42: el general Vicente Navarro (quien se libró de la cárcel por una
enfermedad y falleció), el comandante José Ramón Ramírez y el capitán Miguel Sanz. Fueron defendidos gracias al dinero en B del PP, según declaró
Luis Bárcenas en la Audiencia Nacional. Ramírez y Sanz fueron indultados por el Gobierno de
Rajoy (el ministro de Justicia era Alberto Ruiz-Gallardón), ante el estupor de los afectados.
Tras los carpetazos judiciales, los afectados sólo recibieron
las disculpas del Estado, también a principios de 2017. Fue la propia Cospedal
quien afirmó no tener problema en pedir perdón en nombre del Estado a las familias,
aunque su ministerio se niega atender la petición de indemnizaciones
solicitadas por varios familiares directos para sufragar su larguísimo periplo
judicial.
El enésimo desplante llegó el pasado día 25 de mayo, justo cuando se cumplían 15
años de la catástrofe; coincidió con la celebración del Día de las Fuerzas
Armadas en Logroño y no hubo ni una sola mención en los actos centrales a los caídos
en la mayor tragedia militar —claramente evitable y pésimamente gestionada— que ha sufrido España en
tiempos de paz.
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