25/05/2018
Y Aznar, haciéndose el longui
Angel Tristán
José María Aznar llegó a La Moncloa
mediante un truco que ahora empieza a cobrar cierto sentido contextual: exigió
la inmediata dimisión en 1986 al entonces presidente de Castilla León, Demetrio
Madrid, al ser procesado por un caso de justicia laboral en una empresa de su propiedad.
El líder socialista castellano leonés dimitió sentando un precedente ético
impecable. Luego, fue absuelto en 1989. Su feroz inquisidor ocupó el cargo en
la Junta y empezó una meteórica carrera.
Cooptado
por Manuel Fraga para sucederle, con el nada
democrático procedimiento del dedazo, repitió la fórmula. Hizo bandera de la
lucha contra la corrupción, real o imaginaria. Pero con grandes muestras de
incoherencia que difícilmente se pueden achacar a una mera y simplona
ingenuidad. Este hombre, que en ocasiones parece un tontaina, no lo es en
absoluto. Es vanidoso, engreído, soberbio, y de una estudiada seriedad, que de
tan seria es pintoresca. Cuando Canal Plus tenía guiñoles, era difícil adivinar cuál era el
Aznar de carne y hueso, y cuál su muñeco. Eran como Pili y Mili.
Así que
dio forma, experiencia tenía en historias de hadas, o de brujas, en escribir un
relato; lo que antes se llamaba un cuento. Frente a los escándalos que acusaban
al PSOE en la última legislatura de Felipe
González – que así y todo perdió por un escaso margen; "le faltaron dos
debates para ganar"- proclamó la tolerancia cero patatero. Pero, a la vez,
en cuanto ganó, se dedicó a despotricar contra la Fiscalía Anticorrupción. No
la consideraba necesaria porque el PP era un partido honrado incompatible con
las corruptelas.
El pre-trumpismo aznarista pudo ser
'la causa de la causa del mal causado'
La
Fiscalía Especial contra la Corrupción y la Criminalidad Organizada había sido
creada por Felipe González en abril de 1995, precisamente como una respuesta
proporcionada al problema que, de agravarse, podría minar la democracia y hacer
que la gente perdiera confianza en el sistema. Y puso a su frente a un fiscal
nada amigo de las componendas, Carlos Jiménez Villarejo.
Tampoco hay que olvidar que fue el secretario general del PSOE quien, desde su
condición de jefe del Gobierno, creó la Agencia Tributaria en 1990: dos
organismos clave en la lucha contra la corrupción. Unas iniciativas concretas y
operativas en la dirección correcta; una respuesta adecuada a la gravedad de la
situación.
El
pre-trumpismo aznarista pudo ser 'la causa de la causa del mal causado', como
dice el enrevesado aforismo jurídico. Todo lo que hizo Felipe González tenía
que ser borrado. Él, Aznar, era el Adán de una nueva era. En parte lo fue: fue
el primer jefe de Gobierno que casó a una hija en El Escorial, palacio real,
monasterio y panteón de reyes. Y sí, como repiten las redes sociales, de aquel bodorrio
solo los camareros y cocineros se han librado de la imputación por golfos o
asimilados. Con las excepciones de rigor. Al despreciar la Fiscalía especializada
en la lucha contra la corrupción y el blanqueo de capitales, debilitó su
imagen, haciendo que se le perdiera el 'respeto debido' y perdió impulso la
investigación. El Fiscal General Jesús Cardenal, llegó a plantear su disolución
en 2003. Esta no se produjo, pero sí su debilitamiento político y
presupuestario.
"Son casos aislados",
"no es una trama del PP, es una trama contra el PP", y zarandajas
exculpatorias parecidas
Mientras
tanto, el discurso era, y siguió siendo en todo el aznarato, y en la marianidad
que sustituyó al interregno de Zapatero, una media verdad que, como pocas
veces, constituyó una mentira y una cortina de humo; además de un señuelo
contramedidas para desviar la atención. "Aquí el único partido condenado
por corrupción es el PSOE por el caso Filesa". Esto se hizo dogma de fe y
lugar común en los argumentarios, repetidos a coro por unos bien instruidos
políticos que lo cantaban a coro. Pero Dios no escucha las majaderías ni dichas
en latín y gregoriano. Era cierto que el PSOE había sido condenado por el caso
Filesa, el cobro de comisiones nacido, al parecer, para hacer frente a los
cuantiosos gastos de llevar en solitario el referéndum para la entrada de España
en la OTAN. Pero la intención era lo de menos: como dice el proverbio
cristiano, "el camino al infierno está empedrado de buenas
intenciones".
Pero
este argumento era tramposo. El PP borraba otra realidad: el paralelo caso Naseiro,
que era
la punta del iceberg que al cabo de los años hundió al Titanic Popular,
existió; pero exquisiteces jurídicas anularon las pruebas, unas escuchas en las
que, mientras buscaban pistas sobre narcotráfico, los investigadores se
encontraron con unos aprovechados que tramaban un cobro ilegal de comisiones.
Aunque el tribunal ordenó destruir las cintas, en internet nada desaparece para
siempre. Una copia subida a la nube goza de eternidad.
El ninguneo de este precedente se interiorizó de tal forma que no
se tuvo en cuenta ni siquiera para evitar su repetición. El nombre de Naseiro
apareció por primera vez, así como el de un joven Zaplana. La utilización
de Filesa como ventilador hizo descuidar las precauciones. A su vez,
el arropamiento a los corruptos, por aplicación de aquel principio de EE UU de
que "Batista es un hijo de puta, pero es nuestro hizo de puta", que
servía para el cubano pero también para el nicaragüense Somoza, o para
cualquier tirano banderas bananero, se aplicó indiscriminadamente.
Todo ello degeneró en la práctica en una omertá.
El cáncer, a falta de quimio o cirugía, o prevención protocolizada para
detectar estos tumores, fue extendiéndose. Y en todos los casos se minusvaloró
el proceso. "Son casos aislados", "no es una trama del PP, es
una trama contra el PP", y zarandajas exculpatorias parecidas. En 2014, a
la vuelta de la esquina mirando hacia atrás, Aznar sostenía en el Foro del
Grupo de Líderes Empresariales (LIDE) de Brasil, que el exceso de normas
anticorrupción dificultaba la política mientras, paradójicamente, defendía la
lucha contra la corrupción. No hay duda sobre la habilidad de este hombre en
decir una cosa y su contraria separadas sólo por una coma.
'Gürtel' no se acabó con la
represalia contra el juez Baltasar Garzón ni con los manejos muy 'trillanos'
para dificultar la investigación.
Cuando
Mariano Rajoy sucedió a José María Aznar al frete del PP, ya tenía suficiente
experiencia en el asunto. Había lidiado con la corrupción ya durante su
entrenamiento político en Galicia, cuando los escándalos zarandeaban a la Xunta
de Fernández Albor. El vicepresidente Rajoy, quitaba importancia al problema.
En una entrevista que le hice en el acogedor salón del Parador Nacional de
Pontevedra– yo era en esa época subdirector de Faro de Vigo- publicada el 22 de marzo de 1987, él
tenía 32 años, le planteé que él había prometido "inicialmente, averiguar
lo de la corrupción y que después se rajó (sic) y que en el fondo de lo que se
trata es de cambiar un cacique por otro".
Él
respondió tajante: "Ese tipo de versión no la admito. (...) Lo que sí
tengo claro es que la gestión de la Administración tiene que ser transparente y
eficaz: concursos públicos, igualdad de oportunidades etcétera (...) Como
presidente de la Diputación (de Pontevedra) siempre lo hice, y en la Xunta ya
se está haciendo".
Eso decía. Y ha sido muy coherente: lo ha seguido diciendo hasta
casi ayer. Transparencia y transparencia. Como decía madame Roland, señalada
partidaria de la Revolución francesa, al pie de la guillotina durante el
Terror, "libertad, libertad, cuántos crímenes se cometen en tu
nombre".
Los escándalos que ahora atormentan al gran partido de la derecha,
a punto de ser engullido por Ciudadanos, han sido incubados desde lejanos
tiempos políticos, bajo el 'régimen' de Aznar, convertido ahora en un resentido
oráculo de la perfección que nunca tuvo. En este asunto, mucho pico pero poca
pala.
Pero la semilla no hubiera florecido si durante el marianismo se
hubiera actuado con decisión, pero se prefirió tratar la necrosia como un
eczema de primavera. Los intentos de neutralizar el avance de los procesos con
chorros de tinta de calamar gigante, no hicieron efecto. 'Gürtel'
no se acabó con la represalia contra el juez Baltasar Garzón ni con los manejos
muy 'trillanos' para dificultar la investigación.
Durante décadas la sociedad fue
complaciente; veía los casos de corrupción con espíritu corporativo.
Con
lenguaje soez de puro cabreado, un ex militante popular, asqueado de tanta
"mierda" y de tanto empeño en diluir la responsabilidad y de tanto
"y ustedes más", comentaba al conocer la condena ejemplar de la
Audiencia Nacional. "Es que, ¿sabes?, el disimulo te
manda a tomar por culo". Lo sé, lo sé, este es un lenguaje propio de Pablo
Iglesias bis, pero así fue el exabrupto. Que no será muy educado, pero peor es
contemplar la corrupción como quien contempla las amapolas en un prado.
Tanta
irresponsabilidad ha habido, tanta la vanidad por las plazas de toros llenas,
los estadios a rebosar, los mítines a la americana, la vida es sueño, que se
tapaba el mal olor con botellitas de ambientador.
Durante
décadas la sociedad fue complaciente; veía los casos de corrupción con espíritu
corporativo. Ellos y nosotros. Pero poco a poco, y con la aparición de movimientos
alternativos con capacidad de recambio, las
circunstancias han cambiado.
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