Tribuna
Sexo y empatía. Las bases éticas del follar
Introducir la empatía en
cualquier relación quiere decir preocuparse por el otro o la otra, por su
bienestar, y nada de esto está reñido con
ningún tipo de sexo.( excepto el machista)
ctxt
27 mayo 2018
A raíz de lo ocurrido con la
sentencia de La Manada, en los días (ya semanas) siguientes, hemos hablado y
escrito de muchas cosas relacionadas con el feminismo y no estrictamente con la
sentencia en sí, que también. Digamos que la sentencia, como antes el 8M, está
sirviendo para levantar muchas alfombras y levantarlas incluso de sitios donde
hacía años que nadie se ocupaba de barrer. Esta sentencia ha provocado
indignación porque antes estuvo el movimiento #MeToo y porque una gran parte de
la revuelta feminista de los últimos tiempos tiene que ver con la violencia
sexual, es una revuelta contra las violaciones y el acoso, contra la sexualidad
machista, en definitiva. Así que por fin se nos presenta la oportunidad al
feminismo de hablar más de sexo. Porque el sexo es el elefante blanco que está
en una habitación y nadie parece ver. Y no se trata sólo de denunciar, castigar
o perseguir, no se trata de aumentar las penas, sino de reflexionar acerca de
qué es esa “cosa escandalosa” (parafraseando a Donna Haraway y refiriéndola
aquí a la sexualidad patriarcal) y qué relación tiene con la desigualdad
social, con las relaciones de género, con el poder, con la política. Es hora de
volver a pensar la sexualidad como una construcción política que incide en las
relaciones sociales de manera fundamental.
¿Entendemos lo mismo por “sexo”?
Al fin y al cabo parece que hay una
discordancia muy evidente cuando un juez ve jolgorio donde otros jueces vieron
dolor extremo; cuando los violadores y todos sus palmeros están convencidos de
que hubo sexo y cuando las mujeres sabemos que allí hubo una violación. Es
evidente que la discordancia sobre lo que entendemos por sexo alcanza incluso
al interior del feminismo. De hecho, algunos de los asuntos más
polémicos dentro de éste, como la prostitución o la pornografía, tienen que ver
con el sexo, con lo que entendemos por sexo y también con lo que entendemos, en
definitiva, por sexo ético. En realidad, nadie dentro del feminismo niega
que el sexo es un lugar en el que se dilucidan relaciones de poder socialmente
construidas. Esta consideración no es nueva, el feminismo de la Segunda Ola, al
fin y al cabo, nació como una teoría radical de la sexualidad pero hacía mucho
que la sexualidad patriarcal no se ponía en el punto de mira de la mayoría del
feminismo como ahora ha ocurrido. Y surgen preguntas necesarias: ¿Cómo influye
la construcción sexual masculina y patriarcal en la realidad, en las relaciones
entre hombres y mujeres? ¿Qué relación guarda dicha sexualidad con la
construcción de la subjetividad masculina? ¿Podemos deconstruir la sexualidad
masculina hegemónica? ¿Es necesario follar de otra manera para ser más iguales?
¿Hay una manera justa de follar? ¿Hay una manera ética o la ética no tiene nada
que ver con follar?
nadie
dentro del feminismo niega que el sexo es un lugar en el que se dilucidan relaciones
de poder socialmente construida
Cualquier cosa que tenga que ver con
la sexualidad requeriría de un libro extenso, pero de manera concisa pienso que
no podemos renunciar a tener criterios éticos con respecto a cualquier acto en
el que intervenga la voluntad porque somos seres morales; y quizá en el sexo
menos que en muchos otros porque la sexualidad es un pilar de nuestra
subjetividad, y también porque implica una relación con otro/a(s) persona(s).
Sabemos también (y eso no lo niega casi nadie) que la sexualidad patriarcal
está muy relacionada con el dominio (la conquista) y no tanto con la
reciprocidad o la igualdad. Digamos que la mayoría de la gente asume que hay
una ética de mínimos que aplica en el sexo: el consentimiento. Pero en estos
momentos han surgido voces feministas que piden que se vaya más allá y han
problematizado la propia noción de consentimiento aplicado al sexo. Sin duda
que el consentimiento significó un avance en su día teniendo en cuenta que
hasta hace poco este era irrelevante y aún lo es en gran parte del mundo. Puede
que a la hora de plasmarlo en los códigos debamos referirnos a él como concepto
jurídico, pero sí pienso que, al menos desde el feminismo, podemos
problematizarlo. Por una parte porque es evidentemente un factor de desigualdad
que nos sitúa a hombres y mujeres en lugares diferentes, con subjetividades
diferentes, deseos diferentes, modos de follar también distintos y
supuestas diferentes necesidades. Somos las mujeres las únicas que
consentimos, mientras que ellos desean y actúan; nos follan. Nosotras, así, nos
situamos como objeto deseado y pasivo, mientras que ellos son el sujeto activo
que, con suerte, pide el consentimiento para el acceso a nuestro cuerpo. El
consentimiento, además, puede comprarse con dinero o con otro tipo de bienes,
materiales o inmateriales; puede darse incluso a cambio de amor. Puede
conseguirse de múltiples maneras pero siempre desde posiciones de poder
diferentes: son ellos los que buscan conseguirlo, comprarlo, forzarlo y
nosotras las que lo poseemos como un bien con el que negociar. Y alrededor de
esta concepción del consentimiento se levanta una construcción inmensa de
desigualdad material y simbólica: ellos desean, necesitan, follar;
nosotras consentimos (o no) que nos follen.
se debe
educar a los hombres de manera que ninguno se muestre indiferente frente al
malestar sexual de una pareja, para que el bienestar sexual de la otra(s) sea
tan importante como el suyo propio
Entonces, para que follar sea ético
¿basta con el consentimiento (y qué clase de consentimiento) o tenemos que ir
más allá si queremos que la sexualidad y lo que lleva aparejado, promueva,
refleje, posibilite, eduque en la igualdad entre hombres y mujeres y procure
una distribución igualitaria de placeres y bienes simbólicos? ¿Qué tiene que
ver todo eso con la empatía? ¿Es necesario follar con empatía para que sea un
follar ético e igualitario o eso entorpece la idea que tenemos del sexo? Cuando
una tuitera (@magdalenaProust) mezcló sexo y empatía se armó un lío
tremendo. Follar con empatía es quitarle toda la gracia al sexo dijeron muchos
y muchas. La pregunta entonces es ¿qué es follar con empatía? ¿Es necesario?
¿Es feminista? Creo que sí, que es necesario y que es necesariamente feminista.
Y lo es porque la sexualidad masculina hegemónica, al menos en el plano del
deseo, se construye, no sobre la cosificación de los cuerpos (que puede ser un
elemento del deseo), sino sobre la deshumanización. Y a la hora de interpretar
esta construcción sexual, a la sempiterna deshumanización patriarcal le tenemos
que unir la ideología neoliberal que impone una interpretación de la relación sexual
como algo absolutamente individual y sin consecuencias más allá de dicha
relación; que ha borrado de nuestras cabezas la posibilidad de analizar
estructuras materiales e ideológicas que construyen la realidad, también la
sexual. Introducir la empatía en el follar (o en cualquier otra relación)
quiere decir preocuparse por el otro o la otra, por su bienestar, quiere decir
tener la capacidad para ponerse en su lugar, y nada de esto está reñido con
ningún tipo de sexo (excepto el sexo machista): el sexo casual, el sexo con
muchas o muchos, el sexo con desconocidas/os, el sexo fuerte, el sexo incluso
voluntariamente cosificador… el sexo como sea, siempre que se sepa que ahí, al
otro lado, hay un ser humano, una mujer, con su propio deseo y con el mismo derecho
a que dicho deseo sea atendido y respetado. Creo que siempre es mejor no tratar
a las personas como un medio que hacerlo, que las relaciones sexuales tienen
siempre que incluir preocupación activa por la(s) otra(s) persona(s), por su
bienestar, por su placer; que se debe educar a los hombres de manera que
ninguno se muestre indiferente frente al malestar sexual de una pareja, para
que aprendan a identificar este, para que el bienestar sexual de la otra(s) sea
tan importante como el suyo propio. Las mujeres deben también aprender a
expresar su deseo, sus malestares, sus preferencias al follar y los hombres
tienen que aprender a escucharlas, respetarlas, percibirlas, tenerlas en
cuenta… Por tanto, sí, empatía.
Gayle Rubin, con la que coincido en
pocas cosas, define muy bien en qué marco deben moverse los encuentros sexuales
para que puedan ser considerados éticos. Dice Rubin que los encuentros sexuales
tienen que ser juzgados por la manera en la que las partes se tratan una a otra
en el nivel de consideración mutua; por la presencia o ausencia de coerción y
por la cantidad y calidad del placer que se dan. Esto es la empatía al follar,
nada más y nada menos. No hay ética sin feminismo y el feminismo es también una
ética. Así que creo que toca, sí, comenzar a exigir a los hombres
comportamientos éticos también en el terreno de la sexualidad, lo que en
definitiva no es más que asumir y contemplar la plena humanidad de aquella(s)
con quien(es) se folla. Parece fácil, pero hay toda una construcción masculina
del deseo, de la sexualidad, del follar, que impone lo contrario. Y eso
es justo contra lo que se ha levantado el feminismo.
Autora
Beatriz Gimeno
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