Yo no soy
Charlie
Público
12-1-2015
Toni Ramoneda
Miembro del observatorio de discursos y contra-discursos europeos de la
Universidad de Franche-Comté y autor de Europa como discurso. Un ensayo de
democracia real, RBA, 2014
El miércoles 7 de enero me disponía a ir al funeral
por la muerte de un amigo cuando escuché la noticia de un tiroteo en los
locales de la revista Charlie
Hebdo. Salí de casa inquieto, consciente de que había muertos y de que no
se trataba de uno más de estos ataques que la revista ha sufrido en los últimos
tiempos, pero era incapaz de imaginar la realidad de lo ocurrido. Y mi mente
estaba en otra parte. Durante la ceremonia, laica, citaron el carácter crítico,
libre, solidario e irreverente del amigo desaparecido y pensé en los números de Charlie Hebdo que seguramente había comprado, leído
y compartido. Era una sensación extraña y un doble homenaje a la vez, como si
el símbolo del periódico atacado se encarnara en el adiós que le brindábamos al
amigo. Ya que tenía que morir, se merecía hacerlo con Charlie, llegué a
pensar. Luego, mientras volvía a casa descubrí los nombres de los asesinados,
Charb, Cabu, Wolinski… Firmas conocidas de todos y trazos reconocibles a los
que tenía la mecánica costumbre de echar una mirada al pasar frente al kiosko.
Yo no soy francés pero trabajo en un instituto público
de las afueras de Lyon. Uno de mis compañeros había hecho, de joven, unas
prácticas en Charlie Hebdo,
otra tiene en su casa pilas y pilas de la revista con sus portadas míticas
irreverentes hacia todo y contra todos. El jueves por la mañana había lágrimas
en la sala de profesores y también había las pegatinas “yo soy Charlie” y en
las pantallas de información del instituto un imponente “somos Charlie” sobre
fondo negro.
Esta ha sido una semana dura. El lunes, primer día de
clase después de las vacaciones de navidad, descubrimos que la exposición sobre
los judíos en Francia hecha por los alumnos del proyecto en memoria de la Shoa
había sido lacerada a cuchillazos. Se recordó a todos los alumnos la gravedad
de los hechos y todos pensamos también en aquellas pintadas que habían
aparecido frente a la entrada del instituto el año pasado, de simbología
fascista y con la frase “fuera los musulmanes de Francia”, que pese a las capas
de pintura todavía siguen perceptibles sobre la piedra.
Yo no soy francés, ni musulmán, ni judío, ni tampoco
lector de Charlie Hebdo, pero esta semana ha sido dura. El
miércoles por la noche fui con mi hija a la plaza del ayuntamiento, el silencio
acongojaba y la multitud era impresionante. Mañana iremos a la manifestación
aunque sea difícil para una niña de seis años comprender lo que ocurre porque
quiero que vea que en el mundo los extraños, desconocidos y anónimos son tan
numerosos que siempre serán más fuertes y más reconfortantes que cualquier
identidad conocida.
El amigo muerto, Charlie
Hebdo, las pintadas en un instituto, el acto vandálico contra un trabajo
sobre la Shoa, la manifestación en repulsa del atentado, mi propia vida que voy
aquí desvelando, ¿qué significa todo esto? Nada. Nada más que este relato que
trato de construir para que ustedes lo lean. Porque este ejercicio de recordar,
relacionar, nombrar y construir es lo que hacemos diariamente los seres
humanos. Y lo hacemos a partir de los hechos y de las palabras de nuestro
entorno. Sin embargo, ahora mismo, “yo soy Charlie” es el enunciado que nos
sirve para empezar cada uno de nuestros relatos. El jueves incluso fue la frase
que a muchos nos ayudó a salir de la cama para ir al trabajo. Esta frase, para
quienes vivimos en Francia, está presente en cada tienda y cada edificio
oficial, en la entrada del museo que acabamos de visitar, en las paradas de
autobús, en las redes sociales y hasta en la página principal de mi explorador
de Internet. Hay algo inquietante en todo ello, en la ciudad repleta de
carteles, pancartas y papelitos negros con una frase unívoca y exclusiva: “yo
soy Charlie”. Es inquietante porque esta homogeneidad negra es el sueño (en las
zonas de Syria e Irak controladas por Daesh es la terrible realidad) de todo
totalitarismo.
Por eso estoy deseando que después de haber salido
todos a la calle volvamos a casa sin ser nadie ni nada más que lo que somos y
queremos ser y sigamos con nuestro relato, personal y colectivo. Para este
relato habrá que encontrar las palabras: “guerra”, “lucha”, “terroristas”,
“djihadistas”, “fundamentalistas”… Deberemos escoger, relacionar y construir discursos
y relatos como este. Habrá que hacer frente al asco que nos producirán algunos,
como ahora, cuando escribo al tiempo que Jean-Marie Le Pen dice “pues lo
siento, pero yo no soy Charlie”. Utiliza mis palabras pero dice todo lo
contrario. Pero la democracia tiene sentido porque vive en amenaza permanente y
el día en que nos explican que sólo tenemos que defenderla es que ya hemos
dejado de ejercerla.
Charlie Hebdo es el símbolo de este ejercicio constante y quienes
fueron asesinados serían los primeros en gritar al unísono y con sorna que
ellos no son Charlie y no
sólo por humor, sino porque frente a la barbarie, frente a la dictadura
ideológica, frente al miedo y a la dominación lo que más desearían, creo yo, es
encontrar y compartir todos los relatos con los que construimos un mundo en el
que cualquiera puede ser reconocido sin tener que ser ni dejar de ser.
Un mundo libre.
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