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sábado, 24 de enero de 2015

38 años de la matanza de Atocha

La matanza de Atocha y la lucha por la democracia
Como es sabido, la matanza de Atocha fue sin duda la acción violenta más terrible de la transición pero ni mucho menos la única ni la última. Ese día, una estudiante (Mary Luz Najera) había muerto en las calles de Madrid y el anterior otro estudiante (Arturo Ruiz) también fue asesinado.
nuevatribuna.es | Héctor Maravall Gómez-Allende | 23 Enero 2015 
Aunque quizás sea posible hacer alguna consideración relacionando aquel momento de la dramática historia de nuestro país con algunos debates de actualidad.
Como es sabido, la matanza de Atocha fue sin duda la acción violenta más terrible de la transición pero ni mucho menos la única ni la última. Ese mismo día, una estudiante (Mary Luz Najera) había muerto en las calles de Madrid y el anterior otro estudiante (Arturo Ruiz) también resultó asesinado. Las muertes violentas no dejarían de estar presentes en esos años, sin olvidar el terrorismo de ETA, que cada dos por tres nos dejaba con el alma en vilo o del Grapo que siguió actuando en contra del proceso democrático.

No, la transición no fue ni mucho menos un camino de rosas ni un pacto vergonzante. Todos, absolutamente todos los diputados y diputadas del PCE que fueron elegidos en la primera legislatura democrática habían sido víctimas en mayor o menor medida de la represión, habían conocido cárceles, exilio, peticiones de pena de muerte…Por eso sabían el valor de la libertad, de lograr una constitución democrática y pelearon por ella, sabiendo que eran una minoría en las Cortes Generales y que tenían que pactar con socialistas, nacionalistas y el centro derecha de Adolfo Suárez. Tuvieron la satisfacción de que  muchas, muchísimas, de las propuestas por las que habían luchado durante casi 40 años estaban recogidas con mayor o menor intensidad en aquella Constitución y lograron, junto con los socialistas, que el centro derecha, que tan solo unos meses antes todavía no aceptaba la legalización de los comunistas, acabara pactando la Constitución más progresista de Europa.


Javier Sauquillo, como Lola González Ruiz y Luis Ramos, se situaba en lo que podríamos llamar el ala izquierda del PCE. Habíamos sido críticos con algunas posiciones de Santiago Carrillo y habíamos tenido  nuestras objeciones al Pacto por la Libertad e incluso al propio Eurocomunismo. Pero si algo caracterizaba a Javier era su profunda formación marxista y una experiencia política, no muy larga, porque era todavía muy joven, pero muy intensa. Era un marxista muy puesto al día, al tanto de todos los debates de la izquierda en la década de los sesenta y setenta, que como muchos de nosotros había vivido desolado la aniquilación del gobierno de Allende y vivía esperanzado el avance del PCI en Italia de la mano de Enrico Berlinguer.

Javier, como nosotros sus amigos y camaradas, sabía perfectamente lo que era y es “la correlación de fuerzas”; conocía bien la historia de nuestro país (lo que no siempre se puede decir de alguna gente de la actual izquierda); era consciente de las muchas derrotas y frustraciones sufridas por la izquierda española en el siglo XIX y XX; se tomaba muy en serio lo que eufemísticamente llamábamos “poderes lácticos”; llevaba siete años comprobando como abogado laboralista, los sufrimientos de las clases populares, sus condiciones de trabajo y de vida y la necesidad de que esa situación terminara cuanto antes.
Por ello, al igual que sus demás camaradas muertos y heridos en el despacho de Atocha 49, buscaba a todo trance abrir, parafraseando a Salvador Allende, las amplias alamedas de la libertad. Y luchó por ello y apoyó los pactos y acuerdos con gentes que venían del otro lado, incluso con excombatientes de Franco como Jaime Miralles o Satrustegui o personalidades que tanto daño habían hecho a la II Republica como José María Gil Robles.
Estoy seguro que si Javier y los demás amigos y camaradas hubieran sobrevivido a la matanza, hoy seguirían defendiendo la política eurocomunista de la transición y su plasmación en la Constitución de 1978 y mostrarían su indignación con la tergiversación o ignorancia de quienes hoy hablan de pacto de castas o de candado a la democracia.

Nunca podré decir que su sacrificio mereció la pena, pero su muerte no fue en balde y la democracia y toda la ciudadanía española a ellos y a otros miles de víctimas les debemos mucho.

38 años de los asesinatos de Atocha
Juan Antonio Mata Marfil | Ex presidente del Consejo Económico y Social de Castilla - La Mancha
nuevatribuna.es | 24 Enero 2015 - 11:45 h.

SI EL ECO DE SU VOZ SE DEBILIITA, PERECEREMOS.
Paul Eluard
Hoy, 24 de Enero, hace 38 años que un grupo de pistoleros fascistas, siguiendo órdenes de sus jefes, a las diez de la noche entraron en el despacho de Abogados de CC.OO. situado en la calle Atocha 55 de Madrid y asesinaron a Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz, Francisco Javier Sauquillo Pérez, Serafín Holgado todos ellos Abogados y al Administrativo Ángel Rodríguez Leal, y mal hirieron a los también Abogados: Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huertas Carbonell, Luis Ramos Pardo y Dolores González Ruiz.
Fue un crimen horrible, execrable, de los que permanecen vivos en la mente de muchos de nosotros, y que intentaba, entre otras cosas, parar, frenar en seco el proceso democrático que estaba iniciando nuestro país. Fue un crimen contra la libertad, la democracia y los derechos de los trabajadores. Pero no lograron su objetivo, y el camino hacia la libertad, no solo no se frenó sino que incluso se aceleró, porque las ansias de libertad del pueblo español, era mucho mayor que el miedo que ellos nos querían imponer.
Hoy, cuando determinadas gentes y organizaciones políticas, incluso del ámbito de la izquierda, califica a la transición como el fruto de un pacto de élites y que estuvo al servicio de los poderosos, no puedo por menos que mostrar mi más radical desacuerdo. No fue un pacto entre elites quien la trajo, sino la pelea durante muchos años de cientos, de miles, de millones de españoles que un día tras otro, en la empresa, en la universidad, en la asociación de vecinos, en el movimiento feminista o en el campo, lucho, peleo sin descanso y en las peores condiciones, para hacer posible que la libertad y la democracia se hicieran realidad.
Aquella generación, la de la transición, a la que me siento tan unido y orgulloso de pertenecer, se dejó lo mejor de sí mismo, incluso algunos la vida, para conquistar la libertad, la democracia, y con ella el arranque hacia una sociedad mucho más justa, más solidaria y con más derechos que la que nos deparó el franquismo y la dictadura.
Las libertades no nos fueron regaladas, hubo que pelearlas, al igual que el progreso y el avance social que durante estos más de 30 años no nos han sido regalados, ni a los trabajadores ni a las clases populares, sino que se ha ido haciendo realidad, se ha ido construyendo, dando día a día la batalla, avanzando unas veces más deprisa, otras más despacio, pero avanzando siempre, hasta que una crisis económica que ni se creó en el país, y mucho menos los trabajadores, ha venido a cambiar el sino y el devenir de la historia. Así hoy, buena parte de los derechos laborales y sociales y la libertades individuales y colectivas por la que se luchó en la dictadura y se peleó en la democracia, nos están siendo arrebatadas por una derecha política corrupta e insolidaria a la que, hay que decirlo, democráticamente se le entregó todo el poder político y a una derecha económica egoísta que solo sabe de sus intereses y de sus beneficios.
Las nuevas generaciones que tiene razón y mucha, cuando exigen cambios en el terreno político, económico y social, y reivindican más participación, mas libertad, mas democracia, pero también deben conocer que la libertad que disfrutamos fue conquistada y que los avances no han sido fruto de la casualidad, sino del compromiso y la pelea de mucha gente, y muy especialmente del sindicalismo de clase, con CC.OO. al frente.  

Tras no haber faltado ningún año desde hace más de veinte, al acto de homenaje que CC.OO. de Madrid organiza a través de la Fundación Abogados de Atocha, este año mis obligaciones laborales me impiden estar allí, pero ello no es óbice para recordar con dolor y rabia a los compañeros asesinados, al tiempo que reivindicar el espíritu de los Abogados de Atocha  y afirmar que sigue vivo, sigue intacto en la mente y en el quehacer diario de cientos, de miles de militantes obreros y de luchadores por la libertad, porque si el “eco de su voz se debilita, pereceremos”.

PD. En 2002, el Gobierno de Castilla-La Mancha creo el Premio Abogados de Atocha, y en 2012 Cospedal de un plumazo en un acto de chulería y prepotencia procedió a anularlo, aunque CC.OO. en solitario lo ha venido mantenido.

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