La matanza
de Atocha y la lucha por la democracia
Como es
sabido, la matanza de Atocha fue sin duda la acción violenta más terrible de la
transición pero ni mucho menos la única ni la última. Ese día, una estudiante
(Mary Luz Najera) había muerto en las calles de Madrid y el anterior otro
estudiante (Arturo Ruiz) también fue asesinado.
nuevatribuna.es | Héctor Maravall Gómez-Allende | 23
Enero 2015
Aunque quizás sea posible hacer alguna consideración
relacionando aquel momento de la dramática historia de nuestro país con algunos
debates de actualidad.
Como es sabido, la matanza de Atocha fue sin duda la
acción violenta más terrible de la transición pero ni mucho menos la única ni
la última. Ese mismo día, una estudiante (Mary Luz Najera) había muerto en las
calles de Madrid y el anterior otro estudiante (Arturo Ruiz) también resultó
asesinado. Las muertes violentas no dejarían de estar presentes en esos años,
sin olvidar el terrorismo de ETA, que cada dos por tres nos dejaba con el alma
en vilo o del Grapo que siguió actuando en contra del proceso democrático.
No, la transición no fue ni mucho menos un camino de
rosas ni un pacto vergonzante. Todos, absolutamente todos los diputados y
diputadas del PCE que fueron elegidos en la primera legislatura democrática
habían sido víctimas en mayor o menor medida de la represión, habían conocido
cárceles, exilio, peticiones de pena de muerte…Por eso sabían el valor de la
libertad, de lograr una constitución democrática y pelearon por ella, sabiendo
que eran una minoría en las Cortes Generales y que tenían que pactar con
socialistas, nacionalistas y el centro derecha de Adolfo Suárez. Tuvieron la satisfacción
de que muchas, muchísimas, de las propuestas por las que habían luchado
durante casi 40 años estaban recogidas con mayor o menor intensidad en aquella
Constitución y lograron, junto con los socialistas, que el centro derecha, que
tan solo unos meses antes todavía no aceptaba la legalización de los
comunistas, acabara pactando la Constitución más progresista de Europa.
Javier Sauquillo, como Lola González Ruiz y Luis
Ramos, se situaba en lo que podríamos llamar el ala izquierda del PCE. Habíamos
sido críticos con algunas posiciones de Santiago Carrillo y habíamos
tenido nuestras objeciones al Pacto por la Libertad e incluso al propio
Eurocomunismo. Pero si algo caracterizaba a Javier era su profunda formación
marxista y una experiencia política, no muy larga, porque era todavía muy
joven, pero muy intensa. Era un marxista muy puesto al día, al tanto de todos
los debates de la izquierda en la década de los sesenta y setenta, que como
muchos de nosotros había vivido desolado la aniquilación del gobierno de
Allende y vivía esperanzado el avance del PCI en Italia de la mano de Enrico
Berlinguer.
Javier, como nosotros sus amigos y camaradas, sabía
perfectamente lo que era y es “la correlación de fuerzas”; conocía bien la
historia de nuestro país (lo que no siempre se puede decir de alguna gente de
la actual izquierda); era consciente de las muchas derrotas y frustraciones
sufridas por la izquierda española en el siglo XIX y XX; se tomaba muy en serio
lo que eufemísticamente llamábamos “poderes lácticos”; llevaba siete años
comprobando como abogado laboralista, los sufrimientos de las clases populares,
sus condiciones de trabajo y de vida y la necesidad de que esa situación
terminara cuanto antes.
Por ello, al igual que sus demás camaradas muertos y
heridos en el despacho de Atocha 49, buscaba a todo trance abrir, parafraseando
a Salvador Allende, las amplias alamedas de la libertad. Y luchó por ello y
apoyó los pactos y acuerdos con gentes que venían del otro lado, incluso con
excombatientes de Franco como Jaime Miralles o Satrustegui o personalidades que
tanto daño habían hecho a la II Republica como José María Gil Robles.
Estoy seguro que si Javier y los demás amigos y
camaradas hubieran sobrevivido a la matanza, hoy seguirían defendiendo la
política eurocomunista de la transición y su plasmación en la Constitución de
1978 y mostrarían su indignación con la tergiversación o ignorancia de quienes
hoy hablan de pacto de castas o de candado a la democracia.
Nunca podré decir que su sacrificio mereció la pena, pero
su muerte no fue en balde y la democracia y toda la ciudadanía española a ellos
y a otros miles de víctimas les debemos mucho.
38 años de
los asesinatos de Atocha
Juan Antonio
Mata Marfil | Ex presidente del Consejo Económico y
Social de Castilla - La Mancha
nuevatribuna.es | 24 Enero 2015 - 11:45 h.
SI EL ECO DE SU VOZ SE DEBILIITA,
PERECEREMOS.
Paul Eluard
Hoy, 24 de Enero, hace 38 años que un grupo de
pistoleros fascistas, siguiendo órdenes de sus jefes, a las diez de la noche
entraron en el despacho de Abogados de CC.OO. situado en la calle Atocha 55 de
Madrid y asesinaron a Enrique Valdelvira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz,
Francisco Javier Sauquillo Pérez, Serafín Holgado todos ellos Abogados y al
Administrativo Ángel Rodríguez Leal, y mal hirieron a los también Abogados:
Miguel Sarabia Gil, Alejandro Ruiz-Huertas Carbonell, Luis Ramos Pardo y Dolores
González Ruiz.
Fue un crimen horrible, execrable, de los que
permanecen vivos en la mente de muchos de nosotros, y que intentaba, entre
otras cosas, parar, frenar en seco el proceso democrático que estaba iniciando
nuestro país. Fue un crimen contra la libertad, la democracia y los derechos de
los trabajadores. Pero no lograron su objetivo, y el camino hacia la libertad,
no solo no se frenó sino que incluso se aceleró, porque las ansias de libertad
del pueblo español, era mucho mayor que el miedo que ellos nos querían imponer.
Hoy, cuando determinadas gentes y organizaciones
políticas, incluso del ámbito de la izquierda, califica a la transición como el
fruto de un pacto de élites y que estuvo al servicio de los poderosos, no puedo
por menos que mostrar mi más radical desacuerdo. No fue un pacto entre elites
quien la trajo, sino la pelea durante muchos años de cientos, de miles, de
millones de españoles que un día tras otro, en la empresa, en la universidad,
en la asociación de vecinos, en el movimiento feminista o en el campo, lucho,
peleo sin descanso y en las peores condiciones, para hacer posible que la
libertad y la democracia se hicieran realidad.
Aquella generación, la de la transición, a la que me
siento tan unido y orgulloso de pertenecer, se dejó lo mejor de sí mismo,
incluso algunos la vida, para conquistar la libertad, la democracia, y con ella
el arranque hacia una sociedad mucho más justa, más solidaria y con más
derechos que la que nos deparó el franquismo y la dictadura.
Las libertades no nos fueron regaladas, hubo que
pelearlas, al igual que el progreso y el avance social que durante estos más de
30 años no nos han sido regalados, ni a los trabajadores ni a las clases
populares, sino que se ha ido haciendo realidad, se ha ido construyendo, dando
día a día la batalla, avanzando unas veces más deprisa, otras más despacio,
pero avanzando siempre, hasta que una crisis económica que ni se creó en el
país, y mucho menos los trabajadores, ha venido a cambiar el sino y el devenir
de la historia. Así hoy, buena parte de los derechos laborales y sociales y la
libertades individuales y colectivas por la que se luchó en la dictadura y se
peleó en la democracia, nos están siendo arrebatadas por una derecha política
corrupta e insolidaria a la que, hay que decirlo, democráticamente se le
entregó todo el poder político y a una derecha económica egoísta que solo sabe
de sus intereses y de sus beneficios.
Las nuevas generaciones que tiene razón y mucha,
cuando exigen cambios en el terreno político, económico y social, y reivindican
más participación, mas libertad, mas democracia, pero también deben conocer que
la libertad que disfrutamos fue conquistada y que los avances no han sido fruto
de la casualidad, sino del compromiso y la pelea de mucha gente, y muy especialmente
del sindicalismo de clase, con CC.OO. al frente.
Tras no haber faltado ningún año desde hace más de
veinte, al acto de homenaje que CC.OO. de Madrid organiza a través de la
Fundación Abogados de Atocha, este año mis obligaciones laborales me impiden
estar allí, pero ello no es óbice para recordar con dolor y rabia a los
compañeros asesinados, al tiempo que reivindicar el espíritu de los Abogados de
Atocha y afirmar que sigue vivo, sigue intacto en la mente y en el
quehacer diario de cientos, de miles de militantes obreros y de luchadores por
la libertad, porque si el “eco de su voz se debilita, pereceremos”.
PD. En 2002, el Gobierno de Castilla-La Mancha creo el
Premio Abogados de Atocha, y en 2012 Cospedal de un plumazo en un acto de
chulería y prepotencia procedió a anularlo, aunque CC.OO. en solitario lo ha
venido mantenido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario