Susana
Díaz ha pasado por la radio y ha desplegado todo su arsenal de demagogia, cinismo
y prepotencia. A pesar de haber sido protagonista de la pérdida del
principal granero de votos para el PSOE (Andalucía), la dirigente socialista ha
sacado pecho, ha presumido de su aportación a la cifra global del PSOE, eludiendo hacer cualquier tipo
de autocrítica indicando “lo
hecho, hecho está” y “toca mirar hacia
adelante”.
Salvo
admitir que el proyecto del PSOE no era el que querían los españoles -y por eso “tenemos que reconstruirlo”-,
la andaluza considera que “nos
ha perjudicado la mera hipótesis de que pudiéramos gobernar con el apoyo o con
Unidos Podemos; nos ha restado credibilidad”, sin pensar que la
pérdida de credibilidad va mucho más allá de ese apoyo, sin caer en que su
pacto con Ciudadanos tras el 20D les ha penalizado a ambos. Sin acordarse de que el PSOE
ya pactó con Podemos en Madrid, Valencia, Castilla La Mancha…
La
presidenta de la Junta de Andalucía también ha tirado balones fuera cuando ha
sido preguntada si el PSOE apoyará o no un Gobierno del PP. “Lo que no se puede hacer es poner
en los hombros de un partido con 85 escaños la responsabilidad de formar
Gobierno”, ha dicho, al tiempo que se ha puesto como ejemplo de lo que
ella tuvo que hacer en el Parlamento andaluz, obviando que le hicieron falta más
de 80 días y, cuando lo hizo, ni siquiera tenía definido aún a su equipo de
consejeros. Terrible.
Y todavía es más terrible que
prefiera que, con o sin el beneplácito del PSOE, sea el PP el que gobierne y se
olvide ya de la reforma laboral, de la LOMCE, de los recortes sociales...
de todo eso que podría revertirse si el PSOE tuviera altura de miras y
trabajara hasta lo imposible por buscar la aritmética necesaria para lograr
desbancar al PP de La Moncloa. En su lugar, antepone
los intereses del PSOE y los suyos propios a los del pueblo español,
prefiriendo cuatro años más de esas políticas que aunque fuera una legislatura
corta pero con capacidad de reencauzar el Estado de bienestar que los populares
están desmontando.
Díaz,
fiel a su estilo, ha mentido, ha mentido a placer indicando que en campaña
Alberto Garzón apostó por la salida del euro. Ahí están en las hemerotecas, las
mismas que guardan sus declaraciones cuando ella aseguraba que se debía a
Andalucía y no se iría a Madrid y es muy posible que este mismo año -el
congreso del PSOE es en octubre- la delaten como la embustera que es. Tanto es
así que cuando se le pregunta si se presentará para dar la patada a
Pedro Sánchez indica que “eso
no toca ahora”. Ya no niega que vaya a presentarse como sí
hacía antes. De nuevo, una mentira más.
Y
cinismo, grandes dosis de cinismo, como se evidencia de sus acusaciones a Rajoy
cuando dice que “ha planteado
una campaña desde el miedo, sin proyecto para el país”. ¿Y qué ha hecho el
PSOE? ¿Acaso los socialistas, con ella a la cabeza, no han utilizado
esa misma estrategia del miedo contra Unidos Podemos que, en realidad, tiene
más de socialista y obrero de lo que conservan los de Ferraz?
Susana
Díaz nos trata como idiotas. Su indefinición, medias tintas, regateos y
embustes calan entre sus hinchas -cada vez menos- pero cualquiera medianamente
informado la ve venir de lejos. El problema es que hay mucho desinformado, en
parte promovido por esta misma clase de políticos que basan su liderazgo sobre
una base de ignorancia. Luchemos contra eso, saquémosles los colores
con las verdades que callan y las mentiras que escupen. Eso sí que nos hará
libres.
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