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sábado, 16 de julio de 2016

El enviado de Dios (Hemeroteca)

El enviado de dios

   Fue reconocido y ascendido en el escalafón militar hasta llegar al generalato en la República a la que prometió fidelidad.
   En el año 1936 un grupo de generales sediciosos, golpistas y traidores se declararon salvadores de la Patria y se sublevaron contra la República. Franco escribió una ambigua y gallega carta al Presidente en la que salía bien parado, de rositas,  tanto si el golpe de estado fracasaba como si se hacían con el poder. En el último minuto se subió al carro de los golpistas traidores.

  Una serie de acontecimientos, las extrañas muertes de cinco personajes que, vivos, no hubiesen hecho posible el nombramiento de Franco como Jefe del Estado, se acaban encadenando.
  El general Balmes no pertenece al grupo de los traidores pese a ser requerido en diversas ocasiones para que se uniese a los sublevados. Se negó rotundamente. Era gobernador militar de Las Palmas y el día 16 de julio de 1936  se le dispara una pistola y se mata. ¡Precisamente el día 16! Franco se desplaza desde Tenerife el día siguiente 17 parta presidir los funerales. Desde el día 15  espera en el aeródromo de Gando un avión comprado en Inglaterra para una misión especial, en un día determinado. Si no muere el general Balmes, Franco no hubiese estado en Las Palmas el día 17 ni hubiese podido coger dicho avión y volar a África el 18 día del Alzamiento Militar


   El general Sanjurjo es el jefe absoluto de la rebelión (le sigue Mola como “general director” y luego todos los demás… Fanjul, Orgaz, Saliquet, Queipo de Llano, Varela, Villegas, Godet, Cabanellas…Franco) y desde su exilio en Estoril intenta regresar a España en un avión cuyo piloto Ansaldo, estaba considerado como uno de los tres mejores de toda la aviación española. Se estrella el avión el 20 de julio de 1936, muere el general Sanjurjo y Ansaldo se salva milagrosamente.
    José Antonio Primo de Rivera murió fusilado en la cárcel de Alicante el 20 de noviembre de 1.936 después de haber sido juzgado por un tribunal popular y condenado a muerte. No obstante hubieron varios intentos de canje y rescate (con millones de pesetas, intervención de barcos alemanes, o los mismos falangistas de la Vega Baja del Segura, muy bien armados) que evidentemente fracasaron y antes de que Franco fuese elegido como generalísimo jefe del gobierno del Estado español. Por aquel entonces el hijo de Largo Caballero, jefe del gobierno republicano, que se encontraba preso en las cárceles fascistas le escribió una carta a su padre en la que apuntaba la posibilidad de un cambio con José Antonio, con fecha 20 de septiembre. No se sabe si la misiva pudo llegar a su destino, Franco fue elegido el 29 y la carta consta en los archivos franquistas. El sucesor de Primo de Rivera, Hedilla, fue encarcelado y condenado a muerte por Franco dos veces, no siendo ejecutado por casualidad.
   El general Mola se estrella al caer el avión que le transportaba,  el 3 de junio de 1.937. Había sido el primer director del Alzamiento. Cerca de Burgos, (donde Franco tiene su cuartel general y Mola en Ávila) en el monte de la Brújula ocurre el accidente. Las discrepancias entre ambos generales  eran evidentes sobre todo el hecho de que Mola pretendía instaurar una dictadura republicana. La muerte de Mola no puede considerarse como necesaria pero lo que resulta innegable es que fue muy oportuna


  El tercer accidente ocurrió el 28 de octubre de 1.938 al caer al mar un avión con el piloto más famoso de España, Ramón Franco Bahamonde, hermano del superlativo. En el año 1926 se hizo famoso en todo el mundo por la hazaña de atravesar el Atlántico con el Plus Ultra.
  La Historia todavía no ha sido capaz de discernir si todas esas muertes fueron casuales o por el contrario se trata de atentados muy bien perpetrados que se mantienen en la impunidad. Lo más probable es que nunca se sepa y nos quede esa sensación molesta de las casualidades, pero como dice Federico Bravo Morata fueron muertes providenciales, y sobre todo, muy oportunas


  La guerra terminó y comenzó una cruel represión, una sanguinaria persecución del enemigo, de los perdedores que duró varias décadas. Franco y sus secuaces ordenaron y ejecutaron la eliminación sistemática de sus enemigos políticos entre 1936 y 1952. Los sacaban de sus casas y en las afueras de los pueblos y las ciudades los ejecutaban sin el menor escrúpulo ni juicio previo, a veces con la presencia del cura o párroco pertinente. Los enterraban en las cunetas o los campos, sin que todavía hoy, muchísimos de ellos, sus familiares  sepan donde están.
  La Asociación de Ex Presos Antifranquistas señala que perdieron la vida más de 50.000 personas. Historiadores como Alberto Reig Tapia o Mirta Núñez hablan de 125.000. "Las cifras se están elaborando constantemente y aunque no se puede dar un número exacto, son apabullantes", explica Núñez.
  Evidentemente aquello fue un crimen contra la humanidad, un auténtico genocidio.
  Ya está  bien, ha llegado el momento de la catarsis.

Luis Viadel


Jean Descola en su libro “Oh, España”. (Argos Vergara. Barcelona, 1976. pp.314-315, escribe:

Un día, Franco almuerza con un invitado. Está locuaz-cosa inhabitual-, parece alegre, cuenta historias. Terminada la comida, en el momento del café, alguien aparece. Se trata de Lorenzo Martínez Fuset, teniente coronel y asesor jurídico de su Estado Mayor (quien tenía a su vez como asesor jurídico al cuñado del general, el oscuro Felipe Polo Martín Valdés) el mismo oficial a quien Franco confiara antaño a su mujer y a su hija, antes de su vuelo en el Dragón Rapide. Fuset viene a desempeñar su papel de procurador. Trae una carpeta llena de papeles que deposita ante Franco. El Generalísimo, sin míralos siquiera, va firmando los papeles uno tras otro, sin dejar de hablar. Una vez terminadas las firmas, Fuset recoge su carpeta, saluda juntando los talones y desaparece. Franco se vuelve entonces ante su invitado y le dice:
   -Excúseme.
  Y termina de tomar su café, pero ante la mirada interrogativa de su invitado, comenta:
  -Nada de importancia. Eran solo las sentencias de muerte de hoy.

      Mientras tanto la Iglesia Católica Apostólica y Romana se viste con sus mejores galas, prepara el palio para que Franco, que es como dios, entre en la catedral a oír misa y comulgar.
   La Iglesia Católica todavía no ha pedido perdón ni lo hará, es más, no pasará mucho tiempo sin que veamos a Franco, el general rebelde asesino, en los altares.

  Luis Viadel



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