¿Quién es Luis Vicente Moro,
el experto en Historia de clubs de alterne?
Jefe del Sindicato Vertical
franquista, se libró de la cárcel por los pelos y diseñó para su amigo Ignacio
González un CNI madrileño a medida
Marcos Paradinas
ElPlural
Jue, 16 Nov
2017
Luis Vicente
Moro siempre estuvo ahí. El hombre que en las grabaciones de la Operación Lezo le cuenta a Ignacio
González de la historia de las casas de alterne de la provincia de Palencia
venía en el pack de la llegada de la democracia. Responsable del Sindicato
Vertical del franquismo en varias provincias, vio renacer su carrera con la vuelta
de la derecha al poder, con José María Aznar, que le dio altos cargos
administrativos. Unos años después, se libró de la cárcel por los pelos y
gracias a un sentencia kafkiana, se le relacionó con el espionaje en
la Comunidad de Madrid y su ocaso le pilla ahora siendo grabado por la Guardia
Civil en conversaciones propias de los más bajos fondos.
La vida
pública de Moro se remonta al franquismo, en la época en que había un sindicato
único para gobernarlos a todos. En la dictadura, la asociación obrera estaba
prohibida. El yugo y las flechas de la Organización Sindical Española,
más conocida como Sindicato Vertical, eran los únicos símbolos que
representaban a trabajadores y empresarios, y por obligación.
El Sindicato Vertical
Como
responsable del Sindicato en Cuenca empezó su carrera y en julio de 1974, con
Francisco Franco aún vivo, Moro cambia de provincia y se le nombra delegado provincial de Segovia, donde estaría
hasta septiembre de 1976.
Con estos
antecedentes, José María Aznar le rescata al llegar al poder en 1996 y
le convierte en gobernador civil de Palencia. El pacto de gobierno entre el PP
y CiU exige una reforma de la administración pública y estos cargos de
reminiscencias oscuras pasan a llamarse “subdelegados del Gobierno”. Cambia el
título, pero no su dueño y en 1997, Luis Vicente Moro se convierte en el subdelegado
del Gobierno en Palencia.
El loco Imperio Romano
Es en esta
época palentina donde se enmarcan las anécdotas sobre “puticlubs” de Moro, que
le cuenta a su amigo Ignacio González y que revela ahora El Plural. El que
fuera subdelegado en la provincia, le cuenta que “Palencia
está lleno de puticlubs”. De hecho, alaba uno “que te caes para
atrás”, cerca de la capital, y da a González una lección de historia:
“Paradójicamente esos puticlubs de autopista, están donde estaban las casas de
putas de la Leon Legio VII romana, donde paraban los legionarios de Roma
que venían de Tarragona hasta León, ahí están”.
Rememorando el
pasado, Moro le relata también sus problemas con el entonces obispo, al
que invita a su casa a comer para acallar sus críticas contra la prostitución
con una rocambolesca teoría de “unas rubias” que entraban a España gracias a los
conventos católicos.
Para establecer la
conexión con Ignacio González, hay que remontarse a su ascenso a delegado del
Gobierno en Ceuta, cargo que ocupó desde 1998 hasta la victoria socialista de
2004. Al frente de la seguridad de una ciudad vinculada a la entrada de
extranjeros, era inevitable que Moro estrechase lazos con el secretario de
Estado de Extranjería e Inmigración de Aznar, Ignacio González, que ocupó
ese cargo hasta que Esperanza Aguirre se le llevó como vicepresidente a la
Comunidad de Madrid.
A las
puertas de la cárcel
Moro enfrenta sus primeros problemas con la Justicia cuando deja el poder. En el año 2007, la Audiencia Provincial de Cádiz le condena a dos años y dos meses de cárcel, 12 años de inhabilitación y 120.000 euros de multa por un asunto escabroso. Como delegado del Gobierno en Ceuta, hizo que el comisario de la Policía Nacional de la ciudad escribiese una nota de prensa contra un juez que había puesto en libertad a unos acusados de narcotráfico.
Moro enfrenta sus primeros problemas con la Justicia cuando deja el poder. En el año 2007, la Audiencia Provincial de Cádiz le condena a dos años y dos meses de cárcel, 12 años de inhabilitación y 120.000 euros de multa por un asunto escabroso. Como delegado del Gobierno en Ceuta, hizo que el comisario de la Policía Nacional de la ciudad escribiese una nota de prensa contra un juez que había puesto en libertad a unos acusados de narcotráfico.
La nota de
prensa, que el propio Moro habría filtrado indiciariamente a un periódico
nacional, tenía que insinuar que el juez retorcía la ley por “motivaciones
particulares y arbitrarias y voluntaristas, si no económicas”. Sin embargo, un
año después, el Tribunal Supremo revisaba el caso y le reducía a un año y nueve
meses la condena, justo por debajo del umbral de los dos años que supone el
ingreso en prisión para alguien sin antecedentes.
En su
sentencia, el Supremo anulaba el delito de prevaricación porque ordenar
escribir esa nota de prensa era “reprobable” pero no condenable. También
eliminaba la pena de injurias, porque el juez aludido no había denunciado en
“un tiempo especialmente breve”. Y, por último, reducía el delito de revelación
de secretos para bajar la pena a menos de dos años, con el argumento kafkiano
de que “cuando se revela un secreto, (…) el secreto ha dejado ya de
serlo”.
El caso de los espías
Con este bagaje,
Moro vuelve a tomar contacto con la vida pública gracias a Ignacio González. Es
el año 2009, ha estallado en Madrid el escándalo del espionaje y el
vicepresidente madrileño sabe que le han espiado en Colombia. Su solución pasa
por intentar montar un CNI a escala regional, con cobertura legal y bajo
su mando. Y el encargado del proyecto es Luis Vicente Moro, junto a un ex
guardia civil.
Juntos, González y
Moro han llegado a las últimas casillas de esta historia. Edmundo Rodríguez
Sobrino, antiguo responsable del Canal de Isabel II, ofreció al juez del caso
Lezo su confesión. Y en ella, Luis Vicente Moro aparece como el hombre que diseñó el pelotazo de
la compra de la brasileña Emissao, y como tal, habría cobrado
una comisión de 300.000 euros.
Dos botines incautados por la Guardia Civil
La Guardia
Civil registra la casa de Moro y encuentra dos botines. Uno, en forma de sobres
con grandes cantidades de dinero, la mayoría en billetes de 500 euros. En
uno de ellos, además, hay una tarjeta de visita de Ignacio González. El otro
botín es un ingente archivo con documentos judiciales de casos de corrupción,
como el del ático en Marbella de su amigo González o los que afectan al rival
de éste, Francisco Granados.
De hecho,
esta faceta de detective y hombre conocedor de las tripas del poder, es la que
juega con González en sus visitas al despacho en la calle Alcalá del
expresidente. Reuniones en las que González habla con él de “casas de putas”,
pero también le pide ayuda en sus investigaciones sobre quién le ha tendido la
supuesta trampa de la cuenta en Suiza o si Granados está detrás del espionaje
en Colombia. Sin saber, ambos, que en ese momento quien tenía la oreja
puesta era la Guardia Civil.
Marcos
Paradinas es redactor jefe de ELPLURAL.COM
No hay comentarios:
Publicar un comentario