Amparo Rubiales
Falocracia
En este mi empeño vital, vuelvo a
recordar algo muy sabido: el feminismo, -el hijo no querido de la Ilustración
(Amelia Valcárcel)-, tiene como objetivo poner fin al sistema en el que los
varones dominan a las mujeres, que existe desde que el mundo es mundo, aunque
hayamos tardado en denominarlo patriarcado; el machismo es consecuencia de la
sociedad patriarcal.
Está más generalizado el uso de la
palabra machismo, y menos la de patriarcado, porque éste no fue conceptualizado
hasta el desarrollo de las teorías feministas. La tesis principal de la
feminista norteamericana Kate Millet, autora clave del feminismo contemporáneo,
es que el patriarcado, con sus papeles y posiciones sociales, no es
consecuencia de la esencia humana, sino que su existencia es histórica y
cultural, sin que exista disparidad intelectual ni emocional entre los sexos.
Su libro "Política sexual" es imprescindible para entendernos.
Estamos tocando la médula del
patriarcado. Hasta aquí hemos llegado.
Entre las
cosas nuevas que están ocurriendo, en esta cuarta ola del feminismo que, escribí, comienza tras la Marcha de las
mujeres americanas, sigue con el movimiento #MeToo,
-Cuéntalo en España, más tarde-, y tiene su momento culminante el 8 de marzo,
que no ha sido flor de un día, como se está comprobando. En un año se ha
cuadruplicado la población que se declara feminista, se dice. La filósofa
feminista, Celia Amorós, asegura que "lo que está pasando representa un
cambio social de gran envergadura y muy significativo; tendrá resultados a
medio plazo en las relaciones de pareja, en los salarios, y llevará a ser mucho
más críticos con una sexualidad que humilla a las mujeres". Estamos
tocando la médula del patriarcado. Hasta aquí hemos llegado.
Lo ocurrido
con la sentencia de La Manada es un símbolo de todo esto. El
incremento de las denuncias por violación también; las mujeres están perdiendo
el miedo a denunciar, el miedo a vivir con miedo. "La cultura de la
violación instalada en todos los ámbitos, incluido el judicial y legal, es el
reflejo de nuestra sociedad rota" (Amparo Díaz). Todavía no entienden bien
lo que está pasando y, algunos, están asustados y perplejos.
Hemos hablado mucho de patriarcado,
de machismo y poco de la sociedad falócrata en que vivimos
Hemos
hablado mucho de patriarcado, de machismo y poco de la sociedad falócrata en
que vivimos. ¿Qué es la falocracia?
La RAE la define como "predominio del hombre sobre la mujer en la vida
social"; el machismo, como "actitud de prepotencia de los varones
respecto a las mujeres", por tanto, se puede decir que son sinónimos
falocracia y machismo. El patriarcado no es definido por la RAE, solo pone
acepciones. El falo sí es definido como "pene", de ahí que podamos
concluir que una sociedad machista es también una sociedad falocrática, en la
que la sexualidad masculina es la dominante.
"Los hombres han sido el Sujeto
en casi todos los sentidos posibles y, como tales, definieron la sexualidad
como "su" sexualidad. No podía ser de otra manera. Los hombres
establecieron distintas instituciones que les garantizaban tanto la permanencia
como la variedad en sus parejas sexuales" (Ana de Miguel). De ahí
nacieron, el matrimonio, la prostitución y una sexualidad diferente para
hombres y mujeres: la de las mujeres no tiene otro objetivo que dar placer al
varón. La sexualidad masculina se ha ejercido como una forma de dominación, y
la prostitución como la dominación extrema. El dominio sexual del hombre sobre
la mujer es la falocracia. Ejemplos hay muchos, cotidianos, en conversaciones,
anuncios y chistes.
Para nosotras se inventó el mito del
"amor romántico" y el sometimiento sexual. No tenemos sexualidad
propia, toda es masculina y se comprueba diariamente con la pornografía
Ana de
Miguel en Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección, escribe:
"El amor nunca ha tenido el mismo significado para hombres y mujeres; para
los primeros puede ser algo muy valioso, pero nunca el sentido de su
vida." Para nosotras se inventó el mito del "amor romántico" y
el sometimiento sexual. No tenemos sexualidad propia, toda es masculina y se
comprueba diariamente con la pornografía.
Nadie ha hecho más por la liberación
sexual de las mujeres que las feministas y por eso queremos también una
sexualidad en igualdad. Somos distintos también en esto, pero complementarios;
os necesitamos, -al margen de otras orientaciones sexuales-, para reproducir la
especie y producirnos placer; con la frecuente agresión sexual masculina,
porque así es su educación sexual, solo se consigue dolor; hay que cambiar y,
para empezar, como siempre, hay que hacerlo por la educación, desterrando
también del lenguaje tantas expresiones que nos degradan.
Al comienzo de los 70, protagonicé
"Antígona", con el grupo teatral Esperpento, un alegato contra la
tiranía y por la libertad. La representación comenzaba con un falo enorme de
terciopelo rojo, símbolo del poder. No queremos más falos dominadores ni
agresores, solo una sexualidad compartida.
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