Cataluña i Catalunya
La bella y las bestias
Frente a la épica xenófoba de los independentistas, hay que enarbolar una épica de la democracia constitucional.
Cualesquiera que sean el origen y la naturaleza de un Estado, el deber inexcusable de quienes gobiernan es garantizar la unidad de su territorio y el mantenimiento del orden público. Para conseguirlo, sus dirigentes han de promover y lograr la cohesión social en torno a un proyecto común, sin menoscabo de las libertades, la pluralidad de ideas y creencias y el respeto a los derechos individuales. Ni el Gobierno en funciones de Madrid, ni el triste payaso que preside la Generalitat, ni en general la mayoría de los líderes de los grandes partidos parecen por el momento capacitados para ello. En su logomaquia electoral, democracia, libertad, justicia... se proyectan como términos vacíos que no representan valores, sino eslóganes de campaña o gritos de insumisión. Mientras tanto prometen cosas que saben no podrán cumplir, y propician la confrontación al tiempo que jalean la unidad. Esta es la intrahistoria de unos sucesos que amenazan con desembocar en una crisis sistémica del régimen.
La cuestión catalana, el hecho diferencial, va a condicionar irremediablemente el resultado de los próximos comicios. No estamos ante un conflicto de intereses, sino ante una lucha de identidades en la que los argumentos difícilmente se imponen a las emociones. Es por eso a la vez una oportunidad y una amenaza para los candidatos, y de manera específica para el presidente en funciones. De cómo afronte la situación en Cataluña depende en gran medida su posibilidad de formar un Gobierno estable. Conviene por lo mismo que él y sus ministros se aparten de una vez del lenguaje políticamente correcto que les permite evadir el reconocimiento de la gravedad de los hechos. Cataluña no tiene solo ni principalmente un problema de convivencia: este es consecuencia directa de una insurrección popular contra los poderes del Estado, alentada y orquestada por su primer representante, cuya única legitimidad, repetidas veces traicionada, procede de la Constitución que pretende derrocar.
No se trata de algo insólito. Cada vez que en España ha triunfado un régimen democrático, en Cataluña se ha inaugurado un procés hacia la independencia con consecuencias siempre desastrosas no solo para los independentistas, sino para las libertades y derechos de todos los ciudadanos. Ignoro si es verdad que algunos de nuestros próceres no escriben los libros que firman, pero cabe sospechar que en muchos casos no leen los de los demás, pese a que podrían extraer de ellos lecciones valiosas. Ahí están, por ejemplo, el documentado estudio de Alejandro Nieto sobre la rebelión separatista contra la República, el de Gabriel Tortella acerca del entronque de Cataluña en España, y hasta el más antiguo de Américo Castro Sobre el nombre y el quién de los españoles. Son lecturas que ayudan a comprender algunos de los aspectos nucleares del problema catalán, en realidad, un problema español, y de las cuestiones más conflictivas que suscita. La hoja de ruta iniciada en su día por Artur Mas y Carles Puigdemont, con la complicidad de poderosas organizaciones de la sociedad civil, tiene muchos puntos de convergencia con la que en su día siguieron los cabecillas de la revolución derrotada en octubre de 1934. El victimismo separatista y la indignación popular tuvieron su origen, entonces como ahora, en decisiones de la derecha que amplios sectores de la sociedad catalana consideraron auténticas provocaciones. Una ley de cultivos y repetidos contenciosos entre los tribunales de justicia y el Gobierno de la Generalitat empujaron los primeros pasos de la revuelta de Companys. El recurso contra el actual Estatut, incoado por el PP mediante una recogida popular de firmas, y la consiguiente sentencia del Tribunal Constitucional constituyeron por su parte un punto de inflexión en la actual oleada separatista: en menos de diez años ha visto multiplicar por tres sus filas. En 1934 como en 2013 lo que se puso en marcha a partir de dichos sucesos fue un proceso que impulsara la movilización popular y la apelación a los indiferentes para que se sumaran a la causa, en espera del momento oportuno para procurar su triunfo. Claro que es del todo impensable que la infatuada actuación de Puigdemont y su sucesor tenga un desenlace como el de 1934. Un siglo después de entonces España y Cataluña son países infinitamente mejores, más cultos, civilizados y libres que lo eran en tiempos de la II República. El separatismo no apela ya por eso al uso de las armas, prefiere sustituirlo por acuerdos parlamentarios que exceden el cometido de la Cámara y vulneran las leyes de la democracia. Pero es preciso no perder de vista otras similitudes. Companys y sus colegas fueron condenados a 30 años de cárcel y se organizaron protestas populares contra la sentencia. La represión de las mismas galvanizó los sentimientos del electorado, catalizando su respuesta en las elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular. Se indultó enseguida a los responsables de la revuelta y estos pudieron volver a ocupar el poder. Aunque hoy esté de moda desenterrar a los muertos y convocar a sus fantasmas, mejor no continuar con la memoria histórica de lo que más tarde acaeció. Ernest Maragall, candidato a la alcaldía de Barcelona por Esquerra Republicana, ha denunciado lo que considera la desaparición del espíritu federalista que alumbró la Constitución de 1978.Su argumentación pretendidamente racional, y en ocasiones acertada, está empero empañada de emociones; emocional es también la única solución que sugiere: una república catalana independiente. No existen en Cataluña poder político ni apoyo popular suficiente que la hagan viable. Sabedor de ello, aunque no lo confiese, se pregunta si España tiene una solución para Cataluña mejor que la independencia y demanda que los partidarios de esta sigan “trabajando para convertir la mayoría parlamentaria en mayoría social”. Su interrogante tiene sentido, al margen de la incorrección formal de olvidar que no puede hablarse de una España sin Cataluña, como si fueran entes autónomos a la hora de dialogar entre ellos. España, no solo su Estado, ha existido siempre con Cataluña en su seno, hasta el punto de que el propio vocablo español es de origen occitano e importado por los catalanes para denominar a los pobladores de la antigua Hispania romana. Pero es cierto que nadie ha puesto seriamente sobre la mesa (los partidos catalanes tampoco) esa “solución mejor” al conflicto planteado, cuyo desenlace solo puede transitar por la Constitución si esta se reforma. Es preciso, pues, que alguien ofrezca un plan creíble que incorpore de nuevo al proyecto común a los cientos de miles de catalanes engatusados hoy por las promesas del separatismo. Frente a la épica xenófoba y sectaria de los independentistas, hay que enarbolar una épica de nuestra democracia constitucional que por el momento nadie interpreta. Maragall sabe de sobra, aunque lo niegue, que España es de hecho, y no solo en espíritu, un Estado federal sometido a la imperfección de no reconocerse como tal en las definiciones legales. Necesitamos un acuerdo en las Cortes, única residencia de la soberanía popular, para implementar las reformas precisas que garanticen a futuro esa realidad. Podremos rubricar así con un final feliz la inconfortable historia de la bella y las bestias.
COMENTARIO
Es preciso que alguien ofrezca un
plan creíble que incorpore de nuevo al proyecto común a los cientos de miles de
catalanes engatusados hoy por las promesas del separatismo.
JUAN LUIS CEBRIÁN 21 OCT 2019
Barcelona es una ciudad con un largo historial de algaradas callejeras
(George Orwell)
Escribo esta crónica en el
crepúsculo de un viernes otoñal, mientras contemplo con estupor y extrañeza la
televisión. De su pantalla emanan luces y sombras de mi país, imágenes y
sonidos que ilustran mejor que nada la realidad paradójica y amarga de los días
en que vivimos. A un lado, una princesa adolescente y bella felicita a
científicos y artistas de todo el orbe, premiados por su servicio a la
sociedad. Al otro, una jauría de vándalos, lacayos de un poder político
ejercido por gentes ignorantes e inmorales, destrozan una de las ciudades más
bellas del mundo y ensucian la historia de Cataluña y España. Todo sucede en
vivo y en directo.
Esta peculiar evocación de la bella
y las bestias podría sugerir a cualquier narrador de cuentos infantiles un
relato de terror y ternura para que sociólogos, politólogos y tertulianos se
lucieran con interpretaciones escatológicas sobre nuestro devenir político. Por
el momento nos sirve al menos para levantar acta del peligro inminente al que
se enfrenta nuestra Monarquía parlamentaria, por mucho oropel que la envuelva,
y con ella el propio régimen democrático.Frente a la épica xenófoba de los independentistas, hay que enarbolar una épica de la democracia constitucional.
Cualesquiera que sean el origen y la naturaleza de un Estado, el deber inexcusable de quienes gobiernan es garantizar la unidad de su territorio y el mantenimiento del orden público. Para conseguirlo, sus dirigentes han de promover y lograr la cohesión social en torno a un proyecto común, sin menoscabo de las libertades, la pluralidad de ideas y creencias y el respeto a los derechos individuales. Ni el Gobierno en funciones de Madrid, ni el triste payaso que preside la Generalitat, ni en general la mayoría de los líderes de los grandes partidos parecen por el momento capacitados para ello. En su logomaquia electoral, democracia, libertad, justicia... se proyectan como términos vacíos que no representan valores, sino eslóganes de campaña o gritos de insumisión. Mientras tanto prometen cosas que saben no podrán cumplir, y propician la confrontación al tiempo que jalean la unidad. Esta es la intrahistoria de unos sucesos que amenazan con desembocar en una crisis sistémica del régimen.
La cuestión catalana, el hecho diferencial, va a condicionar irremediablemente el resultado de los próximos comicios. No estamos ante un conflicto de intereses, sino ante una lucha de identidades en la que los argumentos difícilmente se imponen a las emociones. Es por eso a la vez una oportunidad y una amenaza para los candidatos, y de manera específica para el presidente en funciones. De cómo afronte la situación en Cataluña depende en gran medida su posibilidad de formar un Gobierno estable. Conviene por lo mismo que él y sus ministros se aparten de una vez del lenguaje políticamente correcto que les permite evadir el reconocimiento de la gravedad de los hechos. Cataluña no tiene solo ni principalmente un problema de convivencia: este es consecuencia directa de una insurrección popular contra los poderes del Estado, alentada y orquestada por su primer representante, cuya única legitimidad, repetidas veces traicionada, procede de la Constitución que pretende derrocar.
No se trata de algo insólito. Cada vez que en España ha triunfado un régimen democrático, en Cataluña se ha inaugurado un procés hacia la independencia con consecuencias siempre desastrosas no solo para los independentistas, sino para las libertades y derechos de todos los ciudadanos. Ignoro si es verdad que algunos de nuestros próceres no escriben los libros que firman, pero cabe sospechar que en muchos casos no leen los de los demás, pese a que podrían extraer de ellos lecciones valiosas. Ahí están, por ejemplo, el documentado estudio de Alejandro Nieto sobre la rebelión separatista contra la República, el de Gabriel Tortella acerca del entronque de Cataluña en España, y hasta el más antiguo de Américo Castro Sobre el nombre y el quién de los españoles. Son lecturas que ayudan a comprender algunos de los aspectos nucleares del problema catalán, en realidad, un problema español, y de las cuestiones más conflictivas que suscita. La hoja de ruta iniciada en su día por Artur Mas y Carles Puigdemont, con la complicidad de poderosas organizaciones de la sociedad civil, tiene muchos puntos de convergencia con la que en su día siguieron los cabecillas de la revolución derrotada en octubre de 1934. El victimismo separatista y la indignación popular tuvieron su origen, entonces como ahora, en decisiones de la derecha que amplios sectores de la sociedad catalana consideraron auténticas provocaciones. Una ley de cultivos y repetidos contenciosos entre los tribunales de justicia y el Gobierno de la Generalitat empujaron los primeros pasos de la revuelta de Companys. El recurso contra el actual Estatut, incoado por el PP mediante una recogida popular de firmas, y la consiguiente sentencia del Tribunal Constitucional constituyeron por su parte un punto de inflexión en la actual oleada separatista: en menos de diez años ha visto multiplicar por tres sus filas. En 1934 como en 2013 lo que se puso en marcha a partir de dichos sucesos fue un proceso que impulsara la movilización popular y la apelación a los indiferentes para que se sumaran a la causa, en espera del momento oportuno para procurar su triunfo. Claro que es del todo impensable que la infatuada actuación de Puigdemont y su sucesor tenga un desenlace como el de 1934. Un siglo después de entonces España y Cataluña son países infinitamente mejores, más cultos, civilizados y libres que lo eran en tiempos de la II República. El separatismo no apela ya por eso al uso de las armas, prefiere sustituirlo por acuerdos parlamentarios que exceden el cometido de la Cámara y vulneran las leyes de la democracia. Pero es preciso no perder de vista otras similitudes. Companys y sus colegas fueron condenados a 30 años de cárcel y se organizaron protestas populares contra la sentencia. La represión de las mismas galvanizó los sentimientos del electorado, catalizando su respuesta en las elecciones de febrero de 1936 que dieron la victoria al Frente Popular. Se indultó enseguida a los responsables de la revuelta y estos pudieron volver a ocupar el poder. Aunque hoy esté de moda desenterrar a los muertos y convocar a sus fantasmas, mejor no continuar con la memoria histórica de lo que más tarde acaeció. Ernest Maragall, candidato a la alcaldía de Barcelona por Esquerra Republicana, ha denunciado lo que considera la desaparición del espíritu federalista que alumbró la Constitución de 1978.Su argumentación pretendidamente racional, y en ocasiones acertada, está empero empañada de emociones; emocional es también la única solución que sugiere: una república catalana independiente. No existen en Cataluña poder político ni apoyo popular suficiente que la hagan viable. Sabedor de ello, aunque no lo confiese, se pregunta si España tiene una solución para Cataluña mejor que la independencia y demanda que los partidarios de esta sigan “trabajando para convertir la mayoría parlamentaria en mayoría social”. Su interrogante tiene sentido, al margen de la incorrección formal de olvidar que no puede hablarse de una España sin Cataluña, como si fueran entes autónomos a la hora de dialogar entre ellos. España, no solo su Estado, ha existido siempre con Cataluña en su seno, hasta el punto de que el propio vocablo español es de origen occitano e importado por los catalanes para denominar a los pobladores de la antigua Hispania romana. Pero es cierto que nadie ha puesto seriamente sobre la mesa (los partidos catalanes tampoco) esa “solución mejor” al conflicto planteado, cuyo desenlace solo puede transitar por la Constitución si esta se reforma. Es preciso, pues, que alguien ofrezca un plan creíble que incorpore de nuevo al proyecto común a los cientos de miles de catalanes engatusados hoy por las promesas del separatismo. Frente a la épica xenófoba y sectaria de los independentistas, hay que enarbolar una épica de nuestra democracia constitucional que por el momento nadie interpreta. Maragall sabe de sobra, aunque lo niegue, que España es de hecho, y no solo en espíritu, un Estado federal sometido a la imperfección de no reconocerse como tal en las definiciones legales. Necesitamos un acuerdo en las Cortes, única residencia de la soberanía popular, para implementar las reformas precisas que garanticen a futuro esa realidad. Podremos rubricar así con un final feliz la inconfortable historia de la bella y las bestias.
COMENTARIO
Atés
que vaig a comentar l´article de J.L. Cebrián “La bella y las bestias”,
cal llegir-lo tenint sempre prensent al
personatge:
1.
Cebrián
i El País han estat un dels principals gossos guardians del règim del 78. Un
altre, també fonamental, ha estat el PSOE.
2.
Tots
dos han estat els més perillosos, perquè s´han encarregat de donar-li una
pàtina de credibilitat democràtica a un règim amb la missió de mantenir
intactes les linies mestres del franquisme.
3.
Els
esdeveniments produïts per la crisi econòmica (aparició de Podem, reclamacions
catalanes, eclosió de la corrupció sistèmica de PP i PSA) propicien que
personatges com aquest es desemmascaren i mamprenga, al seu periòdic, unes
virulentes campanyes contra Podemos, contra els catalans independentistes i contra
el mateix Pedro Sánchez quan lluitava contra els dinosaures del seu partit. Ara
sabem que el tal Sánchez és un arribista que només lluita i arrisca pel seu
propi interés i benefici.
4.
En
relació amb el problema català, cal recordar que Cebrian va ser el primer, amb
més d´un any d´anticipació, que va dir al seu periòdic que calia empresonar a
tot el govern català i llevar-los l´autonomía. Amb aquesta operació, deia ell,
totes les demandes independentistes es centrarien en recuperar l´autonomía i
traure el govern de la presó. Eixes instruccions de Cebrián les va dur a terme,
fil per randa, la Soraya. I amb relació
a aquest assumpte, un apunt sobre Soraya: quan algú li va proposar de fer
alguna concessió per tal d´apaivagar els ànims, la resposta va ser: “no hay
ninguna concesión que hacer, estoy en disposición de ganar por diez a cero”.
Pur Estat espanyol.
5.
També
hem de tenir sempre present els origens del personatge: fill del director del
periòdic falangista Arriba, ell mateix va ser subdirector del diari Pueblo amb
l´intel.ligent franquista Emilio Romero com a cap seu. Cebrián, probablement
promocionat per Romero, va ser “el mirlo blanco” que buscava el règim per tal
de donar-nos gat per llebre en la nova democràcia. L´altre “mirlo blanco” del
règim era, per descomptat, Felipe.
Amb
relació a l´article “La bella y las bestias”, el trobe farcit de supèrbia,
prepotència i falsedats. Aniré extraient de l´article determinades frases que
em semblen interessants per tal de comentar-les.
-
… “una
jauría de vándalos, lacayos de un poder político ejercido por gentes ignorantes
e inmorales…ensucian la historia de Cataluña y España”. La història d´Espanya
ja està prou bruta pels propis, no necessiten l´ajuda de ningú. La
desqualificació quasi pornogràfica que fa dels pollítics independentistes
(ignorantes e inmorales) ja en parla per si mateix de la perversa actitud del
personatge cap al problema català, i en seria prou per no continuar llegint-lo
pel que té d´irrespetuós, irresponsable, intransigent i desqualificador de tot
el que diu tot seguit.
-
… “el
peligro inminente al que se enfrenta nuestra Monarquía (amb majúscula)
parlamentaria … y con ella el propio régimen democrático.”. Això que diu
és una constant de la dreta al llarg del temps (parafrasejant Fuster: la
democràcia en Espanya o és sota una monarquia o no serà). Volen convencer al
personal que quan no hi ha la monarquia borbónica, el poble espanyol es torna
ingovernable. Inclús ara, al segle XXI ens ho recorda el dretà i monàrquic
Cebrián.
-
…”la
épica xenófoba de los independentistas”. Ho trobe en la línia de la premsa i
les tertúlies madrilenyes de qualificar els independentistes de nazis,
colpistes, racistes, i altres animalades i falsedats. El que volen els catalans
és, sencillament, lliurar-se´n d´un estat que no sap governar (com la seua
història demostra*), que no els deixa ser catalans, i que els menysté
constantment.
-
…”El
deber inescusable de quienes gobiernan es garantizar la unidad de su
territorio”… El problema no és “la unidad del territorio” el que veritablement
hi ha al darrere són els 16.000 milions d´€ anuals que li drenen a Catalunya, i
per tal de defensar eixe manà anual caldrà fer “el que faça falta” en el sentit
més ample del terme. Ja ho va dir ras i clar Rubalcaba: “España ha de estar
preparada para pagar un precio muy alto para impedir la independencia de
Cataluña”
-
…”ni
el triste payaso que preside la Generalitat”. Que Quim Torra no és un polític
està fora de tot dubte. La prova són les seues errades polítiques, el fet de no
fer servir el despatx del President de la Generalitat (està intal.lat en un
despatx qualsevol) a la vegada que la seua honradesa insubornable i l´amor pel
seu país, per damunt de qualsevol altra consideració, incloent-hi la integritat
física. Ara, qualificar de “triste payaso” al president de la Generalitat,
demostra l´absolut despreci de l´articulista per les institucions catalanes, i
el seu tarannà beligerant i nacionalista espanyol que li resta credibilitat per
proposar solucions.
-
Dirigint-se
a Sánchez…”De cómo afronte la situación en Cataluña depende en gran medida su
posibilidad de formar un Gobierno estable”. Amb aquesta frase una mica
misteriosa està avançant ja la “gran
coalició” que pretén el règim del 78, i de la qual fa temps que Felipe és el
portaveu?. Quina sería, segons ell, la manera adequada de Sánchez “de afrontar
la situación en Cataluña” i quina relació pot tenir amb un “gobierno estable”?.
Misteri.
-
…”una
insurrección popular contra los poderes del Estado alentada y orquestada por su
primer representante” (referint-se a Quim Torra). Un altre que no vol vore el
que hi ha. Volen creure que Torra és el problema, com abans creien que el
problema era Puigdemont, i abans Mas, i abans Pujol. Tot menys afrontar la
relitat de vore que hi ha més de dos milions de catalans farts d´Espanya i que
volen anar-se´n com siga.
-
…”cada
vez que en Espanya ha triunfado un régimen democrático, en Catalunya se ha
inaugurado un procés hacia la independencia con consecuencias siempre
desastrosas”. Llavors, si ho sabien perquè Catalunya va formar part, com Murcia
o La Rioja del “café para todos” de Clavero Arévalo?. Perquè no els donaren el
mateix tractament que a bascos i navarresos tenint en compte que, com que
Catalunya si haguera pagat el cupo, els altres dos també l´haurien pagat?. Van
tenir la barra de dir que l´economia basco/navarresa era xicoteta i Espanya
s´ho podia permetre, pero amb la catalana no. Ni més ni menys que estaven
reconeixent el drenatge salvatge de diners catalans que pensaven fer. En resum,
el café para todos és la plasmació en lleis de l´anticatalanisme espanyol: “no
daremos a Catalunya nada que no se le dé al resto de España” (dels bascos ni
menció, com si no foren de “el resto de España”).
-
Dedicat
a Pedro Sánchez …”Ignoro si es verdad
que algunos de nuestros próceres no escriben los libros que firman”. Encara li
diu poc.
-
…”la
incorrección formal de olvidar que no puede hablarse de una España sin Cataluña
como si fueran entes autónomos a la hora de dialogar entre ellos. España, no
solo su Estado, han existido siempre con Cataluña en su seno”. Aquí hi ha,
pense jo, una confusió de l´articulista, pot ser interessada, entre l´Espanya
física i l´Espanya política. És ben cert que des dels romans hi ha Hispania on
físicament s´inclou Catalunya evidentment, però amb la reconquesta la cosa
canvia. Hi ha dos models totalment diferents de fer-la i amb diferents
conqueridors i repobladors, diferentes llengües, cultura, etc. que donen lloc a
dos països imbarrejables com l´aigua i
l´oli. No hi hauria problemes de confusió si Castella hi haguera respectat el
nom comú d´Hispania, però la insaciàble fam de conquesta castellana la va
conduïr a voler confondre Castella amb Espanya (“Castilla crisol de España”) i
a continuació a voler imposar la seua com a cultura única. De tot això se´n
oblida l´el.liptic Cebrián.
-
…”que alguien ofrezca un plan creíble que
incorpore de nuevo al proyecto común a los cientos de miles de catalanes
engatusados hoy por las promesas del separatismo”. Normalment, el
“proyecto común” és el que a ells els interesa, i com a mostra ahí està la
Transició, que era un “proyecto común” i que ha
esdevingut desastrós per als
catalanoparlants. Però el summum del cinisme o de la ceguesa, no ho sé, és
parlar de “los cientos de miles de catalanes engatusados”. Engatusados per
qui?. Amb aquest assumpte, la negació de la realitat és de tal calibre que
l´articulista no pot ni imaginar-se que siga la gent que vol anar-se´n farta de
tants i tants greuges. A banda que per engatussar algú li has de fer promeses
d´una vida millor que és el que diu Cebrián que fa equivocadament l´independentisme. Cal que abandoneu tota
esperança de llibertat, rebla Cebrián. Seguireu vivint colonitzats i
maltractats perquè és el vostre destí, així que no es deixeu “engatussar” per
promeses impossibles de complir.
-
…”frente
a la épica xenófoba y sectaria de los independentistas, hay que enarbolar una
épica de nuestra democracia constitucional”. No sé d´on es trau que els
independentistes catalans són xenófobs i sectaris. Tot al contrari, jo he vist
als balcons dels pobles de catalunya, junt a la estelada, el cartell “volem
acollir” referint-se als immigrants. De fet, tenen el 25% de tots els musulmans
que hi ha a l´estat espanyol. En concret hi han, arredonint, 515.000. A més
tenen al parlament una musulmana i el conseller de Treball i Assumptes Socials
és el musulmà Chakir El Homrani. I per altra banda, per a sectaris, els
inventors de La Inquisició què, malauradament,
segueix en actiu ara mateix mitjançant el Tribunal Constitucional, la
Audiencia Nacional (TOP), el Supremo i el jutjat nº 13 de l´Audiència de
Barcelona. Però el que em fà gràcia és allò de “la èpica de nuestra democracia
constitucional”. Com si no estiguerem assabentats del tipus de “democràcia
constitucional” que es va pactar amb el franquisme. Quin cinisme i quina poca
vergonya… Quina classe d´“èpica” es pensen que poden fer amb un bunyol com
eixe?.
-
…”España
es de hecho, y no solo en espíritu, un Estado federal sometido a la
imperfección de no reconocerse como tal en las definiciones legales”. Això és
la gran fal.làcia del règim del 78, el mantra repetit mil vegades amb el que
volen dissimular el “xollo” que ha estat per Madrid l´invent eixe de les autonomies (d´on ha
tret Madrid els milers i milers de milions d´€ que ha malbaratat?) i que ha
estat la ruïna per a segons quines comunitats autónomes. Un estat federal on tú
recaptes només el 5% dels diners (Junqueras dixit) i la resta te´ls retorna
Madrid com li rota?. Un estat federal que no et deixa ni decidir si en van 24 o
25 alumnes per aula en un centre concertat?. Un estat federal on qualsevol
legislació pròpia topeta immediatament amb el tribunal constitucional (impost a
la banca, impost productes ensucrats, llei de pobresa energètica, etc…)?. Un
estat federal on Madrid et dona i et lleva les competències com i quan vol?. Un
tocomocho més del règim del 78.
Voldria
tancar aquests comentaris fent émfasi, de nou, en els dos principals farsants
de la nostra història recent: Cebrian/El País i el PSOE. Sense aquesta parella,
és possible que Espanya hauria reaccionat i aconseguit, per fi, convertir-se en
un país decent. No ha estat així. Espanya ha continuat sent fidel a la seua
impresentable història. Déu ens pille confessats.
Celedonio Pastor Biosca
(*) Campeó mundial de fallides d´estat: 14 al llarg de la
seua història i 15ª al juny de 2012 si no arribem a estar dins la UE.
(*) Un polític del
segle XIX del qual no ens ha arribat el nom, ja deia sobre com governar:
“gobernar España es sencillo, sólo consiste en incrementar la plantilla de la
guardia civil”. Com ara mateix en Catalunya.
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