Singlutenia
Maralar
𝔸𝔻𝕆𝕃𝔼𝕊ℂ𝔼ℕℂ𝕀𝔸
ENFERMA
DE 𝕀𝔾ℕ𝕆ℝ𝔸ℕℂ𝕀𝔸
Tenemos
una España regada de adolescentes que sienten nostalgia del
franquismo sin saber qué fue el franquismo. No conocen ni el
fascismo, ni el nazismo, ni las dictaduras que dejaron un reguero de
muertos, torturados y humillados. Y lo peor no es solo que no lo
sepan, sino que creen que no saberlo es un acto de rebeldía, porque
la ignorancia hoy se ha impuesto como norma. Llevan pulseras con la
bandera de España como si fueran insignias revolucionarias, cuando
son símbolos heredados de una represión que habría aplastado,
encarcelado o matado a cualquiera que se saliera del guion
nacionalcatólico. Esta dañina ignorancia orgullosa es el resultado
de un blanqueamiento histórico tan eficaz que ha fabricado una
generación que cree que el fascismo es moderno, cuando es el fósil
más rancio y peligroso de nuestra historia.
Entre
estos adolescentes nostálgicos del terror, tenemos chavalada
homosexual que desconoce que en el franquismo, ser homosexual no era
una identidad sexual o una “elección de vida” que incomodaba a
los reaccionarios, era un delito perseguido por ley. No saben que
desde 1954, la Ley de Vagos y Maleantes incluyó a los homosexuales
como sujetos peligrosos a “rehabilitar”. Esa “rehabilitación”
significaba detenciones arbitrarias, encierros en campos de trabajo
como la Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía en Fuerteventura,
trabajos forzados, palizas, hambre, castigos corporales,
electroshocks, lobotomías y prostitución forzada. Las víctimas
eran humilladas, medicalizadas contra su voluntad, reducidas a una
“anomalía” que el Estado podía corregir a golpes y descargas
eléctricas... Pienso en Leopoldo María Panero... y ay.
Estas
teenagers nostálgicas, que aspiran a ser amas de casa y a tener
mucho tiempo libre mientras sus hijos están en el colegio para ir al
gimnasio y ponerse las uñas de gel, desconocen que a las mujeres se
las encerraba en la jaula moral del Patronato de Protección a la
Mujer, presidido por Carmen Polo, esposa de Franco y que este
organismo vigilaba y “regeneraba” a las mujeres consideradas
descarriadas. No tienen ni idea de que muchas mujeres fueron
internadas en centros donde sufrían trabajos forzados, castigos
físicos, abusos sexuales y la humillación sistemática de
convertirlas en sirvientas de una moral que no era la suya. En esos
lugares también se robaron bebés para entregarlos a familias
“adecuadas”, borrando cualquier vínculo con sus madres
biológicas. El franquismo no solo controlaba sus cuerpos, controlaba
su maternidad, su sexualidad y su destino entero.
Estas
nuevas generaciones (llamadlas como queráis, X, Zeta, Cristal...)
desconocen que la represión contra los republicanos fue igualmente
sistemática y brutal. No saben que las Brigadas Político-Sociales,
policía política del régimen, aprendieron sus métodos
directamente de la Gestapo y que aplicaban torturas como “el pato”
(caminar acuclillado con las manos bajo las piernas hasta el
agotamiento), asfixia con toallas húmedas o bañeras, el “teléfono”
(golpes en los oídos hasta romper tímpanos), violaciones, amenazas
de muerte, humillaciones extremas. No saben que miles de republicanos
fueron deportados a campos nazis como Mauthausen, donde más de 4.500
españoles murieron bajo el mismo sol negro que coronaba las banderas
de Hitler y no saben que mientras, en España, los cuerpos de los
fusilados (bisabuelos, tíos abuelos, etc. de los sujetos de los que
hablamos...) eran arrojados a fosas comunes, invisibles durante
décadas, mientras los muertos del bando franquista eran sepultados
con honores.
Y
este es el legado que hoy se banaliza con memes y vídeos de TikTok.
Esta es la historia que no se cuenta porque los padres y madres de
estos adolescentes, que tuvieron acceso a la educación y que fueron
obligados a estudiar hasta tener por lo menos 14 años, eligieron
mirar hacia otro lado. Eligieron el pelotazo y el chalé con piscina
antes que la memoria y la cultura. Se creyeron clase media cuando
eran trabajadores precarios, y convirtieron el catetismo en virtud. Y
de estos padres y madres nacen ahora hijos que, creyendo rebelarse,
se arrodillan ante las mismas ideas que habrían destruido sus vidas
hace 50 años.
Llamarse
“facha” a uno mismo como si fuera un guiño gracioso no es
rebeldía, es rendición. No es modernidad, es arqueología política.
Convertir la ignorancia en un accesorio y la incultura en una marca,
es el terreno fértil para que la extrema derecha se presente como
una opción fresca y rompedora, cuando en realidad es la misma
maquinaria de represión envuelta en colores nuevos. Estos
adolescentes que se declaran de extrema derecha porque no saben lo
que fue el nazismo no se dan cuenta de que están repitiendo el gesto
exacto que el poder quiere, el de la víctima que aplaude al verdugo.
Cuando
un currela, un inmigrante o un joven precario vota a la derecha más
rancia, no está defendiendo sus intereses, está firmando el
contrato de su propia sumisión y por lo tanto, comportándose como
un completo imbécil y arrastrándonos a todos los demás a un abismo
que sí conocemos y que no queremos. Lo que hace falta no es
nostalgia, sino memoria. No es patriotismo de pulsera, sino
patriotismo de justicia. Porque en el franquismo, ser diferente
significaba desaparecer, y olvidarlo significa invitarlo de nuevo a
la mesa.
Hacen
falta kilos de cultura, kilos de ideología sustentada en los
Derechos Humanos, kilos de Historia, kilos de moral y kilos de
pensamiento crítico; y si seguimos dejando nuestra cultura en manos
de "mamporreros y toreros", en menos que canta un gallo,
vamos a estar como ya estuvimos en los años 50.
Por
favor, leed libros.
Singlutenia.
(El
cartel, que veo que os ha molado, se lo he robado a mi amigo Ramiro
Mayo).