Carta abierta a un gobierno celoso
Estimado, o no, gobierno “celoso”:
Cada vez creo más en la frase “más
vale una imagen que mil palabras”, especialmente cuando las palabras proceden
de algún miembro, militante o simpatizante del PP. Y es que, entre las muchas
imágenes que nos dejó la histórica jornada de ayer, hay una que resulta difícil
de olvidar. Con la cara de un niño que acaba de perder su colección de cromos,
el ministro de justicia aparece en los televisores de todo el país hablándole a
dos micrófonos sujetados con una cinta de celo. ¡Bravo, Marca España! ¡Viva, PP
Gotera y Otilio!
Me pregunto qué habrán pensado los
inversores extranjeros cuando hayan visto a un representante del gobierno (el
único que da la cara después de que 2,25 millones de personas hayan desafiado
al establishment jurídico y político) compareciendo ante semejante ingenio de
I+D hispánico. Efectivamente, habrán pensado que España es un país muy
atractivo para invertir en la sociedad del conocimiento y en nuevas
tecnologías. Estoy seguro de ello (modo irónico on).
En contraste, a 600 Km de allí, 40.000
voluntarios y toneladas de ilusión posibilitan que más de dos millones de
personas, contra viento y marea, contra una hemeroteca de amenazas, contra
mensajes apocalípticos, contra fiscales que se despiertan de la siesta para
investigar lo que no entienden, contra portadas escritas con una mezcla de
testosterona y cianuro y contra neonazis descerebrados (perdón por la
redundancia) decidan que ya han tenido demasiado autoritarismo de unos y
paternalismo de otros. Con poco tiempo, sin censo, con hackers, con el aliento
del CNI y de la Fiscalía en el cogote, estos 40.000 héroes organizan una
jornada democrática que ni un millón de ministros de justicia españoles serían
capaces de organizar ni con todo un camión de celo.
España son autonomías enganchadas
con celo, constituciones caducas que se aguantan con celo, cargos políticos que
se adhieren con celo a algo que llaman democracia. Y mientras, en Catalunya,
Alícia Sánchez-Camacho que se comporta como un vendedor de aire acondicionado
que quiere abrir mercado en la comunidad esquimal.
En fin, sois patéticos.
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