POLÍTICA
Cristianos
homosexuales: "Los obispos que dicen barbaridades son cuatro y están
enfermos"
06/07/2014
ElHuffPost
Redactor El
Huffington Post
"Los actos
homosexuales son intrínsecamente desordenados", "contrarios a la ley
natural" y "no pueden recibir aprobación en ningún caso". Por
eso, "las personas homosexuales deben ser acogidas con respeto" pero "están
llamadas a la castidad". Todo eso (y más) está escrito
en el Catecismo de la Iglesia Católica y resume la postura de la
institución al respecto.
"Es un mensaje
muy sibilino: 'Aceptamos, no llegamos a condenar, pero... Pues mira, nosotros
no lo aceptamos. Porque es una visión negativa, muy juzgadora y no es lo que
dice el Evangelio".
Elena habla en
representación de sus compañeros de Betania, un grupo creado hace 15 años y del
que forman parte unos 12 cristianos LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y
Bisexuales) de entre 28 y 61 años de Bilbao. Apenas 48 horas antes de la marcha
del Orgullo Gay de Madrid, todos ellos están reunidos analizando textos del
teólogo y sacerdote progresista José Antonio Pagola.
Se juntan cada 15
días para reflexionar sobre el Evangelio y poner en común sus pensamientos. En
fechas puntuales realizan oraciones en grupo. Por ejemplo, en Navidad, en el
día contra la homofobia o en semana santa. Así, explican, generan un espacio
donde pueden sentirse "cómodos" compartiendo dos pilares de su vida:
la orientación sexual y su fe.
CADA VEZ MENOS HOSTILIDAD
Como el suyo, hay
grupos de cristianos LGTB en varias ciudades españolas. Jordi Valls es el
portavoz de la Asociación Cristiana de Gays y Lesbianas de Cataluña,
que aglutina a 15 socios que llegan a 200 personas. Asegura que cada vez
sienten menos hostilidad contra ellos.
"Cada vez hay
más comunidades cristianas menos fundamentalistas y por tanto más abiertas a la
diversidad. Entre la comunidad LGTB también se ha redescubierto la dimensión
espiritual, que todo no termina en el cuerpo, sino que hay algo más. Y empiezan
a aceptar la realidad cristiana", asegura.
Todos admiten, en
cualquier caso, que ni es fácil ni les agrada escuchar las declaraciones
homófobas que miembros de la jerarquía eclesiástica realizan de vez en cuando.
El obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Plá, es uno de los más
combativos contra los gays y las lesbianas. En 2012, por ejemplo, dijo que "la revolución sexual
está produciendo muertos".
Más muestras de la
postura de la jerarquía: el cardenal Fernando Sebastián aseguró este mismo año
que "señalar a un homosexual
una deficiencia no es un ofensa, es una ayuda, porque muchos casos
de homosexualidad se pueden recuperar, se pueden normalizar con un tratamiento
adecuado".
"SON CUATRO ENFERMOS"
¿Qué piensan los
homosexuales cristianos cuando escuchan declaraciones como estas? En general,
afirman, se lo toman con calma. "Esos obispos... se trata de personas
enfermas que necesitan acudir a un buen especialista para que les cure de su
homofobia", dice, con mucha tranquilidad, Valls.
"Sabemos que
los que dicen barbaridades no han tenido una vida fácil, que han tenido
problemas. Y expresan su malestar diciendo estas barbaridades. Lo que tienen
que hacer es ponerse en manos de un buen profesional y no vamos a contestarles
porque se trata de personas enfermas, con un problema. Nos consta que alguno es
un homosexual de armario", avisa.
Valls subraya que
los "obispos que dicen barbaridades" son "cuatro contados"
y que son personas con "problemas" que no van "a la cuerda del
papa". "La gente mínimamente sana no ve absolutamente ningún
problema. Las jerarquías están muy equivocadas", asegura. Y añade que su
grupo tiene contacto con la Iglesia de base y que siempre los han acogido bien.
"Sólo hemos tenido problemas con parroquias o comunidades que están
dominadas por alguien que quiere hacer carrera eclesiástica".
Desde el grupo de
cristianos gays de Bilbao matizan que "es tanto o más triste que no haya
nadie dentro de la jerarquía que no se posicione claramente en contra de las
declaraciones salidas de tono".
"Van en contra
del Evangelio, que no dice nada de eso, sino todo lo contrario. El mensaje del
Evangelio es de amor, de respeto, de aceptación y de acogida a todo el mundo.
Las palabras de Jesús nunca dan lugar al rechazo, ni a la expulsión, ni a los
'peros', ni a juzgar a nadie", afirman.
"TAMBIÉN SE PROHÍBE COMER MARISCO"
Antonio C., del grupo Ichthys de Sevilla, que aglutina
a 30 personas, también resta importancia a las declaraciones homófobas de los
obispos y se remite al contenido del Evangelio.
"Desde la
Iglesia no puede surgir el odio", advierte. Recuerda, además, que en el
Levítico, un libro del Antiguo Testamento, se dice que "se condenará"
quien yazca con otro hombre. "Pero en el mismo libro dice que te condenarás si
comes marisco y hoy por hoy ni está prohibido ni es un pecado. ¿Si
una cosa no es pecado por qué lo otro sí lo es?", se pregunta.
También resta
importancia al contenido del Catecismo y subraya la contradicción de que se
condenen los actos homosexuales porque "son actos de amor". "No
pensamos que una conducta desordenada pueda serlo si surge del amor. No entendemos
que se nos prohíba desarrollar nuestra afectividad", lamenta.
Al mismo tiempo,
recuerda: "Dios nos ha hecho para ser felices y si nos ha creado el
instinto del hambre, o de la sed, o el sexual, ha sido para dar placer bien
entendido. El catecismo no es una ley, es una serie de normas. Incumplirlo no
es pecado".
¿Y EL PAPA?
A la vez, Antonio C.
celebra el cambio de registro del papa Francisco, pero reconoce que no tienen
esperanzas en que la Iglesia vaya a cambiar "de la noche a la mañana, ni
de que esté próximo el día en que los homosexuales puedan casarse por la
Iglesia".
En el grupo de
Bilbao apoyan esa tesis y llaman a dar tiempo al pontífice. Advierten de que,
por el momento, hay "signos positivos" pero ahora hay que ver
"si las palabras pasan a los hechos".
Uno de esos hechos,
por ejemplo, sería acabar con la discriminación dentro de la Iglesia. "Nos
llegan casos de chicos o chicas que son homosexuales y cuando el cura de turno
se ha enterado les ha echado del grupo con malas formas. Profesores y
profesoras de centros religiosos que tienen que llevar su pertenencia en
secreto porque pueden perder su trabajo...", critica Jordi Valls.
Mientras, ellos y ellas siguen esperando.
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