Arquitecto y
militante socialista
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22/08/2018
Izquierda(s)
ElHuffPost
Cuando me
afilié, un viejo conocido me dijo: "Recuerda, Libertad, Igualdad y
Fraternidad. Todo lo demás es teoría". Al cabo de un tiempo otro compañero
me dijo: "Los izquierdistas no tienen valor suficiente para ser de
izquierdas". Por otro lado siempre hubo alguien que me recordó que,
"de siempre, la revolución se ha hecho para vivir como burgueses...".
Hasta hoy me parecían divertidas boutades de bienvenida en un viejo
partido socialdemócrata bastante más liberal, libertario y tolerante de lo que
la gente se piensa que es...
Hoy, después
de leer Contra la Izquierda de Jordi Gracia, todos esos
comentarios me parecen sin embargo portadores de algo más valioso que simple
socarronería. Este ensayo es el texto más refrescante y portador de futuro en
relación a la izquierda de los que se haya tenido noticia en mucho tiempo.
Publicado en mayo de este año y por tanto escrito con anterioridad a la moción
de censura que ha llevado a la izquierda de nuevo al Gobierno en España, quizás
necesite una mínima actualización, muy mínima, en relación a la sempiterna incapacidad
de la izquierda en ponerse de acuerdo para desalojar a la derecha del poder
gubernamental. Pero más allá de esa circunstancia, el valor de este texto
reside en el análisis breve y conciso, lúcido en extremo, de las izquierdas que
operan hoy en día en el panorama nacional.
Ser de izquierdas es ante todo una
acción y una actitud que buscan mejorar las condiciones de vida de los
semejantes, y en particular de los más desprovistos
Resulta gratificante palpar discurso
de izquierda que no es ni monserga tardo-revolucionaria ni socialdemocracia
acartonada. Se agradece, y punto. En sus escasas ochenta páginas que son como
un rayo, Gracia repasa qué no es izquierda y qué sí lo es con una clarividencia
y lucidez que llevan casi a la desconfianza. Adolece quizás el texto de falta
de voluntad propositiva, mas allá de la recomendación de centrarse en
conquistar derechos concretos y palpables. Pero no por ello pierde frescura en
el análisis de las hipocresías de la izquierda y resulta exquisitamente
provocador cuando enuncia que la izquierda, hoy, es capitalista.
El desparpajo no decae en ningún
momento y pone a cada cual en su sitio, no dejando títere con cabeza o apenas,
y sin embargo...
Y sin embargo rompe una lanza a
favor de la izquierda. Una izquierda entre socialdemócrata y transgresora,
vacilona e irreverente que no renuncia a cambiar el mundo pero que quiere tener
los pies en la tierra a la hora de hacerlo. Una izquierda que en efecto
reivindica cosas concretas y a la vez no olvida la necesidad de un relato
global de lo que esta haciendo y por qué lo está haciendo.
La izquierda del siglo XXI debe
asumir sus derrotas, abandonar la nostalgia, reivindicar sus conquistas, no
dormirse en los laureles y desafiar el orden global establecido
No sé ustedes, pero yo necesitaba
leer algo así desde hace tiempo. Ser de izquierdas es ante todo una acción y
una actitud que buscan mejorar las condiciones de vida de los semejantes, y en
particular de los más desprovistos. Y sí, todo lo demás es teoría. Dejémonos de
tonterías y vayamos al grano.
La izquierda del siglo XXI debe
asumir sus derrotas, abandonar la nostalgia, reivindicar sus conquistas, no
dormirse en los laureles y desafiar el orden global establecido, porque sí, el
orden establecido es injusto, lo sigue siendo lo mires por donde lo mires. Y
como bien explica Gracia, asumir la victoria sistémica del capitalismo no tiene
por qué suponer la renuncia de la izquierda a levantar la bandera de la lucha
por la igualdad y la justicia social una y otra vez. Paso a paso, "partido
a partido" si quieren, pero sin perder el norte.
Una izquierda que reivindica el
Estado, pero también al individuo, y que atribuye a cada cual su
responsabilidad. No más, pero tampoco menos
Contra la Izquierda es la reivindicación de una
izquierda postcrisis económica crecida en la adversidad, consciente de sus
debilidades pero también de sus fortalezas. Con una idea de sí misma que
trasciende los partidos políticos, pero no lo suficientemente ingenua como para
pensar que puede operar sin ellos. Una izquierda que dibuja una ética para el
siglo XXI, el siglo de las redes sociales y la omnipresencia mediática de la
imagen, el de la opulencia y la escasez simultáneas. Una ética que no es ni
moralista ni cínica, sino realista y consciente. Una izquierda que reivindica
el Estado, pero también al individuo, y que atribuye a cada cual su
responsabilidad. No más, pero tampoco menos. Una izquierda de la mejora y el
perfeccionamiento. Una izquierda del sentido común.
Yo, como Jordi Gracia, "echo de
menos el esfuerzo por conciliar realidad y proyecto, necesidad y plausibilidad,
denuncia concreta y reforma factible; echo de menos que las propuestas tengan
vocación estructural frente a la sobreabundancia de coyunturalismo en
declaraciones emitidas a todas horas y por todos los medios, desdibujando
prioridades y batallas mayores y menores". Pero desde mayo, quizás hayamos
abierto un camino para empezar a cambiar todo eso. Un camino por explorar.
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