Los templos del horror en Pensilvania: "Los sacerdotes violaban a
niños y niñas pequeños"
ESTADOS UNIDOS
Nueva
York
15 ago.
2018
"Ocurrieron en
todas partes", se lee en el demoledor informe tras la investigación que
prueba los relatos de violación y abuso por parte de más de 300
sacerdotes a más de 1.000 niños en seis diócesis de la Iglesia
Católica en Pensilvania (EEUU) desde 1947.
Publicado por el
Tribunal Supremo de Pensilvania, los incidentes descritos
incluyen la confesión de un sacerdote que violó a 15 niños. En
otro relato se explica que se obligaba a los pequeños a confesarse tras sufrir
abusos por el "pecado". También hay una
historia en la que se forzó a una niña a abortar y otra en la que un religioso
coleccionaba orina, vello púbico y sangre menstrual.
Entre los
testimonios del documento de casi 1.400 páginas destaca el caso de violación a
una niña de siete años en el hospital. El agresor
había ido a visitarla tras una operación de amígdalas. Y está también aquel que
aclaró la boca de un niño con agua bendita para purificarle
después de obligarle a practicarle sexo oral. "Un sacerdote admitió tocar
a chicos, pero negó hacer nada a dos niñas", se escribe. "No tienen
pene", explicó el religioso. Otro decidió abandonar el sacerdocio, pero
pidió una carta de recomendación para trabajar en Disneylandia.
Se la dieron.
En el mismo
documento, realizado a consecuencia de denuncias de abuso sexual, se identifica
a los líderes de la Iglesia Católica de Pensilvania como colaboradores necesarios y
protectores. "Los sacerdotes violaban a niños y niñas
pequeños, los hombres de Dios fueron responsables no sólo de no hacer nada, sino
de esconderlo. Durante décadas. Monseñores, ayudantes de
obispos, obispos, arzobispos, cardenales fueron protegidos. Algunos
ascendidos", se critica.
A continuación, se cita
un ejemplo sobre el caso de un religioso que violó a una niña, a la que dejó
embarazada, como se ha mencionado anteriormente. Después de acordar su aborto,
el arzobispo envió una carta de apoyo, pero no a la pequeña, sino al religioso.
"Debe de ser un momento difícil en la vida",
se cita en el informe que se escribió en la misiva al violador.
También se detalla
que había en la diócesis de Pittsburgh una "red de pornografía",
en la que los sacerdotes "actuaban en grupo" con "fustas,
violencia y sadismo".
Otra víctima fue
obligada a posar desnuda como Jesucristo en la Cruz mientras los sacerdotes le hacían fotografías con una
cámara Polaroid. Después le dieron a él y otros niños colgantes
con cruces de oro para marcarles. Así sabían que ya habían sido violados.
Aún así, el fiscal
general del estado de Pensilvania, Josh Shapiro, reconoció que la mayoría de los agresores no
serán sometidos a juicio. Más de cien han fallecido, y las
leyes en este estado son muy laxas en los casos de violación y abuso sexual.
Las víctimas menores de edad sólo tienen hasta los 30 para
presentar demandas civiles y hasta los 50 para presentar cargos
criminales. En la mayoría de los casos, casi todo ha prescrito.
Estos
estremecedores relatos llevan a preguntarse qué tipo de tácticas
llevaron a cabo los líderes de la Iglesia Católica en Pensilvania para ocultar
los horrores de sus sacerdotes a los niños durante 70 años. Y todas las miradas
se posan sobre el cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Pittsburgh
(Pensilvania) durante 18 años, ahora en el arzobispado de Washington.
Es más, su
predecesor en la capital, Theodore McCarrick,
acaba de convertirse en el primer cardenal estadounidense en dimitir tras ser
acusado de abuso sexual. De momento, Wuerl defiende su conducta en Pensilvania,
y asegura que el terrible informe le exonera de cualquier culpa.
Cómo se ocultó
Sin embargo, según
se puede leer en el documento, las tácticas para ocultar los hechos parecían
sacadas de un manual para ocultar la verdad. Sus máximas: evitar los
escándalos, utilizar eufemismos, guardar las quejas en un "archivo
secreto" y nunca avisar a la Policía.
En las páginas se
detallan los métodos: nunca decían "violación", sino "contacto
inapropiado"; no llevaban investigaciones genuinas con
personal preparado; para dar la sensación de integridad, enviaban a los
religiosos a centros de tratamiento psiquiátrico de la Iglesia;
las evaluaciones se hacían con informes del propio sacerdote; y cuando se
expulsaba a alguien, no se decía por qué.
A pesar de toda
esta impunidad, esta investigación sí ha ayudado a devolver a la mesa del
debate no sólo las violaciones y abusos sexuales de la Iglesia Católica en Estados
Unidos, sino que también ha arrojado preguntas sobre la responsabilidad de los líderes
de la institución que no sólo conocían estos abusos, como se ha
apuntado con anterioridad, sino que encubrieron los crímenes.
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