La Nueva Prensa (La verdad seda dicha)
Mayo 12,
2018
¿Por qué los curas son pedófilos?
Por DANIEL
EMILIO MENDOZA
Penalista y criminólogo, autor de la
novela El Diablo es Dios de Editorial Planeta
A los Padres de Familia.
Al Psiquiatra y Senador Juan Luis Castro Córdoba y al
abogado penalista Elmer Montaña, quienes conscientes de la grave problemática,
han denunciado hechos y han apoyado víctimas, convirtiéndose en blanco de
hostigamientos y amenazas.
En Méjico el cura Marcial Maciel,
fundador de los Legionarios de Cristo, durante 20 años, desde 1940 hasta 1960,
con la bendición del Vaticano que conoció de las denuncias de varios padres de
familia, violó a centenares de niños en la enfermería de los internados
infantiles que administraba la Iglesia. Albert
Salvans Giralt, Pere Cané Gombáu y Andreo García, son los tres curas
pederastas que tenían como hobbie humillar, torturar y someter sexualmente a
varios de los menores que eran recogidos por la Comunidad Misionera de San
Pablo Apóstol. Según las víctimas, los niños se convertían en esclavos sexuales
a quienes obligaban a participar en fiestas y bacanales orgiásticas conocidas
por el Papa Pablo VI, quien ni se inmutó con la perversidad de las aficiones de
estos tres prelados, que por orden del Arzobispo Carles Soler Perdigó, del
Cardenal Ricard María Carles Gordo y amparados por la cúpula entera del
Arsobizpado de Barcelona, fueron encubiertos y enviados a cuidar niños en la
Parroquia de Kentish Town, donde eran una sotana más que nadie conocía. Al
clérigo Rudolph Kos no le alcanzaba la noche para desangrar su espalda, solía
azotarse hasta la madrugada después de violar a los niños que visitaban la
rectoría de la Iglesia de San Juan en Ennis (Texas). Siempre supo que para él
no había remedio, por eso escribió una carta kilométrica y autobiográfica en la
que además de narrar cada uno de sus encuentros con los menores, le pedía a su
superior el Obispo Charles Grahmann que lo internara en un sitio donde pudiera
recibir ayuda y donde la Iglesia no le fuera a poner niños al frente. Grahmann,
en palabras del cura violador, le dijo que Dios habría de acompañarlo, le
rompió la carta en la cara, y ni lo recluyó ni lo hizo tratar, ni mucho menos
lo denunció, sino que lo puso a buen resguardo, trasladándolo como párroco a
otra más de las iglesias en la que siguió abusando de los tantos menores, que
le sumaron años a su condena infinita de tres cadenas perpetuas a la que se
hizo merecedor en 1997. Cuando empezaron a sonar las denuncias hechas por
los niños sordos de escasos recursos que residían en el Instituto Católico
Provolo ubicado en Verona Italia, el Vaticano decidió exportar a la Argentina a
las decenas de curas pedófilos, ubicándolos en parroquias y colegios de Buenos
Aires y Mendoza. Los recuerdos de las víctimas, niños sordomudos que educaron
los curas en el instituto desde 1950 hasta 1980, son perturbadores, no se
contentaban con acceder carnalmente a niños de hasta 5 años de edad, sino que
los amarraban y golpeaban en extensos rituales sadomasoquistas.
Son cientos de miles, millones
pueden ser de acuerdo a las estadísticas que tratan de evidenciar los casos no
reportados. Es bien difícil saber cuántos de los sacerdotes que nos acechan son
pedófilos. Los datos rozan el 30 por ciento (Pepe Rodríguez- Pederastia en la Iglesia Católica 2002),
algunos de los curas y ex seminaristas que pude entrevistar, opinaron que dada
la soterrada oscuridad que reina en las casas curales la cifra puede llegar a
doblarse. Los estudios muestran cifras y proyecciones descomunales, y cada vez
más víctimas alzan la voz. Estados Unidos, Australia, Irlanda, Gran Bretaña,
España, Asia, Rusia, Noruega, Dinamarca, Méjico, Guatemala, Panamá, África, Sur
América…por donde van pasando los curitas dejan reguero.
Decirlo suena a refrito, pero nadie
ha sido lo suficientemente claro:
La Iglesia Católica es una fábrica de pedófilos.
Y si no es así ¿Entonces cómo
explicarlo? Es como si el Vaticano pusiera carteles en los seminarios de SE
RECIBEN PEDOFILOS…. y esto no pasa. Otra explicación podría ser qué a los
seminarios atraídos por la publicidad y el voz a voz, llegaran por manadas los
pederastas en búsqueda de presas fáciles, como esas que llegan a las casas de
adopción, a las capillas y a los colegios católicos a los que normalmente
asisten los niños más humildes y desvalidos. Pero es que un pedófilo que quiera
ejecutar sus fantasías o un pederasta con la compulsión al rojo, no se interna
9 años en un seminario a estudiar teología y filosofía para qué al lobo feroz
disfrazado con esa túnica negra, al cabo de tanto libro y cátedra oscurantista,
le entreguen un pedazo del rebaño. No. Eso tampoco pasa.
La única conclusión lógica es que
hay algo en la educación del seminarista que le mueve las tuercas y que lo
transforma en un compulsivo abusador de menores. Testimonios y estadísticas lo
demuestran y nadie se atreve a decirlo:
Los curas no nacen pedófilos, la iglesia los convierte en ello.
Me voy a sumergir hasta el fondo,
hasta sacar arena. Trataré de descifrar cuáles son las estructuras simbólicas
que afectan la psiquis de los prelados. ¿Cuáles son los ingredientes secretos
de ese coctel molotov que les explota en la cabeza?
Las razones de algunos a mí como
criminólogo, no me convencen. Culpan al celibato, pero no es suficiente. Que el
celibato los vuelve gais y la homosexualidad es el detonante de la pederastia.
Muy falso, la homosexualidad no es una parafilia y la tasa de abusos de niños
violados por alguno de los padres en parejas gais, se acerca a cero. Los que
violan a sus hijos son los heterosexuales, no los gais. No por el hecho de ser
homosexual se es pedófilo, ningún estudio ha señalado la homosexualidad como
condicionante de la pedofilia. Además, como explicar el hecho de que alrededor
del mundo existan miles de cultos célibes que tienen contacto con menores y sus
prelados no los violan. En Tailandia es una tradición que a los monjes budistas
les entreguen los niños desde los 8 años para su formación…y no los violan. Los Acetas hindúes, también célibes, inducen niños
en prácticas contemplativas de introspección espiritual, pasan meses con ellos,
los ven crecer con la venia de sus padres… y
no los violan. Los Jainistas exigen a sus monjes consagración plena en las
enseñanzas de las tres joyas de la espiritualidad: correcto conocimiento,
correcta visión y correcta conducta, estas tres joyas son la base de la
educación de miles de niños que educan diariamente en sus monasterios…niños a los que jamás violan.
La única congregación religiosa
cuyos ministros están obligados a practicar el celibato y que es reconocida por
tener a sus órdenes un ejército de voraces violadores de niños, es la Iglesia
Católica y esto me lleva a concluir, analizando las razones de tal exigencia,
que la Iglesia convierte a sus prelados en pedófilos buscando perpetuar la
fortaleza económica del Vaticano, que se sostiene a partir del hecho de que los
prelados no tengan a nadie a quien repartir nada cuando les llegue la hora. Por
eso es que los curas no pueden casarse, porque eso significaría quitarle plata
a la Iglesia y es por eso que la principal misión de la formación eclesiástica,
no es lograr que los curas sean célibes, sino que no embaracen mujeres para que
así sea la Iglesia la única heredera de lo que en vida ha hecho cada uno de sus
prelados. La educación de los religiosos está dirigida a que en su mente no
tengan cabida las mujeres para que no les salgan preñadas las monjas, ni las
empleadas que barren las iglesias, ni las viudas de confesionario. La Iglesia
Católica, en su búsqueda maquiavélica por lograr dicha finalidad, utiliza una
estrategia tan práctica como monstruosa: Desde hace siglos ha venido
conduciendo el deseo sexual de sus venerados apóstoles hacía los niños.
Es imposible convertir a un
homosexual en heterosexual. La condición sexual puede cambiar con el tiempo,
cualquier persona con los años puede cambiar sus preferencias sexuales, pero es
imposible dirigirlas a través de factores externos. La Iglesia Católica ha
logrado ese imposible: A través de la educación y de la formación eclesiástica ha
inyectado los simbolismos necesarios en muchos de sus sacerdotes en formación,
que son hombres con su carácter ya formado, enrutando el cause de su sexualidad
hacia los niños en procura de prevenir esos embarazos que debilitarían
económicamente a la institución, porque si bien hoy en día lo que se han
gastado en abogados e indemnizaciones le está haciendo un hueco histórico a sus
arcas infinitas, lo cierto es que la Iglesia, con sus palacios dorados y sus
pompas ministeriales, sus bancos, sus tierras, sus tantas inmensas catedrales,
sus costosas propiedades alrededor del mundo, no existiría si cada sacerdote
hubiera sido dueño de su parcela de fe con la que tuviera que alimentar a su
esposa y a sus hijos. No habrían pedófilos en ella, pero como tal, como se le
conoce hoy en día, esa, la Romana, la Santa, aquella multimillonaria y poderosa
corporación, esa Iglesia católica y apostólica, la que es, la que fue, la que
ha venido siendo y la que será siempre … no existiría.
El celibato es una práctica que
choca de frente con la naturaleza del hombre y lo deshumaniza desde sus más
intrínsecos fundamentos psíquicos. Se requieren métodos de contención emocional
para llevar una vida apacible y armoniosa cuando la sexualidad es dejada por
completo a un lado. La meditación es una constante en las religiones budistas e
hinduistas. Técnicas milenarias practicadas diariamente con disciplina y
constancia, hacen que los monjes trasciendan las necesidades físicas, llegando
incluso a estados en los que pueden permanecer semanas enteras sin comer y sin
dormir. La meditación ayuda a poder contener eficazmente las pulsaciones
sexuales naturales de cualquier ser humano. Ahora bien, de algo podemos estar
seguros, si estos monjes no meditaran, andarían buscando entre adultos la gratificación
de sus necesidades sexuales. Ellos no se fijarían en los niños. No cualquier
hombre puede tener una erección al ver a un niño. No cualquier hombre erotiza
sus emociones pensando en un infante desnudo. No es común ni fácil ser
pedófilo. Esa fantasía encaja en la cabeza de muy pocos, porque la naturaleza
humana no está diseñada para que la mente le diga al cuerpo que es gratificante
acceder carnalmente a un niño. La sexualidad sana se da entre pares. La química
del deseo proviene de la gratificación mutua, poco importa si se da con un
hombre o con una mujer y es irrelevante también si se estructuran roles
sexuales (por ejemplo hombre dominante- mujer dominada) la finalidad
siempre será lograr el clímax en un plano de igualdad y si se cede ante el estereotipo
de dominación, se hace en pro del placer mutuo. La búsqueda del placer se basa
en la igualdad, el equilibrio y el consenso, incluso si es fingido, a quien es
asiduo las prostitutas, le gusta que le hagan creer que no las está obligando a
gozar, ¿o porque creen ustedes que tantas mujeres, todos los días le fingen el
gemido al marido? La dinámica de la excitación es generosa, equitativa e
igualitaria, o por lo menos pretende serlo: Yo me excito porque tú te excita.
Esta edificación psíquica del placer es una constante en el ser humano y es por
eso qué de acuerdo a los estudios, menos del 1% de los seres humanos tiene
fantasías con menores de edad (Universidad de Montreal - 2014), es decir, la
Iglesia Católica estaría congregando a casi todos los pervertidos del mundo…lo
cual, tampoco es lógico.
¿Qué los vuelve pedófilos? ¿A lo
largo de la historia, entre Papas y Cardenales, como han logrado envenenar a
los curitas? Eso precisamente es lo que voy a tratar de descifrar mezclando un
poquito de todo, sacando de la maleta algo de sociología, psiquiatría y de los
estudios criminológicos que abarcan las sociopatías y compulsiones, porque eso
es lo que son todos los curas: Unos sociópatas en potencia, permeados por
estructuras simbólicas tan poderosas que hacen que todos sin excepción estén
mucho más expuestos que cualquier otra persona del planeta, a sufrir de
compulsivos delirios pedófilos y a convertirse en consumados pederastas
irredimibles. Yo aquí deduzco, planteo hipótesis, es en el Vaticano donde tienen
la receta, la guardan escondida los cardenales entre rezos y susurros, llevan
siglos sancochando a los párrocos en ella, la comparten todos en los pasillos,
cada uno de los Papas se la sabe de memoria, ese menjurje sicológico es el que
sostiene los cimientos de aquella poderosa congregación, pero de allí no ha
salido. Allá saben exactamente cómo convertir a un ser humano sano mentalmente,
en un compulsivo psicópata obsesionado por los niños.
El estrés, el alcohol o los
alucinógenos, pueden inducir una conducta sociópata, sin embargo, dicha
conducta está edificada sobre las estructuras simbólicas que han influenciado a
determinada persona especialmente durante su infancia y su adolescencia. Estos
condicionantes pueden ser los elementos que producen el brote, la actuación
delictiva que se desencadena en un momento preciso y en unas circunstancias
específicas, sin que el hecho de que se haya materializado el crimen nos lleve
necesariamente a deducir que el actor es un sociópata. Un sociópata no se
construye en un momento. La historia personal de cada ser humano es la
que direcciona su actuar de cara a situaciones específicas, esa historia forma
y deforma estructuras psíquicas, pudiendo convertir a una persona en uno de
ellos. Hay quienes se emborrachan y se quedan dormidos, otros en la borrachera
llegan a casa a patear a la esposa, algunos cuando chocan llaman al seguro,
otros convierten la calle en un campo de batalla, todo depende de lo que tienen
en la cabeza y lo que allí anida depende de sus vivencias, que son las que
estimulan los comportamientos y las tendencias derivadas del componente
genético que los caracteriza. Somos sí, es cierto, somos cada uno en uno mismo,
hay entidades genéticas que en algo nos determinan, nacemos con bichos dentro,
pero son los contactos sociales y los hechos vividos los que despiertan o
adormecen los fantasmas que pueden llegar a dominarnos a perpetuidad.
No es un brote pasajero el que sufre
un pedófilo, es una compulsión qué en un principio, en la fase fantasiosa,
puede perturbarlo y ensombrecerlo. Unos pocos, la inmensa minoría, sufren de
angustias y depresiones severas, buscan ayuda. Si al pedófilo fantasioso se le
esculca, a punta de psicoanálisis y terapias grupales, puede entender qué fue
lo que parió los engendros, más exactamente los hechos vividos que se
convirtieron en símbolos, que gestaron en él esas ficciones antagónicas al
curso normal de la naturaleza de todo ser humano, sin embargo, cuando cruzan la
cerca y ejecutan la ficción que los manipula, cuando abusan del menor, no hay
vuelta atrás, la compulsión es ingobernable y la gran mayoría de ellos deja de
sentir remordimientos. La justificación psíquica de sus actuaciones criminales
deviene precisamente de los símbolos que lo hayan permeado durante su vida.
El control y el poder son conceptos
indispensables para precisar la génesis de un pederasta. La forma de concebir
el control y el poder es lo que puede convertir a una persona en pederasta y
las diversas situaciones que haya vivido la persona a lo largo de su vida son
las que matizan estos conceptos en ella. El poder y el control fundamentan el
concepto de Dios como divinidad que todo lo gobierna y que todo lo controla. El
hombre se inventó a Dios para explicar lo inexplicable, la salida del sol, el
curso de las mareas, la procreación, el calor, el frio o la lluvia que le daba
vida a las cosechas. La invención puede ser incluso edificante y constructiva,
Dios puede ser el derrotero de la ética y la moral en muchas personas, un
elemento mágico y alquímico que puede ayudar a construir una escala sana de
valores. El problema surge cuando el concepto se materializa en el hombre
mismo. Cuando el hombre quiere ser Dios, sentirse Dios y gobernar como Dios.
Los pedófilos, como los
heroinómanos, se hacen adictos a sentir el poder de Dios. La comparación no es
gratuita, el heroinómano define la sensación del primer chut como sentir el
universo entero en su cabeza y ser él quien lo gobierna. Con un chut de heroína
los yunkies sienten el poder de Dios. Eso es lo que siente un pedófilo
cuando viola un niño. Que lo controla todo:
Que Dios es él.
¿Qué lleva a alguien a querer
convertirse en Dios?
La pregunta se responde analizando
la historia de vida del individuo y deteniéndose en los símbolos que han
logrado patear su estructura. Un ser nacido en condiciones infrahumanas, en la
más absoluta pobreza, subvalorado y maltratado por sus propios padres, puede
llegar a querer ser Dios por razones completamente diferentes a aquel que ha
nacido en la riqueza y en la opulencia. Para esa persona, el infortunado,
sentir el subidón que significa controlarlo todo, es muy gratificante. Es la
única forma en que podrá sentir que controla algo o a alguien. ¿A quién, por
ejemplo, puede controlar un indigente? Controlar el universo por un momento
significa ser Dios y eso solo lo logra cuando ejecuta su fantasía pederasta.
Por el Contrario, el millonario que nace como príncipe y que durante su vida
estuvo expuesto a acciones simbólicas que le hicieron ver a los que no eran de
su clase como animales, llegando a deshumanizar a los pobres y por consiguiente
a divinizarse a si mismo, sumado a la adicción al control que ha ejercido
durante su vida sobre otras personas, lo hace querer controlarlo todo. Porque
el millonario podrá tenerlo todo, yates, carros y jets, corbatas ferragamos y
lampareros relojs de oro, miles de empleados en sus miles de fábricas y
oficinas, pero siempre querrá tener más si es adicto, no porque quiera otro
yate además de los que tiene, ni otro reloj, ni otro carro ni otra casa en la
playa, él quiere controlar más pero por más que controle jamás podrá controlar
un universo y algunos llegan, a la cima de su compulsión adictiva, a desear ser
Dios para sí tener el poder sobre un universo… y un universo es un niño. Para
ser Dios y dominarlo solo hay que violarlo. Violando a ese niño el pederasta
siente en el poder de Dios y el convertirse en Dios lo justifica todo. Como el
yunkie, adicto a la heroína, no puede frenar el impulso de chuzarse la vena.
Dejar un niño a cargo de un pederasta, es como darle a cuidar a un heroinómano
una jeringa cargada. Ahora, resalto, la gran mayoría de los pobres e indigentes
no son pedófilos, ni tampoco los millonarios tienen como afición común las
orgías con menores. No. Reitero, es muy extraño que esta patología psiquiátrica
anide en la mente de una persona, se requiere de la interacción de varios
elementos y componentes sociológicos, psiquiátricos y hasta genéticos para que
a un hombre se le pare con la chifladura de creerse reencarnado en el creador
omnipotente. Estas son solo las razones históricas que desencadenan la obsesión
en la mayoría de ellos. Hasta aquí todo es explicable, el carácter irrefrenable
de la compulsión se explica por sí misma, siendo evidente la imposibilidad de
contención común en todo pederasta, que nos lleva constatar lo que todos
sabemos, que no se curan nunca y que si están solos con un niño al frente no
pueden dejar de violarlo.
Lo complejo es entender cómo se
logra sociopatibilizar personas que ni siquiera han estado expuestas a dichas
cargas simbólicas esenciales y que no fantaseaban nunca con niños, como lo han
testificado alrededor del mundo la gran mayoría de los sacerdotes pederastas
que se han atrevido a hablar del tema: A la Iglesia entran po vocación de ayuda
y un gran sentimiento de generoso humanismo y sensibilidad social, allí,
dentro, es que empiezan a pensar en niños. Muchos de esos violadores de Rosario
en pecho, aseguran ni siquiera ser homosexuales y no entienden bien de donde
les nace esa fijación por los menores.
Así como la ecuación sana del deseo,
de aquel que no es parafílico, se sustenta en la equidad y el
equilibrio, el fundamento de la excitación en un pederasta es la desigualdad,
los simbolismos que permean al millonario cuando lo someten desde pequeño a ver
como su sequito de choferes y empleadas, le sirven y se humillan a sus pies,
que no comen en su mesa y que viven en condiciones infrahumanas, hace que vean
a los pobres como seres inferiores, a su vez, el pobre miserable necesita
buscar esa desigualdad en un momento dado, convertirse en superior a alguien,
lograr elevarse y sentir algo de ese poder que no ha saboreado jamás. Son los
símbolos que han estructurado la vida de cada pederasta los que hacen que rompa
los límites, los linderos de contención y que sientan que no están cometiendo
ninguna actuación criminal al violar un menor. La falta de límites es la
principal característica de un sociópata. En un pedófilo, provenga de donde
provenga, la desigualdad resumida en el poder y control que emana de ella,
viene siendo la principal razón para no tenerlos ¿Y cuál es la relación más
desigual y desequilibrada que existe?
No existe nada más desigual que la
relación del ser humano con la divinidad, Dios todo lo puede, dicen los
cristianos, y es verdad, en el imaginario colectivo las catástrofes, los
terremotos, los incendios, las inundaciones, las sequias y las hambrunas, la
muerte masiva, genocida y devastadora de la naturaleza es producto del señor
que nos castiga. Dios todo lo puede, Dios, como todo buen psicópata no tiene
límites y la Biblia es un reconocimiento a su arraigado comportamiento
sociopatico, el Dios de la Biblia es devastador con quien no le rinde culto y
quien lo tiene como aliado en la batalla cuenta con un arma catastrofica. Dios
es inmisericorde, culpa alguna podrá atribuírsele y todos esos crímenes
bíblicos estarán justificados, desde las masacres comandadas por David, pasando
por el secuestro de mujeres y niños del Deuteronomio, hasta el asesinato de
todos los bebés primogénitos egipcios en manos del Ángel Exterminador sugerido
a Dios por el mismo Moisés. ¿Y si Dios puede matarlos, quién dice que no
puede violarlos? Ahora, viniéndonos a este mundo: ¿Al confrontar a un adulto
con un niño no estamos frente a la situación más desigual y desequilibrada que
podamos imaginar?
La relación entre un adulto y un
niño, desde un punto de vista meramente cuantitativo, teniendo en cuenta
exclusivamente la fuerza y el poder de cada uno, es lo más parecido que existe
a la relación de Dios con el hombre.
La primera labor de la Iglesia es
gestar en los curas un arraigado deseo por transformarse en entidades divinas,
después los convence de haberlo logrado. Los párrocos uniformemente señalan que
labran en su mente, cual estigmas, la idea de ser enviados de Dios. Los inducen
a creer que ellos están allí porque Dios los puso y finalmente los llevan a
alucinar que él está en su voz y que lo tienen metido adentro. Ellos son Dios
en la tierra. Ese es el filo del patín que les raya la cabeza. He aquí la
diferencia: Una cosa es amar a Dios y creer en él. Otra muy diferente es
creerse Dios. En esa creencia radica el germen que produce la pedofilia. Y allí
empieza a ensuciarse el caño.
Cuando el seminarista se empieza a
excitar con aquella desigualdad que frente a los humanos significa ser Dios y
fantasean con traducirla a la realidad, es cuando les empiezan a aparecer niños
empelotas volando en su cabeza.
La forma que tiene Dios en la
Iglesia Católica influye mucho. Es un simbolismo muy poderoso. Los Budistas
desmitifican la imagen de Dios. No está claro incluso si para ellos existe un
Dios. Hablan de energías y karmas pero no tienen una deidad arriba llamada a
manipularlos. El Dios de cada noche en el seminario es aquél que sostiene los
lazos, es quien mueve las marionetas, a quien deben obediencia, quien los
controla. Dios viola a los seminaristas cada segundo de su formación clerical.
La Iglesia es una violadora de sacerdotes porque ejercer el control sobre
la sexualidad es una forma de violación.
Imponer la contención sexual, obligar a
alguien a anudar sus instintos más básicos amenazando con causticas imágenes
infernales que traducen la noción de pecado, es la más abrupta de las
violaciones, porque se estupra la consciencia y la estructura que sostiene el
carácter del ser humano. La sexualidad define la psiquis. Sujetar a los
seminaristas durante casi una década de estudios a estas cadenas psicológicas,
a esta relación de control con la institución que los gobierna, es añadirle a
los curitas otro de los ingredientes comunes a la fritura que tiene en el
cerebro todo pedófilo: El deseo de control. Violar a un niño viene siendo la
corroboración del poder con que Dios a investido a los curas, es una actuación
ministerial, es la consagración en su apostolado divino, la ejecución veraz y
objetiva de su magisterio.
¿Por qué alguien quiere ser Dios?
Por encima de todo, para controlar. Como muchos pederastas que sufrieron
violaciones en su infancia y sintieron lo que era ser objeto de control, los
curas son manipulados, maniatados y gobernados psicológicamente por la Iglesia.
Ellos están en la misma búsqueda del pederasta que persigue la sensación del
violador que alguna vez, cuando era niño, lo violó haciéndose dueño por unos
minutos de su universo. A los curas los viola el vaticano, la biblia, las
doctrinas represivas y oscurantistas, mientras son violados se sienten
controlados por esas fuerzas poderosas, por eso es que buscan a los niños,
porque necesitan sujetar a un ser indefenso al mismo control que vivieron en
ese estado de indefensión que los postra la Iglesia al hacerlos sentir tan
pequeños frente al poder de Dios. Cuando salen del seminario la verticalidad de
la relación se invierte, al ser ellos Dios, son superiores, están arriba…los
niños son criaturas diminutas frente a la grandeza que han adquirido.
Ahora, la cereza que les convierte
ese pastel neurológico de complejos y represiones en la fuerza inevitable e
incontenible que hace de esos Padres que reparten bendiciones, unas imparables
maquinas violadoras de pequeños. Los dos elementos atómicos que producen la
explosión: La misoginia, que es el rechazo, el miedo, el asco perpetuo hacia la
mujer y la sublimación de la castidad como elemento de salvación eterna.
La castidad como fundamento de
salvación se repite constantemente en las enseñanzas bíblicas con las que
adoctrinan a los clérigos. La fuerza de la asexualidad, la pureza como virtud
son conceptos precisos reforzados por imágenes y símbolos que terminan
chapaleanado en el cerebro. Créanlo, tanto angelito culirosado acariciando las
barbas de ese señor blanco que nos mira a todos desde arriba, les colorea los
sueños. La castidad está en los niños. El símbolo de pureza por excelencia es
un menor. Un niño no puede infectarse de aquella plaga reproductiva a la tanto
le temen los jerarcas. Un niño no da a luz. Un niño es inmaculado en cuerpo,
mente y alma. Un niño es inocente. La culpa es de ellos, de los pequeños por
ser tan inocentes, así lo expreso sin que le temblara la voz Joseph Mikalik,
arzobispo y líder de la iglesia católica polaca, los coros se los hizo Gino
Flaim, párroco encargado de la diócesis de Trento, quien se atrevió a añadir
que los curas no tienen la culpa de que los niños busquen en ellos afecto,
repitiendo precisamente, (sin saber que lo estaba haciendo) la excusa más común
en los pedófilo judicializados: Un pederasta nunca es consciente de la gravedad
de su actuar. Quién los manda a ser niños y estar cerca de ellos. Los niños son
los responsables de administrar con suma prudencia, las cargas nocivas que en
el pederasta genera su inocencia.
Los curas abusadores además de
echarle la culpa a esa sinuosa inocencia infantil, sienten estar teniendo
relaciones sexuales con un ser tan puro como ellos, es como si un niño no los
contaminara de pecado, como sí lo haría una mujer que es fuente del mismo,
inductora y determinadora del crimen de Adán, enviada del mal que merece el
repudio bíblico. La Virgen, Doña María, es la única mujer pura, las otras están
untadas de mierda. Una mujer es tan nociva que bien puede embarazarse para así
hacer caer en desgracia económica a la Santísima Iglesia Católica, porque
después de una, vendría la otra, la otra y la otra, y todos los curitas
tendrían una cola de bocas que alimentar ¿Y así con qué le van a lustrar el
palacio al Papa de turno? Nada más explícito que la declaración del Padre Don
Piccoli, uno de los violadores de los niños sordos en Verona, cuando afirmó
literalmente que las violaciones durante décadas no eran graves porque “eran
niños, con los niños no es pecado, el pecado se hubiera consumado si los curas
nos hubiéramos acostado con mujeres” Así dijo, literal oyeron… literal. Si
terminan de leerme, me pueden complementar, viendo la investigación que hizo
Fanpage, en la cual se logró entre risas con una cámara oculta, las
declaraciones del reverendo.
Entonces, los curas con la cabeza
amansada, tras el desayuno diario de estímulos implícitos en frases, cantos,
rezos, pinturas, pasajes, salmos y versículos, con esa estructura de
simbolismos que les inyectan en la cabeza mientras están alienados del mundo
durante los casi 10 años en el seminario, esos simbolismos con los que
pernoctan y conviven convirtiéndose en la sustancia de sus sueños y fantasías;
y ya con los hábitos puestos y la parroquia asignada, salen a ejercer su labor
su labor de Dioses en la tierra. Sin leyes que los gobiernen, sin culpas que
los fustiguen, sin linderos en su cabeza, sin límite alguno que los lleve a
cuestionar sus actuaciones salen a controlar, a ejercer su mandato universal y
los niños son esos diminutos universos a los que tienen todo el derecho de
someter y subordinar.
Y es así como los curas salen del
seminario con la cabeza y el cuerpo programado para violar niños.
Por eso es que llega tarde la orden
del Papa Francisco, proferida en el 2016 por su vocero el obispo O´Maylley, que
obliga a los Obispos a renunciar si encubren a los párrocos que hayan abusado
de menores. Lastimoso es que Francisco, ese Papa tan carismático, no hubiera
recibido esa misma orden de su superior el Papa Juan Pablo Segundo, cuando era
un simplón obispo Argentino de apellido Bergoglio que, en palabras de Carlos
Lombardi abogado de la Red de Sobrevivientes de Abuso sexual Eclesiástico en
Argentina e Italia, encubrió abiertamente a todos los curas violadores del Instituto
Provolo para niños sordos que el Vaticano trasladó desde Italia a Suramérica.
No fue muy coherente con sus instrucciones actuales nuestro Papa, el
Bienaventurado Francisco, cuando designó en la curia vaticana a Sandri, Pell,
Turkson, Rodriguez Madaira y al mismo O´Mailley su fiel vocero, cardenales
considerados los mayores encubridores de pedófilos de la Iglesia al punto de
hacer parte del grupo que ganó a pulso el sobrenombre de la “docena sucia”, ni
cuando expulsó de la comisión de tutela de menores al Abogado Peter Saunders,
uno de los pocos que luchaban en contra de la corriente y que pusieron el dedo
en la llaga denunciando Cardenales, Obispos y Párrocos. Ni cuando amparó,
sacando de Republica Dominicana, a escondidas y de afán, al Nuncio Apostólico
Jozef Wesolowski, quien iba ser llevado a juicio por pederastia y violación de
varios menores, o cuando protegió a 25 obispos franceses encubridores de 39
sacerdotes acusados de violar 300 niños, y hay más, mucho más, lo que pasa esta
no es una biografía del Santo Padre.
El Papa Francisco es un oscuro Darth
Vader con cara de Yoda que encubrió pedófilos y está rodeado de encubridores.
Por más decreto Papal, por más advertencia vaticana, la norma imperante que le
hacen repetir a cada seminarista y que debe tener tatuada en cada una de sus
neuronas, es y no ha dejado de ser, que “De acuerdo a la tradición
apostólica, los asuntos internos se deben tratar de manera interna”.
Principio al que la iglesia católica no solo ha dado cabal cumplimiento sino
que es el derrotero de sus actos legislativos, como nos lo muestra la
Sacramentorum Sanctitatis Tutelae, decreto proferido y firmado por el
propio Papa Ratzinger, en el que se proclamaba a la Iglesia Católica como la
única competente para investigar la pedofilia de los prelados, obligando a
todos los curas a mantener el secreto si llegasen a intuir que alguno de sus
colegas ejecutaba la parafilia. A todos sus millones de santos apóstoles
Ratzinger les recordó el deber, so pena de expulsión, de guardar completo silencio
ante las autoridades, si llegaban a conocer de algún caso de pedofilia en el
que estuviera vinculado un colega e informar directamente a Roma de los
hechos donde el trato habrá de ser conocido por un tribunal eclesiástico ad
hoc, en el que, en la mayoría de los casos, recomiendan el cambio de parroquia
o el retiro en oración en alguna viña eclesiástica durante algunos meses. El
Vaticano y sus altos jerarcas han venido obrando como mafiosos al cuidado de
una gran familia, esto se hizo evidente cuando la cadena norteamericana ABC
develó que James Quinn, Obispo de Cleveland, durante un seminario pontificio,
aconsejó el ocultamiento de pruebas y destrucción de las denuncias anónimas que
expusieran hechos que involucraran religiosos con el abuso y la violación de
menores.
Por los siglos de los siglos ha
venido reinando la impunidad en la casa de Dios. Al cura violador lo mandan
bien lejos a que se haga cargo de otra parroquia repleta de niños. Es la forma
que tiene la Iglesia de reforzar el simbolismo: Ellos son Dios en la tierra y a
Dios nadie lo juzga, Dios siempre habrá de salir impune. La impunidad, es otra
constante en la matriz sociopáticas, el pedófilo destruye los linderos y
limites sintiéndose Dios, y a Dios nunca le va pasar nada. A los curas les transmiten
de forma explícita e implícita que nada les va pasar si se desahogan con los
niños, lo grave sería que fuera una mujer, tal y como bien lo supo expresar el
violador de Verona. Ellos son Dios y la Iglesia que gobierna todas los fuerzas
del Universo, los cobija con su manto.
¿Algún sorprendido con la actitud de
las altas autoridades eclesiásticas? Yo no. Es obvio. Nadie puede esperar que
el Vaticano eche al agua a sus representantes. ¿Cómo va a denunciar la Iglesia
y el Vaticano a quienes lo único que hacen es practicar sus enseñanzas?
¿Cómo no los va a encubrir y proteger, si ellos obran conforme al credo
que les inculcan? La Iglesia Católica es la madre de la pederastia, no puede
mandar a la hoguera a sus propios vástagos. Una madre amará por siempre a sus
hijos más aplicados y consagrados.
¿Ahora, con qué se me van a venir
algunos? ¿Ah? …advierto, no estoy diciendo que a quien lea la Biblia le van a
empezar a gustar los niños, o que la resandería transmita el virus de la
pedofilia. No minimicen. Yo me limito a dar a conocer únicamente los
ingredientes. La receta exacta, las dosis, las cucharadas y porciones, la forma
de revolverla, la temperatura del fogón, eso lo saben dónde lo preparan. Allá
en Roma en la Plaza de San Pedro está el chef vestido de blanco dirigiendo la
cocina, sentado en su inmensa silla dorada frente al pulpito que persigna sus
culpas y se arrodilla a sus pies. Hoy solo me puedo a atrever a sacar la cabeza
del agua y pegar un grito que ojalá algunos escuchen.
Lo digo con el más puro y
transparente convencimiento, sin sentir ni por un momento que estoy siendo
injusto ni mucho menos desproporcionado, parado en el centro, sin ningún
chorreón político en mi consciencia, de frente, sin agachar la cabeza,
mirándolos a todos a los ojos, especialmente a los padres de familia del mundo
entero que tienen a sus hijos al cuidado de los clérigos:
Donde hay curas hay pedófilos.
Siempre. Y por eso a donde haya curas
tiene que llegar la Fiscalía a buscar y a indagar, a interrogar a los niños, a
los empleados, a los propios curas. A cada colegio católico, a cada parroquia,
a cada guardería eclesiástica deben llegar las autoridades a impedir que esa
parvada de buitres en sotana, continúe saciando sus instintos compulsivos a
costa de la vida de tantos millones de niños en el planeta.
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