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miércoles, 20 de febrero de 2019

La Iglesia ante el espejo.



Iñaki Gabilondo

La Iglesia, ante el espejo

Con dos mil años de historia y la eternidad como referencia se comprende que la Iglesia Católica mida los tiempos con criterios propios, por eso necesita décadas o incluso siglos para reconocer errores, cuando lo hace. Por eso adquiere carácter histórico una reunión que hubiera debido celebrarse mucho antes y que solo será posible por la determinación del papa Francisco y la avalancha de escándalos desvelados recientemente.

Desde mañana y hasta el domingo se reúnen en el Vaticano los presidentes de las Conferencias Episcopales de 130 países en una cumbre histórica sobre pederastia y abusos a menores en la iglesia, convocatoria que ha provocado desgarrones en la institución.

"Es la hora la verdad, aunque nos de miedo y nos humille", dijo el obispo de Malta en línea con la petición de Francisco de que la reunión sea operativa. Pero para que de verdad sea la hora de la verdad es imprescindible que la conferencia además de orar y de pedir perdón salte esa barrera con la que nunca se atrevió la del encubrimiento, una práctica deleznable que protege a la organización escondiendo los culpables en rincones discretos lejos de los focos y que abandona a las víctimas más frágiles, los niños. Para eso bastaría la proclamación solemne de una obviedad, que las violaciones no son pecados que pueda redimir la penitencia en un confesionario, son delitos y los delincuentes tienen que ser entregados a las autoridades civiles. Sin ese paso cuánto ocurra desde mañana hasta el domingo no pasará de música celestial.


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