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Kelly Trombley, HuffPost UK Colaboradora
Por qué hay que empezar a hablar de vulvas y no de vaginas
2/3/19
El
martes 19 de febrero, el canal de televisión británico Channel 4 estrenó la
tercera entrega de lo que la artista Laura Dodsworth
describe como "tríptico inesperado" de proyectos sobre pechos, penes
y, ahora, vulvas. En entrevistas previas al estreno, Dodsworth aseguraba que
cuanto más pensaba en fotografiar vulvas, más necesario le parecía: es
liberador para las participantes conocerse a sí mismas en un mundo que exige
cosas irreales a las vulvas al tiempo que se sabe muy poco sobre la parte
externa de los genitales femeninos.
"Forma
parte de un cuerpo del que sabemos relativamente poco. Históricamente, ha
habido poco interés científico sobre el clítoris, los orgasmos, y el placer
sexual", señala en The Guardian.
¿Y por
qué no se sabe más sobre la vulva? Para quienes no estén muy informados, el
título del documental se llama #100Vaginas.
Los argumentos de Dodsworth para que conozcamos la vulva son contundentes.
Básicamente, consiste en reivindicar una parte del cuerpo por el bien de la
salud, de la integridad y de la sexualidad femenina. Pero también hay que
subrayar el detalle de la licencia editorial que se ha tomado Channel 4 con el
título del documental: decir "vulvas" parece demasiado controvertido;
más motivo, por tanto, para llamarlas por su nombre. El hecho de titular el documental
#100Vaginas es una decisión que hace oídos sordos a nuestro tiempo. La vulva
debe ser mostrada. La vulva debe ser llamada por su nombre.
No
titularías un documental de animales Chimpancés para luego mostrar únicamente monos traseros
solo porque el público está más familiarizado con el nombre de los chimpancés.
Tampoco organizarías una exposición de testículos para mostrar un elenco de
penes. Debemos preguntarnos hasta qué punto estas inexactitudes se cometen por
el bien del entretenimiento, de los valores y de los ideales.
Denominar todo con un solo término
es una decisión utilitaria, pero ¿útil a qué fin?
Hay un
argumento que utiliza con firmeza la escritora y comediante Lindy West, y es que la vagina, en la
industria del entretenimiento, tiene un aire humorístico, un interés callejero
y valor provocativo. Lindy West señala la equiparación que se hace en inglés de
la vagina con la basura (junk), pero
a los hombres también les pasa que sus genitales reciben nombres como
"paquete" y cientos más. Sin embargo, utilizar el término vagina de forma general antes de haberse
extendido el conocimiento de la vulva y el respeto a esta es desterrarla al
anonimato. Denominar todo con un solo término es una decisión utilitaria, pero
¿útil a qué fin?
Si la
respuesta es que conviene mantener el statu quo, entonces no, gracias. El statu quo es que la gente no conozca la vulva. Es
la exclusión del clítoris
de la educación sexual. Es la brecha del orgasmo.
Es la falta de investigación médica. Es la brecha de financiación para las mujeres investigadoras.
Es la falta de supervisión
de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos de los productos pensados para personas con vulva. Es la mutilación genital femenina.
Son las increíbles tasas de dolor sexual femenino.
Es el aumento desmedido de labioplastias.
Todos estos problemas se deben a la falta de información y la ignorancia,
voluntarias o involuntarias, y en ocasiones a un desconocimiento malicioso de
la vulva, sus partes y sus necesidades.
Nuestra
cultura percibe la vulva como una parte sin mucha autonomía. Es un lugar por el
que se meten los penes y salen los bebés. Es algo que hay que depilar, limpiar
y que debe oler bien para el disfrute de otras personas. La última metáfora de
su relegación a un segundo plano para servir a otras personas es ser eliminada
y llamada por otro nombre porque conviene evitar el "tabú", la
ignorancia y la aversión para aceptar la sexualidad femenina.
"La libertad empieza llamando a
las cosas por su nombre" Eve Ensler
Hace 13
años, en 2006, Eve Ensler
escribió por qué el simple hecho de decir vagina en voz alta era una reivindicación política.
Es hora
de dar a luz un nuevo movimiento mundial, uno que quiera terminar con la
violencia, pero que vaya más allá y explore y acepte el placer. La vulva es
solo una palabra anatómica o censurada porque ese es el terreno en el que ha
sido mantenida, apartada y ahogada por una avalancha de vergüenza y opresión
contra la sexualidad femenina. Tal y como dice Ensler: "La libertad
empieza llamando a las cosas por su nombre". Por eso debe extenderse el uso
público y colectivo de la palabra vulva.
Por
desgracia, Channel 4 ha dejado escapar una gran oportunidad de aprovechar toda
la utilidad del proyecto de Dodsworth. Recientemente, un hombre intentó explicar de forma
paternalista a una ginecóloga por qué la vulva en realidad es la vagina. Si los
usuarios de Twitter no pudieron soportar la ignorancia del hombre, ¿por qué se
le ha de consentir a Channel 4 más visibilidad para hacer lo mismo?
Interpretemos
estos tropiezos como pruebas de que este status quo de la falta de información y el anonimato de la vulva
no es suficientemente bueno. No podemos pensar en profundidad de algo sobre lo
que no podemos hablar. Hagamos que 2019 sea el año de la vulva, el año de una
compensación colectiva para ser capaces de nombrar algo que existe ante
nosotros.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino
Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.
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