Iñaki
Gabilondo "No creo que Aznar me pida perdón… si es que sabe que
existo"
Iñaki Gabilondo, legendario presentador de 'Hoy por hoy', realiza un
videoblog de actualidad en la Ser y un programa de entrevistas futuristas. Sin
nostalgia, aún dispara contra el aznarismo y el felipismo, claves en la
historia reciente de España y de sus medios. "Felipe González tenía que
haber pagado su factura por el GAL", dice en esta entrevista
Público
MADRID
EDUARDO ORTEGA
-Se ha reinventado con un videoblog y un programa de
entrevistas futuristas.
Bueno, yo llevo cincuenta años trabajando. Se
van haciendo cosas y me siguen ofreciendo, lo cual es un privilegio. Y estoy
haciendo cosas que me interesan. Y lo que me está interesando es lo que viene,
porque lo otro me lo sé ya de memoria, me aburro. Llevo ya muchos años [risas].
-Tampoco debe ser fácil ni habitual emprender un camino así
para alguien de su edad en un momento además tan difícil para los medios.
Es que yo he procurado vivir toda la vida en
el tiempo presente. Y el tiempo presente es este. Estoy muy encantado de que me
ofrezcan cosas que me permitan vivir en el tiempo presente.
-¿Qué tal la vida fuera de las ondas? ¿Menos estrés? ¿Ha
conseguido esa vida social y familiar que necesitabas cuando dejó Hoy por hoy?
Sí, aunque relativamente. Ahora tengo unos
horarios más parecidos a la gente común, por lo que ya es compatible con mi
mujer y con mi vida. Ya podemos hacer vida social. Sigo teniendo mucha
actividad, viajo mucho. Los horarios anormales son los que complican
completamente la vida porque obligan a tus amigos y a tu familia a unos
sacrificios. Fueron muchos años viviendo de una forma un tanto anómala, no
pudiendo salir de noche y teniendo que acostarme temprano. Ahora me sigo
levantando muy temprano, pero hablamos de las 6.30 de la mañana.
-¿No echa de menos estar ahí abajo, donde está ahora Pepa
Bueno, con el pulso de la actualidad?
No. Cuando te vas haciendo mayor, vas
despidiéndote de cosas. La vida te va desplazando y, por tanto, vas entendiendo
que ese es el proceso natural de hacerte mayor. Puedo sentir que ya no estoy en
esa posición, como en otras muchas cosas de la vida también descubres que te
vas quedando más desplazado. Pero no hay nostalgia, sino que entiendes que los
relevos vienen, que les tocan a los demás hacer. Entonces, tú vas despidiéndote
progresivamente de las cosas. Pero no con dolor, sino con lucidez. Yo siempre
he creído que eso es normal. Por otro lado, si mañana me preguntaran si quiero
volver a hacerlo, diría que no; eso para empezar.
-Es curioso que no sienta nostalgia ni mire hacia atrás pese
a haber estado veinte años a los mandos de ese programa.
Es que un programa de radio es un presente continuo,
es lo más parecido es las nuevas tecnologías. Eso sí que es un fluido
constante, un día distinto cada día, que no se parece ni al anterior ni al
siguiente. Entonces, estoy viviendo como cuando hacía Hoy por hoy.
Estoy viviendo hoy. Mi hoy, como entonces vivía mi particular hoy. Porque no se
parece mucho la vida que se hace con un reloj delante a la vida que se hace sin
un reloj delante. Cuando tú haces un trabajo diario, en directo, pasando el
reloj en horas, minutos y segundos, marcando claramente que hoy es miércoles y
no martes, 27 y no 4… Tienes una consciencia del tiempo real muy grande. Yo
tengo una gran consciencia del tiempo real. Siempre sé exactamente que estoy
viviendo un día, que no es el anterior ni el siguiente, y que se pasa. Y eso me
ayuda a mantenerme en un estado que no es distinto a lo que era antes.
-De pequeño soñaba con la radio y quería vivir en ella.
Para eso hace falta explicar que es que
entonces no había televisión. A la gente le parece imposible imaginar un mundo
sin televisión, pero es que hasta que yo fui a la universidad, no existía. Por
tanto, cuando yo tenía trece o catorce años, el mundo en el que quería vivir
era la radio, que era el único territorio para la fantasía. Además, es que
vivíamos en la dictadura. Por tanto, la única ventana al Technicolor del mundo
de una vida en blanco y negro era la radio, en la que había canciones,
conectabas con sitios e ibas a lugares. Entonces, yo no quería vivir donde lo
hacía, sino allí.
-¿Qué se imaginaba haciendo?
Nada especial. Me imaginaba viviendo en un
territorio que, para mí, estaba muy coloreado de vida, de relatos e historias.
Para mí, el periodismo fue una deducción más intelectual, con diecisiete años,
por vivir al lado de Francia. Por entonces, la radio en España no tenía
información, sino concursos y variedades, mientras que la francesa sí tenía
información. Entonces, amplié mi ansia de vivir en ese lugar.
-Por las normas que imponía la dictadura, no pudo hacer
información radiofónica hasta mucho después de acabar la carrera.
Sí. De hecho, cuando me preguntan por los
cuarenta años de las primeras elecciones generales, que se cumplen ahora, a la
gente le llama mucho la atención cuando yo le digo que entonces en la Ser no
teníamos permiso para dar información hasta octubre de ese año. Eso es una
prueba de cómo la realidad que operaba estaba desbordando a la norma
franquista. Por tanto, no se podía hacer información, pero ya íbamos buscando
el hueco. Por ejemplo, existía Matinal Ser, que no era un programa de
noticias pero ya estábamos ahí. En el setenta y dos nació Hora 25,
cuando no se podía dar información, pero era un programa de cuestiones
actuales. Íbamos ya jugando a empujar, como se hacía en toda España.
-En los estertores de Franco.
Bueno sí, pero cuidado porque eran estertores
que te daban en la mano y te mataban. Que Franco condenó a muerte a
cinco personas dos meses antes de morir, ¿eh?
-Cuando en 1986 comienza Hoy por hoy, lo hace con el encargo
de vencer a Luis del Olmo, que entonces estaba en la Cope con Protagonistas.
Sí, porque entonces la cadena Ser no tenía
una cadena por la mañana. Luis se paseaba; era la radio. Y, además, él
había tenido la gran puntería de colocar temas de actualidad en la radio por la
mañana, que tradicionalmente había sido de concursos y premios. Se había hecho
el amo absoluto. Pero no es que estuviera ganando a los demás; es que no
estábamos compareciendo en esa batalla. A mí me dieron el encargo de dar la
batalla y de marcar una alternativa.
-¿Cómo se plantea ese objetivo?
Yo creía en la modernidad de la radio y en
los temas del momento. Estaba encantado de meterme en ese jaleo, de pelear para
hacer el mejor programa de radio que pudiera. Me metí en alma, vida y corazón.
Luis me parecía un transatlántico, estaba lejos. Pero nosotros éramos la Ser,
no una emisora parroquial; teníamos poderío. Tampoco se vivían entonces los
temas del EGM como ahora. El EGM nació para que la publicidad tuviera una
pista. Sólo años después comenzó a utilizarse como una prueba de que somos
maravillosos. Antes, cuando llegaba el EGM, no se difundía; se trabajaba. Yo no
salí tanto a ganarle a Luis del Olmo, sino a que la Ser compareciera en
el mercado. Luego, al cabo de muy poco tiempo, comenzó a verse como una gran
carrera: “Gana Luis”, “Se acerca Iñaki”, “Le coge”, “Le pasa”… Yo bastante
tenía con hacer una piara de horas todas las mañanas como para andarme
preocupando por eso.
-¿Cómo convirtió a Hoy por hoy en la referencia que fue?
Luis del Olmo hacía un programa que era como
el gran espectáculo de la radio: “Vengan ustedes, siéntense, que yo les voy a
ofrecer el gran espectáculo de la radio, con todas las posibilidades, los
artistas, los personajes, lo que pasa”. Yo me lo planteaba así: “Vamos a pasar
juntos la mañana, a vivir juntos este día que no va a volver con todas las
grandes novedades e interrogantes que se están produciendo”. No tanto como
hacer un gran show, sino hacer un territorio en el que miráramos todos los
rincones de la vida y tratáramos de entenderla con una mirada clara y
progresista, en el sentido de mirar hacia delante apuntándonos a lo que
constituía avanzar desde el punto de vista social y de costumbres. Creo que eso
nos definió pronto. Hicimos nuestras las causas porque creíamos en eso: la
música, los libros, los derechos de la mujer, de los homosexuales o de la
naturaleza.
-Fueron, de alguna manera, la voz radiofónica de esa nueva
España.
Bueno, en cierto sentido. Yo tenía para mí
una única referencia que me orientaba mucho: ¿qué es lo que es justo? Al
programa solía venir Zerolo y un día tuve una conversación muy reveladora.
Llama una mujer en antena y dice: “Oye, Iñaki, pasa una cosa. Claro, es que
usted es muy moderno, porque yo me he educado en la hostilidad hacia la
homosexualidad, me he criado en esa España. A mí me han enseñado que eso está
fatal. Y ahora usted, de repente, se pone así. Usted es mucho más moderno que
yo”. Entonces, yo le digo: “Señora, a mí me han educado igual que a usted, y
seguro que yo soy mucho más mayor. ¿En qué mundo se cree que me han educado a
mí? ¿Se cree que a mí no me produce sorpresa la nueva realidad? Me produce el
mismo efecto. Lo que pasa es que yo lo apoyo porque es justo. Si tengo que
esperar a que a mí me parezca normal, me moriré sin que sea así porque me han
criado en que no me parezca normal. Pero usted y yo tenemos que actuar apoyando
las cosas porque son justas, no porque nos parezcan bien o mal”. Eso orientó
mucho nuestra línea de actuación, me dio mucha luz. Tratamos de colocarnos en
la postura más aportadora, en la de ayudarnos a vivir juntos esta vida.
-¿Cómo vivía desde dentro la guerra de la radio con Luis del
Olmo, Antonio Herrero, Luis Herrero, Losantos y García?
Yo nunca he sido muy competitivo en ese
sentido. A veces incluso se han enfadado conmigo en mi empresa porque yo decía
que era mucho más competitivo por responsabilidad que por instinto personal. Yo
disfrutaba muchísimo haciendo mi programa, aunque luego sabía que tenía
importancia que lo hiciéramos bien porque era un programa importante y la Ser
se jugaba mucho. A mí, Luis me contaba que, para él, era vivir o morir. Y para
mí, no. Al final, tenía que acabar diciéndole a mi empresa: “Oye, no os creáis
que no me importa. Que soy solidario”. Pero en el fondo de mi corazón, no me
importaba tanto. Nunca he tenido el gen competitivo muy alto, aunque lo
he debido de tener bastante alto porque he estado toda mi vida compitiendo.
-En aquella época, desde Antena 3 Radio y después en la Cope,
los Herrero, Losantos y García daban mucha leña a Prisa.
Siempre. Yo he sido un hombre que ha tenido
muchos reconocimientos, seguramente muchos de los cuales no me merecía Y luego,
sin embargo, me han dado reconocimientos que sí me merecía. Por ejemplo, yo era
el único de los que trabajábamos a primer nivel en la radio que no tenía ningún
mérito de lo que hacía. Luis del Olmo y Antonio Herrero tenían muchísimo
mérito, pero yo no, porque, por lo visto, yo no competía con nadie, me lo
habían regalado, era el imperio y tal… Yo estaba compitiendo como un león,
trabajando como una mula, llevando una vida trapense, pero, por lo que se ve,
así como a todos mis compañeros les aplauden el esfuerzo, a mí me lo han
regalado todo. Pero ha sido un elemento que siempre me ha acompañado toda la
vida, en todos los capítulos. Se suponía que lo que yo decía me lo dictaban Polanco
y Felipe [González] y me daban un documento por la mañana con lo que yo tenía
que decir. Se suponía que no tenía mérito porque nos regalaban todo. Y a mí
todo eso me parecía una gilipollez, una bobada.A mí no me ha llamado nunca, nunca, nunca, nunca, nunca Polanco. Y nunca, nunca, nunca Juan Luis [Cebrián] para decirme nada. Parecía que siempre me mandaban, así que, bueno, renuncio a ser creído. Pero tengo millones de testigos que han trabajado conmigo. Luego también estaba lo de los postes. Yo siempre preguntaba: “¿Cuál es la única emisora que se oye de Irún a Algeciras? RNE. ¿Y por qué va la cuarta si es un tema de postes?”. Habrá más cosas que importan. García también lo decía. Y se pasó a otra radio y llegó un momento en que empezó a tener más postes y él no iba teniendo más oyentes, porque iba declinando su figura. Pero como estaban librando unas guerras monumentales, nuestra pequeña vida formaba parte de ellas.