Doctor Martín, el genio de la neurocirugía que dirige la sinfónica de Budapest: "Creo que moriré pronto"
"Duermo cuatro o cinco horas, con suerte" / "No he
tenido tiempo ni para pensar en la crisis de los 30" /
"No lo pasé bien siendo el neurocirujano más citado en
el mundo" / "¿Hasta qué punto al paciente con un tumor
le debe afectar que yo esté mal pagado?"
9 febrero, 2023
ElEspañol
Cuando lea estas palabras, el neurocirujano Jesús Martín-Fernández (Santa Cruz de la Palma, 1993) estará extrayendo un tumor en el hemisferio derecho a un paciente despierto. O dirigiendo a una orquesta sinfónica en Budapest o en Oxford. O investigando sobre física cuántica y su relación con el cerebro. O rodando el documental que versará sobre su vida. O terminando de escribir un libro sobre el lado derecho del cerebro. O componiendo música clásica. O dando conferencias delante de un premio Nobel. O… Jesús Martín no es el nombre de una inteligencia artificial que aglutina a varias mentes. Es una sola persona y su día también tiene 24 horas.
A sus 30 años es consciente que la rutina que lleva no le garantiza una gran esperanza de vida. Aun así, siente que acaba de "cerrar un círculo" al hacer historia en la neurocirugía española y mundial. Y es que este hito va más allá de lo profesional para Martín, quien comenzó a intersarse por el cerebro cuando leía con tan solo seis años enciclopedias acerca del órgano más complejo del cuerpo humano.
No es de extrañar entonces que terminara dedicándose a ello. Sin embargo, vivió una experiencia personal que marcaría el devenir de su trayectoria: a su tío le extirparon un tumor en el hemisferio derecho. "Nunca volvió a ser quien era. Dejó de componer, perdió su creatividad".
Ocho años más tarde ha realizado la operación que le hubiera gustado hacer a su tío.
Este neurocirujano y director de orquesta, entre otras cosas, atiende a EL ESPAÑOL tras una jornada de trabajo en la que "no tiene horarios". Tampoco tiene vida social. Pero no parece importarle, pues no concibe su labor como una obligación sino como "una pasión" a la que dedicarle su vida de lleno. Por si no fuera suficiente, le robará más horas al sueño cuando termine la videollamada con este periódico para preparar la operación que tiene mañana, realizar alguna tarea pendiente del máster de director de orquesta que cursa y —sí, todavía queda algo más— componer música clásica.
En los últimos 10 días creo que habré dormido unas tres horas de media. El pasado miércoles operamos en Barcelona, donde hicimos historia en España con la primera cirugía en el hemisferio derecho que mapea las emociones. Luego, el viernes cogí un vuelo a Oxford porque tenía una masterclass para dirigir a una orquesta. El domingo estaba en Montpellier (Francia) para operar al día siguiente. Y de ahí me fui de nuevo a Barcelona para operar mañana. Así que, quitando estos días, suelo dormir unas cuatro o cinco horas, con suerte. Ya tendremos la vida eterna para descansar, como dice mi padre.
¿Sus padres no le han comentado que tal vez deba dedicarse algo de tiempo a sí mismo?
Sí, de hecho, me acaba de escribir diciéndome "espero que estés dormido ya". Ellos me apoyan porque saben que soy así. Fueron exigentes con mi educación, como cualquier hijo de los 90. Pero, en realidad, mi autoexigencia es enfermiza desde pequeño. Siempre quiero aprender de todo. Recuerdo en 4º de la ESO estar hasta las tres de las mañana haciendo ecuaciones de segundo grado porque me flipaban las integrales.
Sí que es verdad que ahora mis padres me dicen "oye, que has cumplido 30, con calma". Pero, ¿qué hago? ¿Paro? Es que tengo una pasión desmedida. ¿Por qué voy a parar? No pienso hacerlo. Habrá gente igual que yo que ahora mismo esté tomándose unas cañas.
O agobiados por la crisis de los 30.
Cierto, yo no he tenido tiempo ni para pensar en la crisis de los 30.
¿Cómo es capaz de llevar todo para adelante?
Mi familia, a la que veo poco, ha asimilado que con este estilo de vida me moriré pronto. Pero hay que aprovechar el tiempo. Intento llegar a todo aunque tenga 24 horas al día. Lo que hago es dormir poco. También tengo poca vida social. No hay ningún secreto. Soy un ser solitario. Pero, ¿qué le voy a hacer?
Como experto en el cerebro, ¿no cree que estas condiciones de vida le llevan a un menor rendimiento?
En realidad, no me influye porque tomo mucho café. Es obvio que a la larga me terminará afectando el llevar este estilo de vida. Además, ahora mismo estoy tratando de asimilar el impacto que ha tenido este hito en la neurocirugía a mis 30 años. Es cierto que hace dos años viví una situación mucho más mediática debido a la investigación que publicamos acerca de cómo varía la actividad cerebral según los estilos musicales. Fui el neurocirujano más citado del mundo en los medios con 28 años. Salí en The New York Times, BBC, CNN, etc. No lo llevé demasiado bien. De hecho, tuve que borrar mi perfil de Instagram porque en un día subí miles de seguidores. Ahora he vuelto a creármelo.
Tiene tiempo para usar Instagram.
Sí, aunque estoy buscando a alguien para que me lo gestione.
¿Tuvo miedo que tras aquella publicación tan mediática su carrera sólo fuera cuesta abajo?
Un amigo, que también es neurocirujano, me decía "te vas a quedar como 'el del reggaeton'". Y no, al año siguiente publiqué un artículo en Brain Sciences por el que recibí el premio a Mejor Neurocientífico Joven Internacional. En este explicaba cómo hacer una cirugía despierta en pacientes multilingües. Y hace unos días hemos hecho historia en la neurocirugía española y mundial.
¿Por qué es un hecho histórico?
En el caso de España, porque es la primera vez que se hace una cirugía despierta en el lado derecho del cerebro en España controlando la parte cognitiva. En el mundo, es la primera intervención de este tipo donde se aplica una inteligencia artificial pionera que he desarrollado junto al diseñador informático Fran Pérez.
¿Cómo surge su interés por la neurocirugía?
Desde pequeño era muy friki. Me gustaba leer mucho. Con seis años me leía las enciclopedias sobre el cuerpo humano. Las terminé rompiendo. Entonces, mi pasión surge porque desde niño amé el cerebro. Pero casualmente, cuando estudiaba la carrera de Medicina, a mi tío le diagnosticaron un tumor cerebral en el hemisferio derecho. Le operaron dormido, como se sigue haciendo en casi todo el mundo. Nunca volvió a ser quien era. Dejó de componer, perdió su creatividad. Así, el pasado miércoles sentí que cerraba un círculo que seguramente nunca nadie comprenderá. Realicé la operación que me habría gustado haberle hecho a mi tío.
¿Por qué es tan importante la cirugía a la carta que usted propone?
Lo normal es realizar operaciones con el paciente dormido. Pero lo que yo ofrezco es hacerlo con el paciente despierto y a la carta. Por ejemplo, a un músico no hay que ponerlo a tocar durante la operación. He visto vídeos en los que aparece el paciente tocando el saxofón en quirófano. ¿Esto qué es? Esto es solo el movimiento de producir música, pero detrás de ello tiene que existir una emoción.
Igual sucedería con un piloto de avión. Hay que ponerles situaciones realistas para no arruinarle la vida, como le ocurrió a un artista al que se le operó estando dormido. La consecuencia fue que el paciente solo entendía la mitad del mundo al salir del quirófano. No es que no viera, sino que negaba una mitad del mundo porque no formaba parte de sí mismo. De hecho, cuando le pedí que realizara un retrato, se dibujó solo a la mitad. Si lo haces despierto, puede mantener el castillo de naipes de las emociones.
¿Esta cirugía a la carta es compatible con un sistema de salud público?
Uno de mis sueños es tener un sistema que opere a todo el mundo gratis. No sé si la sanidad pública permite llevar a cabo mi propuesta. Pero debería ser así. Al ingeniero que operamos mañana es un ejemplo de cirugía a la carta. Le preguntaba qué le preocupaba más y me decía que la cognición, que el movimiento ya lo recuperaría. Eso es a la carta. Cada cerebro es diferente.
No sé si es compatible con el sistema de salud pública actual, pero sí que creo que tiene que ser una pasión. Me caerán críticas. Pero hay quienes trabajan de ocho a tres para por la tarde dedicarse a la privada. Yo no tengo horarios. Si tú quieres hacer una neurocirugía de alto nivel cognitivo, en la que debes tener en cuenta al paciente, te tocará trabajar más horas de las correspondientes.
Otra cosa es que estemos mal pagados, eso es otro debate. Pero hasta qué punto al paciente con un tumor le debe afectar que yo esté mal pagado. Es una pregunta que no sé responder. Pero sí sé que en mi caso no es una cuestión que me preocupe. Dedicarse al órgano más complejo del ser humano es una cuestión que lleva más de ocho horas laborales. Yo estoy dispuesto a ello.
¿Tiene alguna costumbre antes de entrar a quirófano?
Me gusta escuchar Al otro lado del río, de Jorge Drexler. Pero no tengo manías específicas. Soy bastante matemático y me gusta tenerlo todo bajo control el día antes de la operación.
¿Recuerda alguna operación en la que perdiera el control?
En quirófano lo he tenido todo bajo control salvo cuando ocurre algo que no esperas. Lo que hago, de una manera muy obsesiva, es prepararme cada paciente y los posibles fallos que puedan ocurrir. Hay que prever incluso las complicaciones. Tienes todo bajo control, pero no eres Dios. Aun así, tenía más bajo control la última cirugía que realicé que la última orquesta a la que dirigí.
¿El paciente es consciente de lo que ocurre en la operación?
Sí, es consciente en todo momento. Hay veces que tocamos en zonas donde el paciente pierde la concepción de sí mismo durante unos cuatro segundos. El paciente nos dice que no se enteró de nada. También tenemos experiencias en las que el paciente se ve fuera del cerebro o siente el codo en la lengua. Esto es debido al flujo de conexiones por el que el paciente deja de saber quién es por segundos.
No, no es que la emoción se encuentre en un sitio concreto. El cerebro es muy complejo. No vamos a poder quitar un trozo del cerebro y que desaparezca la tristeza como tal.
Estamos realizando la entrevista a pocas horas de que sean las 12 de la noche. En muchos hogares en España incluso habrán bajado la persiana ya. Entiendo que no es su caso cuando termine la videollamada.
No, ahora cuando terminemos la videollamada tengo que preparar los clips de inteligencia artificial para la operación de mañana, hacer una tarea del máster de dirección de orquesta que estoy realizando por la UNIR, y a su vez enviar una composición sobre un cuadro de El Bosco. Para mí, esto no es un trabajo. Yo no entro a quirófano a las ocho para salir a las tres.