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26/04/2018
Un día de mierda para todas las mujeres
"Al
encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y agosto descrito, con una
sola salida y rodeada por cinco varones de edades muy superiores y fuerte
complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y
querida por estos, la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción.
En ese momento notó como le desabrochaban la riñonera que la llevaba cruzada,
como le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban
el jersey que tenía atado a la cintura; desde lo que experimentó la sensación
de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de
la denunciante para que le hiciera una felación y en esa situación, notó como
otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el
tanga. " La denunciante" , sintió un intenso agobio y desasosiego,
que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y
pasividad , determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera
, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados . Los procesados, conocieron
y aprovecharon la situación de la denunciante en el cubículo al que la habían
conducido, para realizar con ella diversos actos de naturaleza sexual, con
ánimo libidinoso, actuando de común acuerdo. (...) La denunciante en estos dos
últimos vídeos está agazapada, acorralada contra la pared por dos de los
procesados, expresó gritos que reflejan dolor y no apreciamos ninguna actividad
de ella; estas imágenes evidencian que la denunciante estaba atemorizada y
sometida de esta forma a la voluntad de los procesados"
Lo
que acabas de leer no es una violación, según los jueces que han dictado la
sentencia. Uno de ellos quería, incluso, absolverles: "Está claro que,
dolor usted no sintió", le dijo a la víctima en una de las vistas. ¿Qué
sabrá él del dolor de una violación? Qué sabrán los magistrados que no están
especializados en violencia de género (o cuya especialización consiste en hacer
cursos online) sobre el miedo que pasamos volviendo solas a
casa o quedándonos solas en una fiesta como la de San Fermín. Qué sabrán de la
humillación que supone ir a una comisaría a contar que te han violado y que te
pregunten cómo de borracha ibas. Que se te olvide declarar "x" cosas
en la primera declaración, donde estás acojonada y en shock; y te culpen por ello en la segunda: "¿Y
por qué usted no contó esto antes?".
Qué sabrán ellos de contar a tu entorno que has
sufrido una agresión sexual y que te cuestionen hasta los tuyos, de sentirte
como una loca. De pensar que quizá no fue para tanto. De darte cuenta de que te
pasa por ser mujer, y de que te puede pasar a ti, pero también a tu compañera
de trabajo, a tu hermana o a tus hijas. Qué sabrán ellos...
Cuando he visto la lectura de la sentencia de La
Manada me han entrado ganas de llorar
9 años de nada. 9 años en prisión por meter a una chica de 18 en
un portal y violarla. Sí: violarla. Aunque la sentencia diga que no
hubo intimidación ni violencia. Cuando cinco borrachos y drogados se meten
contigo en un portal y te penetran sin consentimiento, lo graban mientras la
joven está en shock, se jactan de ello, lo cuentan en sus grupos de
Whatsapp como si fuese un logro y la víctima termina llorando desconsolada en
un banco, creo que no estaría de más llamarlo violación.
Cuando
he visto la lectura de la sentencia de La Manada me han entrado ganas de
llorar. De impotencia, porque la tristeza con estas cosas la dejé atrás hace
tiempo y la cambié por rabia. Lo primero que me ha venido a la cabeza han sido
las niñas pequeñas que tengo alrededor en mi familia y la que viene en camino.
Pienso también en las pequeñas Carmen o Ana, hijas de amigas mías cuyas fotos
me alegran cada mañana y por un momento me llevan lejos de realidades como la
de hoy: tan divertidas, tan pequeñas, tan inocentes...
Si te resistes, como ocurrió con Nagore Laffage o
Diana Quer, te matan. Si no te resistes, no te van a creer.
Pienso
en el mensaje que las estamos dejando: si cinco tíos te someten en un portal en
una situación de clara superioridad física, no es una violación. Y es más: te
podrás cruzar a esos tíos por la calle años después. Si te resistes, como ocurrió
con Nagore Laffage o Diana Quer, te matan. Si no te resistes, no te van a
creer. Un mensaje vergonzoso para todas las mujeres de España, pero también
para los hombres: violar no sale tan caro, ¿no? Y, por supuesto, pienso en la
víctima y en todo lo que ha debido sentir ella si a mí me han entrado nauseas.
Cada día tengo más claro que tendré que decirles a
mis hijas lo mismo que me decía mi madre a mí y que a mi madre le decía mi
abuela: "Ten cuidado", "no vuelvas sola por la noche",
"no hagas caso de lo que te dicen los chicos".
Una oportunidad perdida
Este
caso podría haber marcado el comienzo del fin de la cultura de la violación.
Los 22 años que pedía la Fiscalía o los 25 que reclamaba la acusación habrían
sido suficientes para demostrar que, por fin, algo está cambiando: penas
ajustadas a la barbaridad que han hecho estas malas bestias. Qué ilusas: el
enemigo —el machismo y el patriarcado— también está en las instituciones.
Cinco hombres metieron en San Fermín de 2016 a una
chica en un portal, la penetraron anal, oral y vaginalmente sin condón ante la
pasividad de ella por su estado de shock, le robaron el móvil y siguieron de fiesta. Dos
años después una sentencia concluye que esto no es violación.
Hoy, las mujeres españolas nos hemos sentido muy solas.
Mañana estaremos más unidas que nunca. La sentencia es una agresión a todas las
mujeres de un país donde se produce una violación cada ocho horas. Y es una
chispa más que aviva la llama del feminismo. No vamos a parar.
Es una cuestión de justicia.
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