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martes, 17 de abril de 2018

Pablito Casado y la meritocracia


Los 8 días de oro de la Rey Juan Carlos

Juan Carlos Escudier


Público

10/04/2018

Al máster fantasma de Cifuentes no ha tardado en sucederle el máster flexible de Pablo Casado, un título del estilo ‘aprenda inglés sin esfuerzo’ diseñado para gente ocupada que no puede perder el tiempo en clases y exámenes y ofrecido en condiciones tan favorables que hubiera sido tonto no pasar por caja. Casado no ha hecho un máster sino que lo ha comprado o, si se prefiere, se lo ha vendido un comercial de la Rey Juan Carlos con grandes facilidades. Más que una universidad, el PP creó en su día para los suyos una filial de El Corte Inglés, con sus rebajas, sus saldos y sus 8 días de oro.
A Casado ya se le retrató aquí cuando comparó el trabajo de una camarera de hotel que debía limpiar 400 habitaciones al mes para ganar 800 euros con la poblada consulta de su hermano médico que no daba abasto a ver pacientes, y se citó entonces su extenso currículo: licenciado en Derecho y Económicas, estancias en Georgetown y en una escuela de Harvard, cursos diversos y este máster que ahora hemos sabido que adquirió en la sección de oportunidades.

No extrañaba semejante acumulación de diplomas porque el que fuera ojito derecho de Aznar, izquierdo de Esperanza Aguirre y lengua de Rajoy en el partido ha trabajado menos que el ángel de la guarda, y la única referencia laboral que exhibía eran unas prácticas de un par de meses en una filial suiza del Banco de Santander que en algún momento eliminó de su historial, no fuera a ser que hubiera una foto suya con Bárcenas esquiando en los Alpes y le diera un disgusto. Era posible, en consecuencia, que, a falta de palos al agua, la promesa de los populares se hubiera centrado en los estudios cuando sus visitas al Caribe a visitar a los opositores cubanos por encargo de la lideresa se lo permitían.

“He invertido mucho dinero y mucho esfuerzo en veranos para completar mi formación”, ha dicho Casado en una frase que resulta esclarecedora. El saber no es una pasión sino un mercadillo en el que comprar referencias, un coleccionismo de títulos, en inglés a ser posible, porque lo de felow de la SAIS o el CLS del Government Affair Institute visten de Armani a cualquiera. Lo de la Rey Juan Carlos y su máster en Derecho Autonómico y Local era claramente una ganga, un remate por fin de existencias. Y ya se sabe que lo barato sale caro.

Regalado, según todos los indicios, el posgrado de Cifuentes y comprado en liquidación el de Casado, sorprende el desapego con el que ambos se han referido al título, “innecesario” porque ni uno ni otro pensaban dedicarse a la docencia o completar el doctorado. Eran másteres para políticos, adornos en la vitrina, el cenicero con la leyenda “estuve aquí y me acordé de ti” que uno se trae de Torremolinos al final de las vacaciones

El trato privilegiado del que han disfrutado pone en cuestión uno de los pilares de la educación pública, que es la igualdad de oportunidades, lo único que asegura que ricos y pobre, gobernantes y gobernados, nobles y plebeyos tengan las mismas probabilidades de acertar en la Primitiva porque todos juegan las mismas apuestas. Para que la equidad sea real no puede haber beneficios personales ni cartas marcadas.

Ingenuamente, nos habíamos creído esa milonga de la meritocracia, según la cual la desigualdad de cuna o de posición era accidental y siempre podía corregirse con el esfuerzo personal. Aquello de que Salamanca no prestaba lo que la naturaleza no había concedido era un cuento chino. Lo presta, lo regala y lo vende.


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