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25/04/2018
Tu vagina tiene su propio sabor y deberías dar puerta a quien se queje
Me gustaría compartir con todo el mundo un secreto que
muy pocas personas conocen sobre el cuerpo de la mujer, un secreto guardado con
mucho celo, incluso entre las propias mujeres cisgénero: es normal que una
vagina sepa (y huela) a vagina.
Puede que ya lo sepas y aun así alardees de la
absoluta insipidez de tu vagina o puede que estés en la farmacia preguntándote
por qué existen los espráis aromáticos para vaginas y los lubricantes con
sabores si se supone que tenemos un sabor normal. Sea como sea, ese discurso de
que las vaginas deberían tener un sabor fresco, afrutado o ningún sabor (en vez
de saber cómo lo que son) tiene que extinguirse ya.
"¿No preferirías ser una chica
que huele y sabe delicioso ahí abajo?", pregunta un blog antes de lanzarse a dar una lista de consejos
para que tu vagina sepa a postre.
Es normal que una vagina sepa (y
huela) a vagina.
En otro artículo, este de la página Thought Catalog, 13 hombres describen el sabor de la
vagina de su novia con respuestas que van desde "helado de fresa"
hasta "nada". Al mismo tiempo, hay lubricantes con sabores y empresas que venden
suplementos que prometen hacer que nuestra vagina parezca una macedonia. Las
secciones de higiene femenina en el supermercado están repletas de espráis,
toallitas húmedas y polvos absorbentes que usamos para prolongar nuestra fresca
insipidez de recién salidas de la ducha. Todo esto refleja una cultura de la
vergüenza en lo que respecta a nuestras vaginas.
Cuando era adolescente, esta cultura
de la vergüenza se manifestó en el rechazo de mis parejas a la hora de comérmelo, pese a
que a mí me parecía bien hacerles sexo oral a ellos. Cuando era una joven
veinteañera, utilicé todos los productos del catálogo de Summer's Eve, aunque
mi novio me decía que no hacía falta. Tenía siempre el frigorífico bien
abastecido de piñas, ya que un gurú de Instagram afirmaba que comer piña
dulcificaba nuestras partes íntimas. Ese comportamiento me parece muy raro
ahora, pero en aquella época constituía una parte fundamental de mi femineidad.
A los hombres no se les suelen
imponer esos estándares irrealistas. Incluso aceptamos que el semen sepa fatal
en ocasiones.
Suponía que había mujeres culpables de descuidar su
vagina, en el sentido de que solo se lavaban los genitales en vez de depilarse
a la cera, darse espráis y someterse a dietas, como yo. Tenía dos compañeras de
habitación con su propio surtido de productos de higiene femenina y recuerdo
que nos alegrábamos por lo que daba a entender eso sobre nuestro cuerpo: que
éramos mejores parejas por ello.
Pero las vaginas no requieren ninguna alteración. No
necesitan una envoltura determinada ni sabor a helado. A los hombres, cuyo
semen puede tener cualquier tipo de sabor, desde amargo hasta dulce, pasando
por un toque a lejía, no se les suelen imponer esos estándares irrealistas como
a las mujeres. Hasta cierto punto, creo que incluso aceptamos que sepan fatal
en ocasiones.
Al hacer que las mujeres nos avergoncemos de nuestra
vagina, aprendemos que debemos tener un olor a flores o uno que pase
desapercibido. Aprendemos no solo a prestar atención a cómo sabemos, sino
también al olor y aspecto que tienen nuestras partes íntimas. Aprendemos que
depilarnos y hacernos la cera es una parte fundamental de la higiene femenina,
aunque el vello púbico tenga la función de proteger la vagina de las bacterias
y de la fricción. Y nada de eso es necesario porque a las partes del cuerpo se
les debería permitir saber, oler y parecer partes del cuerpo. Es más, no solo
debería estar permitido, debería aplaudirse.
Si te cuesta creer que las mujeres
sufran esta presión por su vagina, piensa en la gran cantidad de abuelas y
madres que nos enseñaron que teníamos que echarnos polvos de talco en la
ropa interior para mantenernos frescas. Empresas como Johnson & Johnson centraron la venta de estos productos de forma específica y
enérgica en las mujeres negras. Después, tuvieron que hacer frente a más de 1000 demandas cuando se descubrió que eran conscientes
de que sus productos podían guardar relación con el cáncer de cuello uterino y
de ovarios.
En muchos sentidos, esto demuestra cómo la creencia de
que las vaginas tienen de forma inherente un sabor desagradable, además de los
estereotipos de la raza negra, configuraron la idea de que las mujeres, las
negras en particular, debían tomar medidas para modificar su sabor y olor
natural. Johnson & Johnson fue capaz de fabricar un producto inseguro y
sacar provecho de ello.
A las partes del cuerpo se les
debería permitir saber, oler y parecer partes del cuerpo.
De forma similar, hay mujeres que
gastan su dinero en hacerse duchas vaginales o en purgarse los
genitales, pese a que puede ser peligroso. Cuando se nos hace creer
que en nuestro cuerpo hay partes que están mal de forma inherente, es fácil
justificar prácticas que supuestamente las arreglarán. El problema con esas
prácticas es que nuestras vaginas no necesitan ninguna reparación.
Salvo en caso de infección, las vaginas siempre huelen
y saben normal, y ese "normal" es variable. Algunas personas
describen el sabor de la vagina como amargo, mientras que otras hablan de un
sabor avinagrado. Teniendo en cuenta que las vaginas son de naturaleza ácida,
"ácido" es un adjetivo que muchas personas aceptan para su sabor. En
mi opinión, las vaginas saben a un bote lleno de centavos, pero a mí me encanta
el sabor de estas monedas en concreto.
Lo que comes afecta al sabor de tu
vagina, pero no es algo que sea tan importante. Según Women's Health, el ajo, el alcohol, los lácteos, las especias,
el brócoli, los espárragos y la carne roja, ingredientes que forman parte de la
mayoría de las dietas, pueden modificar el equilibrio del pH y afectar de forma
negativa al sabor de la vagina. Las frutas, en cambio, pueden hacer que sepan
más dulce.
Aunque reconozco que un poco más de dulzor no está de
más, no me preocupa tanto como para darle prioridad a la vagina en función de
estas insignificantes diferencias de sabor. Pienso que si una mujer tiene una
pareja que le pide que cambie su dieta y que utilice espráis especiales para
acceder a llevar la boca hasta ahí abajo, debería buscarse otra pareja.
Requiere menos esfuerzo.
Claro
que a veces pueden surgir malos olores. La vaginosis bacteriana
provoca un fuerte olor a pescado y otras infecciones bacterianas pueden darle
un olor a carne cruda. No descarto nada de eso, de modo que, si te preocupa,
deberías ir al médico. Si no te pasa nada y te duchas todos los días, la vagina
te olerá y sabrá genial.
Debemos
rechazar esas expectativas de que las vaginas deban oler a caramelo de frutas.
No es una convención realista y nos impide respetar las vaginas y disfrutar de
ellas en su estado natural. Os lo dice alguien que tiene vagina y ha probado
unas cuantas ella misma: no huelen ni de lejos tanto como nos hacen creer.
Este post fue publicado originalmente en Bellesa.co,
apareció posteriormente en el 'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés
por Daniel Templeman Sauco.
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