Consentimiento: sí, pero con entusiasmo
ElHuffPost
Psicoanalista
14/06/2018
Es tramposo
hablar de libertad cuando no hay condiciones de igualdad de base. No estoy
hablando de economía, sino que de sexualidad. Décadas después de la revolución
sexual se pueden constatar efectos ambivalentes, si bien se superan las viejas
represiones, fracasa en relación a la distribución de poder entre los sexos. El
mundo ha derivado en una hipersexualización, pero no jugamos bajo las mismas
reglas; es la lógica masculina la que distribuye quienes son las mujeres
respetadas, las denigradas y cuáles serán sancionadas o no por su deseo.
La sospecha creciente de que en un mundo liberado, el
cuerpo de las mujeres siguió siendo carne pública, explotó tras el movimiento
#metoo. Y por ello, a diferencia de otras que aspiraban a la liberación, está
oleada feminista ha puesto el acento en la denuncia y en la necesidad de
protección. Ha quedado demostrado que el abuso sexual es una cuestión
estructural. Que no se manifiesta solamente bajo la figura de la violencia
explícita, sino que también bajo otras condiciones; por ejemplo, en las
llamadas zonas grises del juego erótico.
La socióloga Eva Iliouz plantea que tras la caída del
ordenamiento patriarcal y el advenimiento del sexo liberado, queda un vacío de
códigos y mucha ansiedad. Para ella el éxito de una novela como 50 Sombras de Grey,
es que ofrece al lector el modelo del contrato para resolver la angustia y la
posibilidad del malentendido en el encuentro sexual. El acuerdo sado
masoquista, antes que trasgresión alguna, para la autora no es más que un
manual de sexo de autoayuda en tiempos confusos. Latigazos más, latigazos
menos, está todo claro. Esto es precisamente lo que algunos resienten hoy: no
vaya a ser que la erótica se vuelva un protocolo. Es lo que alegaron las
francesas en su manifiesto contra el movimiento de las actrices de Hollywood.
El punto es que ambas cosas son ciertas: el abuso
sexual es más generalizado de lo que se pensaba. Y también es verdad que en la
erótica hay zonas grises. En los encuentros sexuales existen los no, los sí,
pero también los "no pero sí" y los no menos complejos, "sí pero
no". Pero acá hay que ser enfáticos: muchos "no" con convicción,
han estado siendo atropellados de manera canalla por quienes justifican el
abuso bajo la excusa de los "no pero sí "del juego erótico. Algunos
alegan que se trata sólo de estupidez, y aunque así lo fuera, es una que se
permiten algunos hombres dada la inercia de la violencia simbólica hacia las
mujeres.
Frente a esta realidad surge la urgencia de la
creación de protocolos y de modificar la tipificación del delito de violación.
Suecia acaba de promulgar una ley, bajo la cual no hace falta que haya
violencia para que se pueda demostrar un delito sexual, sino que son
sancionadas todas aquellas relaciones en que no exista un consentimiento
explícito. Para sortear el asunto de los "no", la ley exige para que
una relación sea válida, no sólo un "sí", sino que un sí con
entusiasmo.
Parece chiste. Pero los tiempos lo exigen.
No obstante, las nuevas normas siempre cierran y
abren cosas. Existe el temor de que por una causa justa, paguen justos por
pecadores y el deseo termine asfixiado en la hipernormatividad; tanto judicial
como en los clichés que empiezan a salir del sexo asustado (que es una especie
de trasvasije del lenguaje del management al mundo relacional). Pero la exigencia
del "sí" con entusiasmo de las partes involucradas, empuja algo que
supera a todo manual: la ética sexual.
Como en la vida, en el sexo hay situaciones en que no
estamos seguros de qué hacer. Y frente a esa incertidumbre podemos acudir a los
estereotipos o a delegar la responsabilidad en el otro, pero a veces nos vemos
obligados a tomar una posición, decir sí o no. Esa es la ética, hacerse cargo
del deseo, negociar con nuestras propias zonas grises.
Y la ética a diferencia de lo impuesto de la moral y
el protocolo, va del lado de lo abierto, del riesgo y de los sentidos
múltiples. Va del lado de la erótica.
Este artículo se
publicó originalmente en www.latercera.com
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