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jueves, 20 de noviembre de 2025

 


20N | El miedo que aún no sabemos nombrar

Por Javier F. Ferrero

La pregunta es sencilla y brutal:

¿Cómo puede un país que lleva medio siglo sin dictadura seguir reaccionando como si la dictadura aún estuviera en la habitación de al lado?

La respuesta no está en la política, sino en la psicología colectiva.

Durante cuarenta años, el franquismo no solo administró violencia y censura; administró emociones. Convertir la obediencia en virtud, el silencio en decoro y la prudencia en supervivencia fue una estrategia tan eficaz que hoy seguimos viviendo dentro de sus consecuencias.

La memoria emocional opera así: perdura cuando el resto se oxida.

España heredó del franquismo un terror íntimo, doméstico, sin proclamas.

Un miedo que se inoculó en conversaciones a medias, en avisos velados, en susurros en la mesa camilla.

Un miedo que se transmitió como se transmite un apellido o un acento.

Por eso todavía hay quien siente que protestar es peligroso.

Por eso muchos ven la democracia como algo frágil, casi prestado.

Por eso cada avance en derechos provoca una reacción de pánico que la derecha manipula con precisión quirúrgica.

El régimen murió, sí. Pero dejó funcionando su arquitectura emocional.

Y aquí viene lo incómodo:

la democracia española no ha desactivado esa arquitectura. Ha convivido con ella. La ha normalizado.

Cuando uno se pregunta cómo es posible que un 20% de la población valore positivamente al dictador, no debe mirar a los archivos, sino al subconsciente colectivo. Hay quien anhela la comodidad emocional del silencio, aunque esa comodidad naciera del terror.

La extrema derecha entiende esto mejor que nadie.

Ofrece “orden”, “normalidad”, “gente seria”.

Es decir: apela directamente a ese miedo heredado.

Es el mismo mensaje de siempre, pero envuelto en marketing de 2025.

Yo no escribo esto para generar nostalgia ni para agitar viejos fantasmas.

Escribo para señalar que el mayor obstáculo para una democracia plena no está en los partidos, sino en los condicionamientos emocionales que aún no hemos desactivado.

Y la pregunta que debemos hacernos no es “qué hizo el franquismo”, sino:

¿qué seguimos haciendo nosotros para que su sombra siga siendo útil?

A veces no es la figura del dictador lo que sobrevive, sino la emocionalidad que sembró.

Y mientras España no aprenda a nombrar ese miedo, seguirá actuando según sus reglas.

Este país merece, de una vez, hablar sin bajar la voz.

Javier F. Ferrero

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Artículo completo:

Editorial | El último regalo del dictador: el miedo

https://spanishrevolution.net/editorial-el-ultimo-regalo...


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