Mercedes Rodríguez

El juez Peinado intensifica su cruzada contra Begoña Gómez. Te lo cuento

Un juez amenaza a periodistas, investiga a la esposa del presidente sin pruebas claras, desobedece a la Fiscalía y alarga la causa durante 20 meses. Se llama Juan Carlos Peinado. Y esto no es una serie de Netflix. Es España, noviembre de 2025.

El juez Peinado ha convertido una investigación sin base penal sólida en un proceso interminable. Su nueva estrategia: cargar ahora contra una alto cargo de Moncloa por ocupar el mismo puesto que tuvo Bolaños.

Mientras tanto, exige a Moncloa las agendas, los pasaportes, las nóminas y las comunicaciones privadas de Begoña Gómez y su asistente. No se le escapa nada. Salvo el sentido común.

Peinado ignora a la Fiscalía, que ya ha dicho que no cabe prórroga por la vía del jurado, y pasa por alto la decisión de la Audiencia de Madrid de no partir el caso. Pero él sigue. Porque esto no va de justicia. Va de política.

El mismo juez que quiere acceder a los WhatsApp de una asesora de Moncloa ha amenazado a elDiario.es con una querella y les exige 50.000 euros por una entrevista con Óscar Puente.

Este caso tiene menos base penal que una multa de tráfico. Pero hay algo que sí tiene: una acusación popular formada por organizaciones de ultraderecha. Peinado no las toca. Solo ejecuta su agenda.

Y mientras todo esto ocurre, no se investiga el uso de fondos públicos en gobiernos autonómicos de derechas, ni se interrogan a los responsables de contratos cruzados. Porque el objetivo no es la corrupción. Es el poder.

Cuando un juez usa su cargo para atacar al entorno del Gobierno, silenciar a la prensa crítica y mantener causas abiertas sin indicios sólidos, no se llama independencia judicial. Se llama lawfare.

Ayúdanos a seguir investigando y denunciando esta ofensiva judicial y mediática.

Únete a nuestro proyecto: donorbox.org/aliadas

No es solo un ataque a Begoña Gómez. Es un mensaje para cualquiera que se atreva a tocar el poder económico o mediático en este país. Por eso es tan grave. Y por eso hay que contarlo