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07/04/2018
Qué pueden hacer las mujeres para cerrar la brecha del orgasmo
No tuve mi
primer orgasmo hasta los 21 años. La gente suele sorprenderse cuando lo cuento
porque en mi círculo de amigos me consideran una persona muy sexual.
Estaba un día en una cafetería con mi amiga Clara.
Estábamos hablando de sexo. Ya llevaba 5 años siendo una persona sexualmente
activa, desde los 16, pero nunca había tenido un orgasmo, y ninguno de los
chicos con los que había estado pareció tenerlo muy en cuenta. Aunque es cierto
que no había estado en ninguna relación larga, sí que había tenido un montón de
amantes y rollos de una noche. Vale, la mayoría eran rollos de una o dos
noches, pero aun así.
Mi amiga me miró boquiabierta y yo me eché a reír al
darme cuenta de los sorprendida e indignada que estaba conmigo. En ese momento,
mi querida amiga me hizo una pregunta muy simple que me cambió la vida.
"¿Cómo
demonios esperas que te hagan correrte si no eres capaz de correrte tú
sola?".
Me quedé mirándola.
"Bien visto", le dije.
"Cuando aprendes, puedes hacerlo en cualquier
parte y en cualquier momento. Podrías estar sentada aquí mismo en la cafetería
y provocarte un orgasmo por debajo de la mesa", continuó.
Nos reímos como locas.
Entonces, Clara hizo lo impensable: me dibujó un
esquema. Yo ya sabía dónde tenía el clítoris. Sabía dónde lo tenía todo. El
problema no era que desconociera los puntos. Tampoco era que no supiera darme
placer a mí misma. Llevaba desde muy joven tocándome mucho y con toda la
intención (y funcionaba), pero a la hora de llegar hasta el final y superar esa
frontera, no tenía ni idea. Lo típico de empezar un proyecto y acabar
abandonándolo.
De modo que me dibujó el esquema y me explicó los
fundamentos: distintos modos de mover los dedos y la cadera, las distintas
formas de realizar esos movimientos... Fue poesía, de verdad. Y filosofía.
Cuando llegué a casa y puse en práctica uno de sus sencillos consejos, tumbada
en la cama con los pies apoyados contra la pared, tuve un orgasmo sublime. El
primero de mi vida. En menos de diez minutos. Así que seguí y tuve otros cinco.
Lo que más me
sorprendió es que no era difícil. Simplemente, nadie me había enseñado nunca
cómo funcionaban mis propios centros de placer. Y eso teniendo unos padres con
una mentalidad sexual tremendamente positiva.
La brecha del orgasmo.
La
organización Planned Parenthood asegura que a una de cada tres
mujeres les cuesta llegar al orgasmo durante el sexo. Según una encuesta de 2015 de la revista Cosmopolitan sobre el orgasmo femenino, solo el 57% de las mujeres
heterosexuales tienen orgasmos de forma habitual cuando practican sexo con un
hombre. En la encuesta, esas mismas mujeres dijeron que los hombres con los que
se acostaban llegaban al orgasmo el 95% de las veces.
Los datos no acaban ahí: el 50% de las mujeres
aseguraron que sus parejas sexuales se acercaban mucho pero no lograban
provocarles el orgasmo; el 38% de las mujeres aseguraban no estar recibiendo
suficiente estimulación en el clítoris y el 35% decían que no recibían la
estimulación adecuada. Si estas estadísticas no suponen una brecha preocupante,
no sé qué más hace falta.
Problemas técnicos.
Por
simple que parezca, muchos de los problemas que tienen las mujeres para llegar
al clímax pueden achacarse a diversos problemas técnicos, como me sucedía a mí
cuando no conseguía provocarme el orgasmo. Las estadísticas no son demasiado
sorprendentes si nos paramos a pensar en el papel crucial del clítoris a la
hora de llegar al orgasmo. Pese a que las estadísticas y los porcentajes solo
son ciertos hasta cierto punto, los expertos defienden que la mayoría de las mujeres
necesitan estimularse el clítoris para llegar al orgasmo. Solamente el 8% de
las mujeres consiguen llegar al orgasmo de forma constante y sin ayuda durante
la penetración, mientras que casi todos los hombres lo pueden lograr de este
modo.
En un estudio de 2005 en el que participaron 833 estudiantes
universitarios se descubrió que hombres y mujeres eran igual de propensos a
señalar de forma errónea el clítoris en un esquema. Supongo que pese a la falta
de habilidad que tenía a mis tiernos 21 años, seguía estando por delante de la
media. Qué preocupante.
Falta de consideración.
En
ese mismo estudio, el 78% de las mujeres consideraron que sus compañeros
sexuales sí tenían en cuenta los orgasmos de las mujeres, aunque el 72% de
ellas habían sentido en alguna ocasión que el hombre con el que estaban llegaba
al clímax y no hacía nada por ayudarlas a llegar. Aunque el hecho de dejar a
una mujer con las ganas puede estar provocado por una falta de pericia, la
brecha del orgasmo también ilustra cómo difiere la visión cultural sobre el
placer del hombre y de la mujer.
Por ejemplo, aunque se tarda más en alcanzar el
orgasmo femenino (de 20 a 40 minutos, según los expertos), el consenso actual establece que
el sexo acaba cuando el hombre eyacula. El porno convencional fomenta esta
concepción.
Cómo cerrar la brecha del orgasmo.
Nada
que merezca la pena se soluciona enseguida (a no ser que te ayude algún buen
amigo con unas habilidades fuera de serie para dibujar esquemas y resolver
dudas), y cerrar la brecha del orgasmo no es una excepción. Pero no nos
vengamos abajo: estamos logrando muchos avances. Para algo está Bellesa desmontando todas esas cuestionables ideas
preconcebidas. Sí, señor.
Más cosas que puedes y deberías hacer si no lo has
intentado todavía:
1. Descubre cómo darte placer a ti misma.
2. Pon en práctica eso que me gusta llamar sinceridad radical con el hombre (o la mujer) con el
que estés. No tengas miedo a decirle qué es lo que te gusta o lo que necesitas.
Tus orgasmos dependen de ello.
Este post
fue publicado originalmente en Bellesa, apareció posteriormente en el
'HuffPost' Canadá y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.
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