Doctora en Filología Románica
"Joder con el puto catalán"
Publicado: 08/08/2015
El Huffington Post
Suena el teléfono. A pesar de
que es un número oculto, contesto. Error. Al otro extremo del hilo, un hombre
me dice que tienen que pasar por casa para entregarme una carta. Le pregunto de
qué compañía, y si la pueden dejar en el buzón. Dice que es de la Central de
gas de Barcelona y que no, que antes deben pasar para revisar la instalación.
Me imagino que es una de esas estafas de baja intensidad pero de gran alcance
de las compañías de energía. Mantenemos una breve conversación. Le digo que me
extraña el procedimiento y cuando le estoy diciendo que no me consta la
existencia de la tal Central de gas no me deja terminar, cuelga tras espetarme
un ofensivo: «Joder con el puto catalán». En efecto, él hablaba en castellano y
yo en catalán; situación frecuente en Cataluña entre personas que saben las dos
lenguas (habitualmente si alguien se pasa a la otra lengua es porque abandona
el catalán; lo que en lingüística se conoce como «cortesía unilateral»). Él
sabía catalán, tradujo sin dudar mi «bústia» por «buzón». No me pidió tampoco
en ningún momento si podía cambiar de lengua.
Ahora bien, peor fue escuchar,
a finales de junio en el debate de investidura que proclamó presidente de la
Generalitat a Ximo Puig, cómo la portavoz de Ciudadanos en las Corts
Valencianes, Carolina Punset, hacía un discurso que dividía estrafalariamente
las lenguas entre universales y locales o aldeanas; entre lenguas que sirven
para buscar trabajo y lenguas que se ve que son inútiles para este noble
menester.
Ni una palabra de los miles y miles de familias que,
año tras año, se quedan sin enseñanza en valenciano, puesto que a pesar de la
mucha e insistente demanda no se abren líneas en esta lengua. Ni una palabra
tampoco respecto a que, por ejemplo en Cataluña, año tras año, en las PAU la nota
de Lengua y Literatura Castellana supera a la de Lengua y Literatura Catalana.
O que, después de treinta años de inmersión lingüística, todos los datos
muestran que el alumnado que termina la escolarización obligatoria tiene una
buena competencia en ambas lenguas. O que, analizados un grupo escolarizado en
castellano y que sólo tenía el catalán como asignatura y otro que practicaba la
inmersión lingüística, se constató que el conocimiento del castellano era
parejo, pero, en cambio, el conocimiento del catalán era bastante más bajo en
el grupo que sólo lo aprendía como asignatura.
O mentiras premeditadas
propias de un partido, Ciudadanos, que nació exclusivamente contra la inmersión
en lenguas que no sean el castellano y que, por tanto, por razones estrictamente
de ideología política, afirma, por ejemplo, el despropósito de que donde se
hace inmersión, uno se forma en una sola lengua. O la tontería de decir que,
respecto a las lenguas, el saber sí ocupa lugar, y el conocer una lengua resta
espacio a otra. Por otra parte, la ciencia dice que el conocimiento y las
habilidades que se adquieren cuando se dominan dos lenguas son mucho mayores
que si se aprende sólo una: más flexibilidad cognitiva, más facilidad para el
pensamiento divergente, más conciencia metalingüística, entre otras cosas.
Cuando una persona domina varias lenguas, le es mucho más fácil aprender otra.
En su intervención, Punset usó
el castellano para postular que el valenciano es un bien cultural que se tiene
que proteger y aprender de forma proporcionada (?). Táctica típica y clásica,
la misma del PP, cuando dice que defiende el valenciano: no es cuestión de dar
ideas, no sea que alguien pudiera pensar que el valenciano es una lengua
universal o, como mínimo, normal. Punset desmintió que lo fuera, evitando
cuidadosamente su uso y utilizando una universal; la misma que, a pesar de su
universalidad, consigue que Zapatero y Rajoy (partidarios acérrimos de las
virtudes del monolingüismo) vaguen en soledad cósmica por el espacio sideral
cuando acuden a las reuniones de la Comunidad Europea. Punset afirmó también
que el valenciano es una lengua entrañable. Cuando alguien utiliza un adjetivo
como éste para definir una lengua, -especialmente si no es la suya,
especialmente si es la mía-, me pongo a temblar.
A mediados de julio, con
motivo de no sé qué efeméride de la Wikipedia, los
informativos de la Sexta se llenan la boca y se hinchan de orgullo hablando de
la vitalidad que en ella muestra el castellano. Puesto que es una cadena
televisiva con voluntad y pretensión estatal, pienso que han dejaron escapar
una oportunidad de oro para sacar pecho y explicar a continuación que el
catalán --a pesar de su aparente pequeñez-- es la decimoséptima lengua con más
artículos en números absolutos en Wikipedia (450.000 a principios de 2015). De
hecho, la primera lengua que colgó un artículo en la enciclopedia electrónica
después del inglés fue el catalán. Para ser una lengua tan y tan
aldeana, no está nada mal.
Leo un artículo de Antonio Muñoz Molina en Babelia sobre novela negra,
y de pronto dice: «En España casi todas las novelas de Chandler las publicaba
Barral». Como lectora del género, su afirmación me es absolutamente ajena, no
puedo sentirme menos identificada: cuando era casi todavía una niña, conocí a
Chandler y a la mayor parte de novelistas de serie negra, incluidas no sólo
Highsmith, sino también, entre otras, a la estupenda Millar, en la benemérita y
entrañable colección «La cua de palla», iniciada en 1963. El autor presenta a
la parte por el todo. A menos que crea que Cataluña (y el catalán y su
literatura) no forme parte del Estado español, o sea que piense que Cataluña se
ha independizado. Como me consta que no lo cree, no tengo más remedio que
lamentar la torpe, por excluyente y equívoca, redacción de un párrafo
fácilmente subsanable: «En castellano (o español) casi todas las novelas de
Chandler...».
Entre la aversión y el odio, la no valoración y el ninguneo, ¿qué terreno le queda al aldeano?
Entre la aversión y el odio, la no valoración y el ninguneo, ¿qué terreno le queda al aldeano?
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