Público
La «marca España», la familia y una casa putas
1.- La
familia que trabaja unida permanecerá unida. Esta afirmación, discutible o no,
parece ser la piedra de toque del nombramiento del ex ministro Wert como
embajador de España en la OCDE, una institución que si desapareciera
serían muy pocos quienes la lloraran. No es el caso del autor del
nombramiento, Mariano, que
exclamaría como el rey nazarí «¡Ay de mi Alhama»!
Digamos que Mariano le ha hecho a Wert un regalo de
bodas por su reciente matrimonio con una alta funcionaria de la
OCDE. Que una dote de estas características haya causado
estupefacción en las cancillerías no obsta para que Mariano, agradecido por los
servicios prestados, haya respondido caballerosa y familiarmente. Y lo ha hecho
con lo más cañí que tiene la política del Partido Apostólico: la familia en la
significación que le da la santa iglesia católica, apostólica y romana. De
manera que la familia Wert, otro de los emblemas de la marca España, trabajará
unida para poder permanecer unida.
2.- Pocas bromas con la familia como institución.
Mucho se está comentando de la Operación Púnica, de sus tropelías, de
sus relaciones verticales con el Partido Apostólico, de la millonada que se han
llevado a los bolsillos sus protagonistas, deuteragonistas, figurantes y demás
sujetos. Pero nada se ha dicho, al menos hasta la presente, del papel que ha
jugado la familia en toda esa zahúrda. La familia en su sentido amplio. Por
ejemplo, en el papel de los cuñados –pronúnciese esmeradamente cuñaos- en toda esa historia.
Los jerifaltes de la Púnica, todos ellos, se han apoyado en esa
institución familiar, el cuñao, para rebañar al máximo la olla. Trabajo tienen,
pues, los sociólogos y politólogos para estudiar esta figura emergente del
cuñao en la vida política española y su potente relación con la cosa pública.
De igual manera precisaríamos una mirada de los antropólogos sobre ese
particular, amén de lo que plantee la teología sobre el papel del cuñao en la
familia. No se olvide que el cuñao en su versión cañí es una expresión de la
tan repetida marca España. Así, pues, la familia en su sentido amplio, con la
agregación del cuñao, podría concitar un teologúmeno de nueva estampa: la
familia que corrompe unida permanecerá unida.
3.- ¿Y qué decir del asunto? Se trata, no seamos cicateros
en la valoración, de ¿marca España pata negra? Una afamada casa de putas
–llamado púdicamente club de alterne- de la muy bizarra ciudad de Tudela
subvenciona la celebración en el Cuartel de la Guardia Civil de
la festividad de la Virgen del Pilar («que no quiere ser francesa,
sino capitana de las tropas aragonesas») patrona del instituto armado.
Pues bien, el Observatorio
contra la Corrupción, posiblemente gente pacata y asaz puritana,
ha denunciado que el dueño del famoso lupanar «profesa amistad» con el capitán
jefe del cuartel de la Benemérita. Que nosotros sepamos la
denuncia no llega a más. De esta manera queda a salvo la honra de la familia
del capitán, del capitán jefe, del capitán jefe de la guardia civil.
Pero, en todo caso, también en este caso ondean las banderas de la marca
España: el vínculo entre el picoleto, su casa cuartel y una casa de putas.
No compartimos las palabras del beato Fernández Díaz:
«con independencia de que la finalidad sea buena", no es "lo
más adecuado" que un club de alterne haya podido sufragar los gastos de la
festividad de la patrona de la Guardia Civil en el cuartel, por
lo que ha asegurado que este tipo de aportaciones "no se van a aceptar"». Veamos: ¿por
qué una casa de putas, que paga religiosamente sus impuestos, no puede
alborozarse en financiar una celebración tan marca España pata negra como lo
es la Pilarica? ¿Acaso el Galileo no compartió mesa y mantel con María
Magdalena? ¿Quién se cree que es el beato Fernández para interferir en las
relaciones de estas hijas del Señor que con el sudor de su frente hacen una
aportación a Nuestra Señora la Virgen del Pilar? ¿No sabe el ministro
que, desde los tiempos de Vespasiano,
el dinero no huele?
Apuesto lo que sea que si esta situación se hubiera
dado en un cuartel de la Legión, marca España, el ministro Morenés no hubiera sido tan
sopladamente estirado.
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