Huffington Post
Filólogo, periodista y profesor asociado de Periodismo
en la Universidad Carlos III de Madrid
Salpicón de verano: la gaviota se mancha de tinto
Publicado: 01/08/2015
Caen
las horas de calor mientras el verano negrea de podredura y muertos ilustres.
Al PP se le cuela el aire caliente por todos los remiendos del financismo púnico: autosaqueado por unos miembros
que se dan entre sí el sigiloso beso de la muerte, ha dejado de ser excluyente
y pijoaparte para convertirse en el rompeolas de todas las corrupciones.
La democracia se ha
desertizado mientras la nueva España se da de bruces contra el cemento del
bipartidismo. Hay mucho sol en Madrid y Marjaliza, el hombre de los 33 millones de euros, ha
puesto en marcha el ventilador y ha decidido que ya ha llegado la hora de los
crueles.
Ni
siquiera el Equipo PP-A, esos chicos-sonrisa so British,
políticos "de proximidad" y barones del albatros light que son Juan Manuel Moreno y el
vicesecretario de Organización, Fernando Fernández Maíllo -exconsejero de
Administración de Caja España imputado por presunto delito de administración
desleal-, podrán parar el tornado púnico que amenaza con llevarse el partido
por delante.
Los nuevos Pecos, la sucursal
joven y limpia de don Mariano, abominan ahora del ala dura y picardeada de la
Púnica, pero el PP sigue haciendo filigranas de bordadura y encaje con este
salpicón de verano y tentáculos de cefalópodo envasados al vacío y pasados de
vinagre que les ha servido a todos en doble ración Paco Granados, exconsejero
cheli de Esperanza. 250 millones de euros en concesiones públicas y 92
imputados de lo que la fiscalía define como "un plan criminal". Un
latrocinio tumultuario que ahora irrita a la derechona joven y naif.
El imputado David Marjaliza,
el socio de Granados, ha tirado de la manta ante la Guardia Civil diciendo de
dónde provenían sus 33 milloncejos y ha manchado con el ácido de los mejillones del salpicón a Aznar,
el Gobierno central, la Comunidad de Madrid y el Gobierno Valenciano,
diputaciones y ayuntamientos varios gobernados bajo el signo del charrán.
El juez de la Audiencia
Nacional Eloy Velasco se ha colgado de la cintura la pistolera del sheriff Kane
y se ha echado solo a las calles del Hadleyville castizo, púnico y gürtélico de
nuestros desamores con 92 carteles de "se busca" con los rostros
pintados de consejeros y diputados bajo el brazo.
Apunta ahora Velasco con su colt al número tres de Cristina Cifuentes -macerada como delegada del Gobierno
de Madrid en las guerras levantiscas del 15M-, Jaime González Taboada, nuevo
consejero de Medio Ambiente y tal, y al exalcalde de Alcalá de Henares,
Bartolomé González, porque Taboada ha cantado la Traviata, no la de Verdi, sino la
del plan Prisma que presidía el púnico Granados mientras deshacían España.
Contratos a cambio de
mordidas: pagos únicos, por ejemplo, de 300.000 euros, más 40.000 durante tres
años más; 160.000 por auditorías. Ni Urdangarín en sus mejores tiempos
delincuenciales metió tanto la mano en el banasto público. Hay en el sumarioun telefonazo de Granados a Luis de Guindos interesándose por la
compra de AENA y éste,
el superministro de los ojos de piedra, lo remite al secretario de Estado del
Tesoro, Íñigo Fernández de Mesa, para que hable con él, y quedan para avisarse.
Todo muy en plan don Vito y "son sólo negocios", esas formas
bastardeadas de la postpolítica y la democracia tercermundista.
Granados, que es de Valdemoro, se montó un cumpleaños que le costó 10.000 euros a uno de los
capos de la Púnica: el precio del agasajo ha subido, como el de la
langosta en invierno. Los valdemoreños son así, a lo grande, y Paco decidió
sacudirse el pelo de la dehesa y trepar hasta el reloj de Sol en la Real Casa
de Correos, cogiendo los millones de euros, arrugando los billetes en pelotas,
como los grandes del hampa, mientras les daba lecciones de ética a las
izquierdas de la tele nocherniega, escupiendo perlas chelis en ese habla tan
despaciosa y matonesca que tiene. Ahora lo hace desde chirona, una de tantas de
esta España malversada por paletos.
Algunos, por desintoxicarnos
un poco del politiquismo de canícula, recorremos de madrugada el laberinto
madrileño, desandando caminos para borrar recuerdos, con o sin compañía,
deleitándonos con "el tacto de la soledad", como decía Juan Ramón, o
con la lucidez tabernácula de los extraños, como la chiquilla británica y
rampante que la otra noche ignoraba que, en la batalla de Lepanto, Cervantes
perdió la movilidad en la mano izquierda, "en la más memorable y alta
ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros".
Hasta en eso hay grandeza, en
el contraste de la belleza de la jeune feuille en fleur con la miseria etílica de la merluza a
la inglesa. Ella, con el alma empapada de sangría y sus zapatos claudelianos de
niña-mujer, corriendo por la plata negra de la noche, solo quería un selfie, no hablar de don Alonso
Quijano "el Bueno", que a la rubicunda hija de Albión le iban más los
malotes.
Como al PP, que se ignora a sí
mismo y al que el juez Eloy Velasco aprieta cada vez más su cerco, porque a la
gaviota le ha descubierto las manchas del tinto de verano*. Ahora Granados ya
sabe que, cuando se empina el codo en abundancia, hay que tener cuidado con que
no salpique. Por aquello de Sherlock Holmes, digo.
*Dedicado al poeta y amigo
fraterno Gregorio Morales (1952-2015).
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