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La trama de
niños robados fue “organizada y ocultada por los poderes públicos”
MARÍA SERRANO /
11 Oct 2015
El
periodista José Luis Gordillo comenzó en el año 2012 a investigar los orígenes
y evolución de la trama de los niños robados. Tras realizar sus primeros
reportajes con familias afectadas, continúo ahondando en las raíces de un
negocio que adquiere estremecedoras dimensiones durante la Transición.
Gordillo está a punto de publicar su libro ‘Los Hombres del saco’, bajo el
sello editorial San Pablo. Mientras tanto, los delitos han
prescrito o siguen prescribiendo y madres e hijos claman en vano
pidiendo justicia. La justicia ha archivado miles denuncias, pero no
ha podido archivar la memoria.
¿Cómo
empiezas a investigar esta trama que ha tenido tanta repercusión en los últimos
años?
Una de las
víctimas, Ana Belén, fue de las primeras con la que contacto desde Bilbao y con
la que empieza, y también termina, ‘Los hombres del Saco’. A partir de ahí
narro todos los hechos de forma cronológica porque me sirve de hilo conductor
la historia que ella me va contando junto a otra de Madrid, que tampoco quiso
darme el nombre. Luego otra en Valladolid, otra en León y a través de todas
ellas es como yo logro desentrañar el despliegue de la historia desde los
años 30 en que empieza a airearse, a los años 40 en que se pone en práctica, a
su efervescencia en los años 60 y 70 y su declive final en los 90.
¿Se puede
hablar de cifras oficiales sobre los bebés que fueron robados?
No podemos
saber a ciencia cierta el número exacto. Entre 1950 y 1990 la trama se
desenvolvió, según indico en mi libro, en 190 hospitales, clínicas, casas cuna
y residencias de todas las comunidades autónomas. Los datos más altos se
muestran en Andalucía con 34. La siguen de Cataluña y la Comunidad
Valenciana.
¿Cuál ha
sido tu intención a la hora de investigar este tema?
Sobre todo
lo que quería era saber la verdad. Muchas veces escribimos y escribimos y no
sabemos cómo se puede paliar un drama tan sangrante para estas
víctimas. Hay una cosa clara: o es tu hijo o no es tu hijo, o te lo robaron o
no te lo robaron, o está muerto o no está muerto. Pero esto no es un informe
forense. De hecho, hay partes de la investigación que he podido poner y en
otras no me lo han permitido las familias al no tener los suficientes medios de
prueba para publicarlo. Sin embargo, lo más evidente es que este asunto de
bebés robados fue potenciado y organizado por los poderes públicos. Después fue
consentido y después, ocultado.
¿Hay
entonces implicación oculta por parte de la Administración?
Yo creo que
hay implicación de determinadas personas de la administración pero también hay
una cuestión de Estado, más política. Se trata de una cuestión que no está
resuelta en la Transición y que afecta a los cimientos de la democracia. Esto
no se resuelve en aquella época porque no se conoce y encima ahora, en vez de
normalizarlo, lo que se ha intentado es taparlo para que no moleste.
¿Cuándo
comienza y cómo se reactiva la investigación sobre la trama?
Hay una ley
Amnistía en el año 77 donde no se sabe qué estaba amnistiando. Cuando en
el año 2008 Garzón recupera una serie de trabajos que habían estado haciendo
periodistas de la televisión catalana sobre la retirada de niños por
motivos ideológicos y sobre represión política en los años 40 y 50, él pone
sobre la mesa una serie de crímenes que ya están amnistiados, que son los
crímenes del franquismo, y también desvela esta trama. Aquí se empieza a hablar
de que este mecanismo de retirar niños de forma selectiva para redistribuirlos
a las familias que no podían tenerlos por determinadas razones de todo
tipo, ideológicas, religiosas, biológicas… se crea por puro negocio, porque hay
que tener en cuenta que al ver lo lucrativo que era se intenta seguir con ese
negocio mucho más tiempo después de la dictadura.
¿Hubo una
primera etapa del franquismo, antes de convertirse en negocio, donde la
retirada de niños era totalmente legal?
Sí, en los
primeros años del régimen se convirtió en una práctica legal. En el año 41 hay
una ley de Franco que permite que se haga una retirada de menores a las presas
republicanas en las cárceles. Tras arbitrar esta retirada, estos recién
nacidos se podían entregar a otras familias tras haber quedado bajo la
tutela el Estado. Querían que esos niños no se criaran en el ambiente de sus
familias naturales, para erradicar la ideología de izquierdas, al considerarse
que el marxismo era una enfermedad mental.
¿Y partir de
ahí viene el negocio?
Esas
familias que se quedan a los niños empiezan a hacer pequeños donativos. Las
instituciones comienzan a lucrarse en esos años. Lo que ocurre es que hay un
momento en que ya no hay presas porque se han extinguido o bien porque las han
fusilado y ya no hay apenas en la cárceles. En un momento del libro trazo
la curva en la que sostengo que entre los años 40 al 55 se robaron
unos 30.000 niños, con una media de dos mil al año. La ley del 41 permite
además que se legalice que los niños adoptados puedan tener nombres
inventados sin tener que conservar su nombre biológico. A partir de
los años 50 se extingue el robo a las presas y empieza ese negocio del robo en
las clínicas. De hecho, se cruzan en el mismo tiempo ambas líneas a principios
de los 50. Una termina y otra comienza, siendo ambas fruto de una misma
organización.
¿Cómo ha
sido el impacto de conocer las historias de estas familias en primera persona?
Muchos
necesitan tratamiento psicológico porque no lo pueden soportar. En el caso
concreto de Ana Belén ella me puso en contacto con otra mujer de Madrid
cuyo caso es paradigmático: cree que los resultados de los análisis, tras
encontrar a su hijo adoptivo, están amañados en sus perfiles genéticos. Se
puso en contacto conmigo y le dije que no sabía cómo ayudarla. Lo intenté
llamando a una amiga cuyo hermana trabaja en células madre. De esta forma,
me puse en contacto con una investigadora para saber si era posible
falsear uniformes genéticos.
¿Y cuál fue
la conclusión?
Esta
genetista tenía una gran experiencia en los análisis de la paternidad,
maternidad y filiación. De una forma anónima, nos vimos en una cafetería con la
mujer y la investigadora, que estuvo analizando esos resultados que
iban a volver loca a la mujer. En el primer análisis ponían que era su hijo, en
el segundo le dijeron que era un falso positivo, que iban a repetir el
análisis. Le informaron que había dado ahora negativo, de manera que mandó al
otro hijo verdadero que tenía a que se hiciera unos análisis y dijeron que su
hijo actual tampoco era su hijo. Al darse cuenta del despelote, le atribuyeron a
ella una serie de marcadores para demostrar que su hijo era su hijo y el robado
no.
¿Qué le dijo
tu investigadora?
Ante esta
locura, la investigadora le demostró que había perfiles erróneos hechos por los
laboratorios y le dijo delante de mi: “No busques más. Eses es tu hijo. No
puede haber duda”. Este hijo adoptivo que es de esta mujer no puede
demostrar ante los tribunales la burla que le han hecho en los laboratorios.
Además la investigadora sevillana dijo que no se iba a sentar ante un juez.
Esta es uno de las circunstancias con la que se encuentran las víctimas. Aunque
su hijo sea su verdadero hijo no puede corroborarlo y se siente muy enrabietada
porque les han robado toda una vida juntos.
¿Cuándo
empiezan a realizarse las denuncias masivas?
En 2008 se
descubre toda la trama. En 2010 empiezan las denuncias masivas y a partir de
2011 y 2012 es cuando se produce la sentencia del Tribal Supremo en el que dice
que todos los casos de niños robados están prescritos. La detención ilegal y el
motivo de secuestro empieza a contar cuando se comete, no cuando
lo descubre la víctima. Y ahora hay un archivo masivo de denuncias sin
investigar si quiera.
¿Qué
conclusiones has podido sacar escribiendo ‘Los hombres del saco’?
Hay cosas en
el libro que no puedo contar porque las familias no me han autorizado, pero yo
tengo conciencia de saber que eso es así. Cuando digo que actualmente se está
ocultando toda la trama lo digo con convencimiento, porque existe una
jurisprudencia con una sentencia del Supremo que prohíbe la investigación de
este tema y todo se archiva. Y lo digo también porque he consultado a varios
genetistas independientes que me han confirmado la manipulación. Es decir,
pueden ser errores pero tan evidentes y tan burdos que lo que aporto en el
libro son serios indicios de que se están taponando la investigación desde un
ámbito judicial y desde un ámbito privado y hay una relación entre estos
ámbitos.
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