Lo que
usted, lector, no ha leído sobre
Volkswagen
Público
14-10-15
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona
Seguro
que usted, lector, ha leído que la compañía Volkswagen fue, en el año 2015, la
que vendió más automóviles en el mundo, más incluso que General Motors y
Toyota. Seguro que también ha leído que la palabra Volkswagen quiere decir “el
coche del pueblo”, como se le llamó durante la época nazi. Ahora bien, es
probable que no haya leído que esta empresa alemana fue uno de los pilares de
la manufactura alemana durante el gobierno nazi, basada, en parte, en
trabajadores esclavos procedentes de los campos de concentración nazis. Fue en
aquel periodo cuando se creó el coche “beetle” (o escarabajo), que cuando se
produjo de nuevo en los años cincuenta y sesenta, se hizo famoso por su diseño
y por su accesibilidad. Aunque se lo continuó presentando como “el coche del
pueblo”, en realidad su mayor consumo fue el realizado por las clases medias,
que ya se iniciaban en la cultura del consumo, al ser un coche cómodo,
relativamente accesible, y sin lujos u ostentación. Su éxito de ventas se
presentó como un indicador del supuesto “milagro alemán”, que ya entonces se
comenzaba a perfilar como el que sería el posible centro económico de Europa.
Pero
la fama de rigor, seriedad y eficiencia que siempre se identificó con
Volkswagen, fue más consecuencia de un sobredimensionado departamento de
marketing y relaciones públicas que no de la existencia de una excepcionalidad
que, en realidad, no existía ni existió. A decir verdad, esta y otras grandes
empresas automovilísticas nunca se caracterizaron por su sentido de la responsabilidad,
oponiéndose, desde el principio, a que existieran instituciones públicas que
las regularan a fin de proteger a los ciudadanos que compraran y utilizaran sus
productos. La historia de Volkswagen no fue ninguna excepción. En realidad, no
es la primera vez que a Volkswagen se le han descubierto prácticas en las que
intentaba saltarse las regulaciones. Ya en 1973 ocurrió otro caso, situación
que, por cierto, es bastante común en la industria automovilística. Otro suceso
conocido es el de la General Motors en los años noventa. Tales industrias están
constantemente intentando saltarse las regulaciones públicas que en teoría
deberían seguir, regulaciones que en muchas ocasiones ya son excesivamente
laxas debido a la exagerada influencia que la industria tiene sobre los
organismos reguladores.
En
realidad, cuando en EEUU las autoridades públicas decidieron avanzar hacia el
fin del diesel por sus efectos muy nocivos para la población expuesta a él, la
industria automovilística europea –y muy en especial la alemana- se sacó de la
manga lo que llamó el “new diesel”, que presentó erróneamente como un diesel
mejorado que no contaminaba. Hoy este “new diesel” se ha extendido por toda
Europa, sin que la toxicidad del diesel haya, en realidad, disminuido. Es casi
imposible que la compañía Volkswagen no fuera consciente de ello. Y también es
difícil creerse que la dirección de Volkswagen no conociera la existencia del
truco que se había instalado en el motor para ocultar la gran producción de
óxido de nitrógeno -NOx- (que es una sustancia extraordinariamente dañina).
Cuando
se descubrió el truco (en un laboratorio de la Universidad de West Virginia),
la compañía mintió diciendo que solo 482.000 coches estaban afectados, cosa que
tuvo que corregirse en cuestión de horas, pues el problema era mucho mayor. La
compañía reconoció que eran 11 millones, y que la producción de tal sustancia
tóxica era 40 veces superior a lo que aparecía en los tests llevados a cabo por
las autoridades reguladoras. En total, la cantidad de contaminación total de
este producto era de casi un millón de toneladas al año, que era la cantidad
que producían todas las industrias automovilísticas británicas, junto con todos
los coches, así como en todas las industrias y los servicios de agricultura
existentes en Gran Bretaña (ver “What will VW Pay?” de Jamie Lincoln Kitman, The Nation, Sept. 19, 2015), artículo del
cual extraigo gran parte de estos datos.
Ahora
bien, les aseguro que ningún directivo terminará en la cárcel. Todo lo
contrario. El máximo responsable de Volkswagen, su CEO o Presidente del Consejo
de Administración, el Sr. Martin Winterkorn, ha dimitido, con una pensión
privada de 66 millones de euros. Y nunca ha habido una sanción hacia
responsables de situaciones semejantes. La complicidad entre el poder político
y mediático, por una parte, y la industria automovilística, por la otra,
explica que, además de haber una enorme negligencia, haya un enorme silencio
mediático sobre estas prácticas que distan mucho de ser nuevas. Así de claro.
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