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viernes, 17 de junio de 2016

Uno contra todos... todos contra uno.

Público
16-6-16
Fernando López Agudín

Antes de que se conozcan los resultados de estas elecciones, protagonizadas fundamentalmente por los candidatos Rajoy e Iglesias, se hace evidente el color morado que las enmarca. Los azules aparecen desdibujados, los rosas desvaídos y los naranjas azulados. La existencia, por vez primera en muchas décadas, de una alternativa política clara a las fuerzas del régimen, provoca, inevitablemente, que todo gire en torno a Unidos Podemos. Es una campaña singular. Hay un debate esencial, el que enfrenta a tres siglas contra una, cruzado por debates secundarios entre las fuerzas que cuestionan a UP. Quienes han vivido de la alternancia, viven ahora bajo el fantasma de la victoria de la alternativa.

Los sondeos lo reflejan. El PP lleva en sus talones a UP, Rajoy siente en su cogote el aliento de Iglesias. Se ve día a día el avance de Unidos Podemos, junto con el estancamiento o descenso del Partido Popular. Es improbable, pero es posible, que UP sea la primera fuerza en votos sin serlo en escaños. No es nada casual, tampoco, que el reciente debate televisivo entre los cuatro líderes haya reflejado asimismo esta tendencia, al dar todas las encuestas como único vencedor a Pablo Iglesias. En los diez días que restan de campaña, parece bastante probable que se incremente ese avance, en la misma medida que propone una alternativa realista, concreta, precisa y cuantificada a los graves problemas sociales de los españoles.

Las propuestas sobre pactos poselectorales lo confirman. Hay un claro intento de unificar a los tres mosqueteros- PP,PSOE, Ciudadanos- contra ese nuevo cardenal Richelieu resucitado que es Iglesias. Su lema es idéntico: Todos contra uno. Rajoy propone una coalición con el PSOE y Ciudadanos, Rivera la acepta sin Rajoy, Sánchez no sabe, no contesta. Respetando su indecisión, esa muy dura calima política que le sopla desde Andalucía le aconseja no abrir la boca antes de tiempo, a nadie se le puede escapar que esta oferta pretende juntarlos, por activa o por pasiva, contra la principal fuerza progresista. No sería así si no tuvieran datos que les muestran como se traduce en votos para UP la indignación ciudadana.

La preocupación de la derecha lo ratifica. Si esta política de todos contra uno no es respondida con la política de uno contra todos, sus perspectivas son malas. Cuando la ven reducida tan solo a uno contra dos -Unidos Podemos contra PP y Ciudadanos-, mientras salva al PSOE, a la vez que le da un compás de espera, su inquietud crece. Les preocupa esta inteligente respuesta de Pablo Iglesias por lo que pudiera influir en la decisión política final de Pedro Sánchez: la consulta a los militantes sobre los pactos y la votación de todos los electores socialistas. Aunque especulan como la lechera del cuento, sumando votos contra natura, saben muy bien que hay más de una piedra en la que pueden tropezar y el cántaro de votos desparramarse hacia UP.



La desunión electoral PP-Ciudadanos lo posibilita. Quienes lanzaron ayer como un producto de laboratorio a Rivera, como freno a Podemos, lo reciben hoy como un bumerán en su cara. No han terminado con Rajoy pero tampoco han consolidado a Albert Rivera. Ciudadanos resta votos al Partido Popular a la vez que corre el serio riesgo, además, de desembocar en la misma situación de aquella Izquierda Unida que los tiraba a la basura como consecuencia de la actual ley electoral. Al ser vasos comunicantes, ambos pueden salir perdiendo de una desunión que viene a coincidir con la creciente unidad de las fuerzas progresistas, de la que Unidos Podemos no es más que el primer paso.

Son todas estas razones, precisamente, las que multiplican el voto hacia Unidos Podemos. Si esta coalición progresista consiguiera ser la primera fuerza electoral, se dificultarían extraordinariamente las diversas operaciones en curso para burlar el resultado de las elecciones del 26 de junio. No podrían descalificar la realidad de una mayoría de votos, UP, con la artificial mayoría de escaños, PP. Esa derrota electoral sería también una gran derrota política de los poderosos que se mueven tras las bambalinas del Partido Popular y de Ciudadanos. Hacer real esa probable derrota de Rajoy, hacer probable esa posible victoria de Iglesias, es el principal estímulo del voto progresista.



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