Público
Aníbal Malvar
10-8-16
El
peculiar ciudadano Albert
Rivera le pedirá hoy al
presidente en funciones “una apuesta inequívoca por la regeneración y contra la
corrupción”. A cambio, está dispuesto a votar sí a la investidura de un tal Mariano Rajoy,
gallego, 61 años, 190 de estatura, sin antecedentes, alias el Séfuerte, alias Hilillos
de plastilina, alias Ruiz,
alias Naseiro, alias Gürtel,
alias Brugal, alias Etcétera. Mariano Rajoy es el
delincuente nacional más buscado por nuestra justicia poético-policial, dado
que la otra se muestra inoperante, y aun así el regenerador Rivera se atreve a
hincar la rodilla ante semejante saco de derroches, mentiras, negocietes e
imputaciones. Y nos dice que lo hace por responsabilidad de Estado. El jefe de
los saqueadores de lo público debe ser investido presidente por responsabilidad
de Estado. La única respuesta que le puede dar a sus regeneradores votantes el
regenerador Albert Rivera es la del niño al que recoge a la puerta del colegio
su padre mafioso.
–¿Qué tal el examen, chaval?
–Perfecto. Me hicieron un
montón de preguntas, papá. Pero no les he dicho nada
Permitir que Rajoy presida la
lucha contra la corrupción española es como confiarle al Príncipe Vlad, o sea
a Drácula, la custodia de las reservas de sangre para
transfusiones del Ministerio de Sanidad. Una muestra de gestión innovadora sí
sería, pero este país ya acarrea en los últimos siglos demasiados experimentos
sin gaseosa, y todos han explotado. Rajoy lleva cuatro décadas demostrando una
capacidad casi enfermiza para no acercarse nunca a nadie honrado. En esto sí se
le debe de valorar la perseverancia. Pero, a estas alturas, a uno le parece que
no es mérito suficiente para que siga gobernando. Quizá sí para darle algún
agasajo honorífico o así. Como el derecho a la poligamia: además de su santa
Viri, hay muchos que piensan que a Mariano no le vendrían mal otro par de
esposas, cual ya se otorgaron a sus intimissimi Bárcenas y Rato
Rivera ha perdonado la
corrupción casi tan rápido como los ocho millones de votantes que volvieron a
depositar su sobre electoral en negro el pasado 26-J. Para justificarse,
incluso ha sintacteado una frase muy primorosa para los juegos florales del
pueblo: “Preferimos ser útiles que creernos importantes”. Yo diría que solo
están siendo útiles a los que nunca les creyeron importantes. Eran solo una
muleta mientras se curaba el esguince de la debacle derechista. Ahora quizá
asciendan de muleta a lacayo, que al menos te otorga un poco de humanidad. Y un
sugerente aroma a Ibex-35 durante unos años
Si hubo una posibilidad de que
la derecha española guardase las escopetas de una vez, era la irrupción de C’s.
Su exigencia de que Mariano Rajoy y sus corruptos se apartaran, antes de sacar
a la pista a su pareja de baile natural con otro candidato, ya daba alivio
ventral. No era un gran paso –en plan Rajoy andando rápido–, pero sí un buen
gesto. Ahora ya ni eso le queda a Albert Rivera. Ya no le queda ni el gesto.
Acaba de besar el anillo del jefe de Bárcenas, del beneficiario de Correa, del
vicepresidente que invadió de mentiras Irak, del heredero político del fascista
Manuel Fraga Iribarne, del manipulador del 11-M, del
irresponsable del Prestige, de tantos otros marianos rajoy que parece que no caben todos detrás
de un solo Marca
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