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miércoles, 17 de agosto de 2016

Hemeroteca (Relato corto basado en hechos reales)

Sinopsis
Hace algunos años ciertos usos y costumbres estaban muy arraigados en este país. Quizás  uno de los más populares giraba alrededor de las bodas donde cada colectivo (amigos, familiares, compañeros de trabajo…) cumplía un determinado objetivo. Todo el mundo sabía que antes de la boda los amigos del novio le llevaban de putas. Era una especie de bautismo de fuego…de bautismo sexual….como levantar acta con certificado de garantía de la masculinidad del contrayente.
La muchachada, para ayudar a la pareja económicamente, durante el banquete “vendía” a trozos la prenda más íntima de la novia: las bragas.
Generalmente casi siempre llevaba unas de repuesto en el bolso que “regalaba” para estos menesteres aunque según que sitios, sobre todo en los pueblos o barrios, las chicas se encargaban de quitárselas para que los chicos las fuesen cortando a pedazos y  a tanto la pieza.
En estos casos nunca fallaba el gracioso que se llevaba el trozo de tela a la nariz mostrando un gesto de satisfacción por el perfume que se presumía emanaba.
Con el novio era la corbata. Unas veces se deshacía de ella y otras se la iban cortando sobre la marcha sin quitársela del cuello. Lo hacían con los utensilios más diversos, es decir con todo aquello que cortase y tuviesen a mano o con algo premeditado con anterioridad.
Esta fue una de esas bodas…basada en hechos reales.


La boda


No sabe muy bien como ha llegado hasta allí. Se encuentra sentado en una cama que no es la suya y todo le da vueltas. Ha bebido en exceso, no reconoce la habitación que tiene demasiados espejos y esa luz roja que le molesta  los ojos no es de su entorno habitual. Escucha el estruendo, en su cabeza, de una cisterna cercana que se vacía, un grifo que expulsa el agua con fuerza y el chapoteo característico de una mano haciendo sus abluciones. Una puerta entreabierta emite un haz de luz blanca que le acaricia los pies. Los mueve para asegurarse que son los suyos, produciendo sombras intermitentes y le hace gracia. Arruga repetidas veces la nariz intentando descifrar ese olor tan penetrante que lo inunda todo. Una mezcla de perfume abrasador, desodorante, ambientador, carne humana y el humo de algún cigarrillo rubio enrarece el ambiente y lo impregna con una pátina que forma parte del decorado. Se perfila bajo el dintel  una sombra humana que le habla:
-Vamos nene, ahora te toca a ti.
-Sí...sí señora...- acierta a balbucear.
La semana fue muy dura, hasta el último minuto estuvo trabajando en la charcutería. Su jefe le había hecho un regalo, un buen regalo. Aquella misma tarde le llevaron de una casa muy conocida una tele en color, pero su permiso empezaba el lunes y tuvo que colgar el último pedido de jamones, ciento cincuenta, antes de cerrar la tienda. Y pincharles uno a uno la sombrilla invertida para el escurrido.
Es una mujer de busto generoso, enfundado en un gran sostén, caderas de jaca jerezana con un Monte de Venus arrasado del que no puede apartar la mirada y le deja con la boca abierta.
-Venga niño, que no podemos estar aquí hasta        mañana. Quítate los pantalones.
Obedece con cierta rapidez pero torpemente, hasta el punto de tener que sujetarlo cuando al levantarse se le queda el pie enganchado con el cinturón.
-No tengas miedo, cielo...
-Sí señora... digo no, no señora...
Se acerca al lavabo y le agarra con destreza el miembro alicaído. Le baja la piel y se lo riega con abundante agua, eliminándole los restos de esperma que lleva bajo la seta del bálano de poluciones anteriores.
-Chaval cuando te corras debes descapullar y luego lavarte bien.
No llega a pronunciar palabra, se deja llevar por la sabiduría de la profesional que mastica chicle mientras desarrolla su labor con mucha habilidad y precisión. Le seca con una toalla limpia, separándole los faldones de la camisa, dando un aspecto de lo más desolador con los calcetines y los zapatos puestos.
-Túmbate y déjame hacer a mi.- le quita la camisa y lo descalza quedándose totalmente en porreta a excepción de los pies. El no aparta la vista del sexo calvo, una raja abultada entre los muslos, que ve por primera vez.
Trajeron muchos regalos aunque en el piso donde irán a vivir falta por colgar alguna lámpara, no les han llevado la cocina de butano, ni el colchón de matrimonio. Le quedará mucho trabajo al regreso del viaje de novios, una semana en Palma de Mallorca si su hermano ha ido a recoger los billetes a la agencia. No sabe si la salida será desde Alicante o tendrán que viajar hasta Valencia. Por lo menos lo del restaurante ya está arreglado, el menú dejará satisfechos a los invitados: entremeses con cerveza, agua, refrescos... luego el marisco, cigalas y langostinos con vino blanco de la tierra, el redondo de ternera con tinto, helado, la tarta nupcial y champaña. Cava. Puros, coñac, anís para las mujeres y tabaco rubio, con el regalito de la madrina. Su madre ya tiene desde hace varias semanas un elefantito de cerámica con un lazo, la etiqueta con el nombre de los novios y la fecha.
Suelta los corchetes del sujetador y saltan los pechos al librarse de sus opresoras cazuelas. Sin deshacerse del chicle introduce el miembro dormido en su boca intentando darle prestancia, pero a pesar del esfuerzo, aquello no se levanta. Medio incorporada se sujeta los senos con las manos y los mueve con  fruición aprisionando el pene que ha colocado en la regata. Tampoco da resultado y empieza a mosquearse. Escupe la goma de mascar, como señal de que este es un caso difícil y hay que poner toda la carne en el asador. Arrodillada encima de su pecho, se abre la vulva  con los dedos y coloca la herida luminosa en la boca del muchacho que en un primer instante le llega a faltar la respiración.
-Toma nene, mi pequeño tesoro, mi trocito de cielo...
Con los muslacos taponándole las orejas no entendió bien si decía “trocito de cielo” o “tocinito de cielo”.
Comienza un movimiento ondulante de caderas, restregándole el clítoris en la nariz. Tal vez se ha precipitado y no agotó los momentos preliminares de precalentamiento por lo que tampoco llega el éxito. Desiste y empieza de nuevo por el principio. Lo lleva al lavabo pero ahora le mete la cabeza bajo el grifo. Se resiste y al cabo de unos instantes, con el pelo chorreando, salta hacia atrás cayendo en el suelo sentado. Ella de pie, abre las piernas y orina con placer encima del cliente que recibe la lluvia de oro sin perderse el espectáculo de un sexo femenino adulto y afeitado, miccionando sobre su rostro. Desde tan  selecto ángulo la perspectiva es alucinante.  Jamás pudo imaginar una raja hinchada entre las ingles con unos muslos enormes que se levantan como columnas, el vientre abultado y los pechos enormes entre los que aparece reducida la cara de la mujer que ríe a carcajadas. Siempre había creído que las señoras meaban en abanico.
Entre los muchos regalos había alguno muy colorista. Las amigas de su novia hicieron el encargo a la panadera que se esmeró en preparar con la pasta amasada del día, una gran vulva de labios menores muy señalados, con espectacular clítoris de largo astil, prepucio recogido y glande sobresaliendo por la parte superior entre los labios externos, a los que con una navaja fue propinando cortes hacia fuera que parecían rayos de luz o  pelos y pendejos de un bosque de Venus grande pero sin demasiada espesura.
Con el otro sexo resultó algo más sencillo. Empleó casi medio kilo de masa solo para el pene erecto y circunciso, de bellota escalofriante. Dos enormes bolas en la parte trasera completaron la obra. La levadura y el horno se encargaron de que el pan creciese lo necesario.
            El berbiquí, ya se veían pocos,  no sabía quién o     quienes lo habían llevado pero podía ser de mucha ayuda a la hora de hacer el agujero, según rezaba en una etiqueta que colgaba de la herramienta.
-Mira nene vamos a dejarlo estar. Tus amigos me han pagado pero tú estás muy nervioso para que se te empine o llevas demasiado alcohol en el cuerpo, o las dos cosas, y tu hermanito pequeño se ha dormido. Ya les diré que has cumplido como un hombre y no te preocupes, esto del gatillazo ocurre con mucha frecuencia, incluso con los abstemios.
-Sí señora... gracias señora...
-Gracias a ti cariño, nadie me llamaba así desde... ya no recuerdo. Que seas muy feliz. ¿Cuándo es la boda?
-Mañana.
-¿Mañana? ¿Y haces la despedida de soltero, hoy? Anda vete a casa a dormir y ya verás como con tu novia todo es diferente. Dame un beso cielo, acuéstate y descansa.
Le coge la cabeza con las manos y le besa en los labios.
Sabe que habían cenado muy bien en el bar del Tomás pero su mente está confusa  y no puede recordar todos los pasos que han dado.  La brisa nocturna le refresca la cara cuando sonríe a sus amigos que le están esperando en la puerta, le dan abrazos, palmadas en la espalda y le meten  la botella del güisqui en la boca hasta el gollete.
-Por lo que has tardado te la has debido de follar por lo menos tres veces...
-Joder macho, con una tía así, ¿verdad?
-¿Por qué no entramos ahora los cinco? Nos hará un precio especial.
-Jo, no tiene bastantes agujeros para que se la metamos todos a la vez...
-Haremos otra cosa... se me ocurre...
         Cuchichean separándose unos pasos del amigo para que no les oiga y estallan en carcajadas.
         -Sí, vamos.
         -Vamos, vamos...
         El piso no es muy grande, aproximadamente noventa metros cuadrados habitables, pero más que suficiente.  Estaban pagando cantidades a cuenta durante varios años hasta la entrega de llaves, hace apenas un mes. Fue colocar algunos muebles y fijar la fecha de la boda. El préstamo hipotecario es para veinte años, a interés variable, lo que les permitirá ir pagándolo poco a poco, sin agobios, tomándolo como una inversión.
Duerme apaciblemente cayéndole la baba por la comisura de los labios. Está amaneciendo y ya se aprecia en el horizonte, a través de la ventana del departamento, como se va iluminando el cielo y los postes del ferrocarril parece que son los que se mueven. Acompaña el sonido característico de las traviesas al paso del convoy
Es su madre la primera en darse cuenta que todavía no ha regresado. Empieza a preocuparse. Llama al esposo y a su otro hijo. Tendrían que avisar a sus amigos. Seguro que les ha pasado algo. Tranquilos, no empecemos a ponernos nerviosos antes de hora.
El tren ha llegado al final del trayecto. Abre los ojos pero le cuesta trabajo aceptar que está despierto. Baja la ventanilla y se asoma. Ve a la gente que va de un lado a otro y siente un fuerte dolor de cabeza, la boca reseca y las manos pegajosas. Está en una estación de ferrocarril, no cabe duda, pero, ¿dónde? Parpadea y puede leer a lo lejos: VALENCIA TERMINO.
-No puede ser...
Se deja caer abatido en el asiento. No entiende nada. Está a 300 km de su casa y no sabe nada más. Le parece un mal sueño.
          Era fácil entrar en la iglesia a esas horas tan intempestivas. Algunas imágenes de ojos desorbitados les miran cuando pasan en dirección a la sacristía. Allí está el armario con los trajes que se ponen para las procesiones de Semana Santa. Encienden la luz y eligen el que les parece más apropiado.
-Venga, hay que desnudarlo.
          Empieza a recordar y un escalofrío le deja paralizado. No sabe muy bien que hace allí pero tiene la impresión de que no es el lugar donde debe estar. Vuelve a mirar su entorno, el típico departamento de tren con seis asientos enfrentados tres a tres, pero no ve a nadie. Han bajado todos pero él no sabe todavía donde tiene que ir ni lo que debe hacer. Le da un repelús y se frota los brazos percatándose entonces de que va ligero de ropa. Está a punto de que le dé un síncope.
Le han dejado dormido y borracho como una cuba en      uno de los bancos de la iglesia. Entre todos le quitan la ropa y le ponen el nuevo traje sin demasiado esmero. Consiguen con mucho esfuerzo meterle en el coche.
-Arranca, arranca de una vez.
Conduce con mucha dificultad, el que aparentemente va más sereno, sin conseguir detener el coche en ningún stop ni respetar señal de tráfico alguna. Por fin llegan a la estación.
-¿Cuándo pasa el primer tren?
-Dentro de diez minutos.
-Ese es el nuestro.
De romano, lo han vestido de romano y tiene frío porque se olvidaron de ponerle los calzoncillos. Se entretuvieron con las cintas de las sandalias que le llegan hasta las rodillas pero le dejaron sin la prenda interior que le quitaron junto con los tejanos. Unas tiras de cuero como falda y el culo al aire. Gracias a la clámide un poco grande,  tal vez no corresponde a la misma talla del resto de la vestimenta, se puede tapar ligeramente.
          Han dado la voz de alarma. El novio no aparece por ninguna parte. Los amigos están durmiendo y no saben nada. Siguen medio borrachos. Mejor que la novia no se entere. Llamadas a hospitales, comisarías de policía, puestos de la Guardia Civil... No hubo ni accidentes ni altercados, ha sido una noche muy tranquila.
              Le entran ganas de vomitar. Fuertes arcadas y echa      hasta las entrañas. Se queda algo más tranquilo  pero   se le enciende una luz en el cerebro y da un grito:
            -¡Si me tengo que casar...!
             Salta del tren parado y pregunta a un empleado de Renfe:
             -.Oiga ¿qué hora es?
            Le mira extrañado sin atreverse a llevarle la contraria y le dice:
           -Las... las 9.
           Sale corriendo de la estación ante el asombro de todo el mundo, en busca de un taxi. En el punto le miran con recelo.
            - Por favor... me tiene que llevar... porque me caso a la     una. Pero no tengo ni un duro, le pagaré cuando llegue. En la despedida de soltero... El tercer taxista al que le cuenta su desventura se descojona con la increíble historia y se pone en marcha. Invitados, padrinos, la novia y  el cura no pueden disimular la impaciencia cuando un taxi con matrícula de Valencia acaba de parar en la puerta.
-¡                -¡Ya está aquí!
S                 Será   una boda de la que se hablará durante varias    generaciones. Y no precisamente por la vestimenta del novio.
-                  .  - Sí quiero.            
A              Antes de ir al banquete su hermano le proporciona ropa y en el mismo coche de bodas se cambia. Le ha traído el traje que no ha podido lucir en la ceremonia pero no  encontró la corbata. Le deja una suya  que se ha puesto solo tres veces y ya lleva el nudo hecho. Se la mete por la cabeza.
-           Oiga- le dice al taxista-¿cuánto le debo?-Nada, es mi          regalo de boda. -Pues tiene que venir a comer con nosotros.    Cerca de trescientos son los invitados, convenientemente distribuidos en mesas redondas. En la de los novios, rectangular, los padrinos, los padres, hermanos y la abuela de la novia. Al final, en una pequeña tarima, tres músicos y una animadora están preparados para iniciar su actuación en cualquier momento. Uno toca el órgano, da la pauta, dos acompañan con la guitarra y la chica de gran escote y minifalda cantará o tarareará las canciones. Según se tercie.
Lo                    Los camareros inician su desfile entre los comensales, cargados de platos que van colocando en las mesas.
-¡Vivan los novios!
-¡Vivaaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se besen...!
La velada transcurre dentro de los cánones establecidos y el modelo al uso. Varias amigas de la novia se acercan, rodeándola.
Vivan los padrinos!
-¡Vivaaaaa!
-¡Que se besen, que se besen, que se besen...!
Forman un círculo cerrado mientras se levanta el traje y se quita la prenda íntima blanca de encaje. Una de ellas la coge y la agita en el aire como un trofeo.
-¡Aquí están las  bragas de la novia!
Fuertes aplausos cuando inician un recorrido por la sala cortando trocitos que los asistentes van comprando.
          -¿A   ver cuánto me dais por cinco mil pesetas?- dice uno que ya va algo cargado ante la mirada asesina de su esposa que intenta esbozar una fría sonrisa- De la parte de abajo, que sea de allí...
          Grandes carcajadas cuando se lleva el trozo de tejido que acaba de adquirir a la nariz y aspira con los ojos cerrados como si se tratase de un delicado perfume.
          Mientras, los amigos del novio, los cinco que le llevaron de putas, aquellos que le vistieron de romano y lo metieron en un tren, se cogen de los hombros formando  un corro y se hablan al oído  por la algarabía que impera en el local.
          Los músicos empiezan a tocar y la vocalista minifaldera se aferra al micrófono con cierto erotismo y canta:
         -Guantanamera, guajira guantanamera....
-¡Que si la has traído...!-dice uno de los cinco gritando.
         -¡Claro, la tengo aquí debajo de la mesa!- responde             otro      
        -¡Pues ahora, arráncala ahora!
 Tira de la cuerda y la motosierra empieza a rugir y a           echar humo. Con aquel estruendo se acercan a la mesa de los contrayentes.
        -¡La corbata, hay que cortarle la corbata...!
Todos intentan apartarse y algunos no lo consiguen formando un pequeño tumulto que hace que, el portador de la pesada herramienta pierda el equilibrio apoyando el extremo de la sierra en el cuello del novio al que le siega la cabeza y se la deja colgando. La lengua de la muerte bordeada con decenas de finos y afilados cuchillos enloquecidos le ha dado un profundo lamido. El cuerpo decapitado da un paso mientras de la yugular, cortada de cuajo, salta un chorro de sangre por los aires, yendo a caer de bruces en el suelo. El vestido blanco de la novia queda impregnado salpicándole la cara que se cubre con las manos mientras grita desesperada.  El novio se desangra rápidamente con la cabeza separada del tronco.
          Muchos no se han enterado y continúan comiendo y bebiendo con la música de fondo del conjunto  Agua Mineral Natural Sin Gas y su cantante minifaldera moviendo las caderas sin apartar lo más mínimo el micrófono de su boca:
          Guantanamera, guajiraguantanamera...guantanamera...guajiraa guantanameraaaaaaa.. Yo soy un hombre sincero. -dice la pseudocantante imitando a Celia Cruz- De donde crece la palma
Y antes de morirme quierooooo
Echar mis versos del alma
Guantanamera, guajira Guantanameraaaaaa…

Luis Viadel

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