Albert y el
muerto
Público
29-8-16
David Torres
Hace cosa de
un año salió la noticia de un hombre, Bratislav Stojanovic, que vive solo en un
cementerio de Serbia sin más compañía que la de los muertos. Un buen día
Stajonavic se hartó del tráfago de la existencia diaria y decidió sepultarse en
vida. “No me asusta dormir en una tumba” explicó. “Los muertos están muertos.
Lo que más miedo me da es pasar hambre”. Por un momento parecía que la
entrevista se la estuvieran haciendo ayer a Albert Rivera.
La podredumbre es un proceso
natural, afecta a la nariz los primeros días, cuando la carne y los fluidos
corporales se van fundiendo al tiempo que acude en masa el fiel cortejo de
insectos y gusanos. Con el tiempo, poco a poco, la peste va cediendo y el asco
también; a todo se acostumbra uno. De la regeneración democrática que prometía
hace unos meses, Albert ha pasado a la resignación patriótica, demostrando que
del amor al odio hay sólo un paso y viceversa. Aquella proclama sanitaria
repetida cien veces (“nunca apoyaremos a Rajoy”) ha terminado de primer plato,
servido con una apetitosa guarnición de acuerdos con patatas. El apretón de
manos tuvo tanta convicción que por poco acaba con un brazo colgando.
.Aunque Stojanovic diga lo contrario,
convivir con muertos no es nada fácil, especialmente si el muerto está sentado
en un sillón presidencial, te llama de vez en cuando por teléfono y hasta te
invita a formar gobierno. Dennis Nilsen, el célebre asesino en serio escocés
que asesinaba jovencitos porque se sentía muy solo, tenía la costumbre de
recostar el cadáver de turno en un sofá y luego, cuando volvía a casa del
trabajo, se sentaba a su lado, le cogía de la mano y le contaba qué tal le
había ido la jornada. El cadáver no respondía gran cosa pero compañía daba un
rato largo.
Al poco
tiempo, Nilsen tenía que decorar el salón con frascos de ambientador porque la
peste podía alertar a los vecinos, pero al final, como siempre pasa en estos
casos, se volvió bastante descuidado: lo trincaron cuando un fontanero revisó
las cañerías y las encontró atascadas con pedazos de carne putrefacta. Es lo
malo de la corrupción, que no se detiene ni con desodorante ni con
reformulaciones lingüísticas. A fuerza de retorcer las definiciones y los
significados, Albert ha inaugurado un nuevo Libro de Estilo Metafórico, igual
que esos analistas freudianos que vislumbran oro donde antes había mierda. La
tanatoestética es el arte de maquillar a los difuntos como si todavía siguieran
vivos, para que luzca el brillo de las mejillas a base de colorete. La agencia
funeraria de Ciudadanos ha trabajado a fondo y, de momento, el cadáver goza de
excelente salud, tanta que prácticamente ya no hay forma de distinguir a un
líder de otro. Los muertos nos enseñan muchas cosas y por ahora Mariano le está
dando a Albert una magnífica lección de cómo hacerse el muerto.
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