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viernes, 23 de septiembre de 2016

Esperanza Aguirre, la Vomitiva.

Público
Luis Gonzalo Segura
23-9-16
Esperanza, en otro país más avanzado tus palabras te habrían conducido a una prisión y tus actos al repudio público. De hecho, en paisajes menos anacrónicos, muchos de los que estáis o habéis estado en política ya habríais sido invitados a unas cómodas estancias en un centro penitenciario, aunque hubieran tenido que construirlo para vosotros. Por desgracia, en España los vómitos fascistoides se consideran una seña de exclusividad, una especie de lenguaje cifrado entre las élites.

Sé que el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial son uno, grande y libre en un país que antes gobernaba con puño de acero el salvador Franco y ahora el capitalismo salvaje. Por eso las elecciones las gana el PP o el PSOE, por eso los escándalos de corrupción no suponen ni un rasguño a uno de los regímenes más perfectos de la historia, por eso los medios de comunicación españoles son los menos fiables de Europa y por eso nuestro jefe de Estado fue impuesto por un sanguinario dictador.



Entiendo, pues, que si habéis conseguido que escriban loas vuestras en los libros de texto, que la Real Academia de Historia no considerase dictador a Franco hasta 2015 o que los medios de comunicación soporten vuestras broncas públicas, ello os haga sentir los amos de este país. Probablemente lo seáis.



Hace tiempo te escribí porque tuviste la desfachatez de afirmar que España no estuvo en la guerra de Irak. Según tu retorcida interpretación de los acontecimientos, las guerras concluyen con las invasiones y todo lo que acontece después son misiones humanitarias. Tus palabras insultaron a los militares que estuvieron en Irak, a los que se suicidaron porque no soportaron lo que vieron y a las familias de los que murieron o resultaron heridos. Conseguiste escupir sobre los muertos mientras intentabas justificar un catastrófico crimen de guerra cuyas consecuencias todavía azotan al mundo.

Ahora resulta que te sientas a comer en la mesa de la extrema derecha sin pudor y abogas por la continuidad de la calle de Millán Astray porque “es una ofensa para todos los caballeros legionarios que se le quiera quitar la calle“. Es decir, en la misma línea que Jorge Fernández Díaz, ese rancio fanático que aseveró que “algunos pretenden ganar la guerra civil no sé cuántos años después”.


Si no fuera porque el aparato mediático transforma tus violentas palizas a la historia y al sentido común en votos, todo esto haría gracia. Puede que si no hubiera más de 115.000 cadáveres en las cunetas hasta me reiría contigo. A lo mejor, si lo ocurrido en Badajoz y el resto de España no hubiera sido tan espantoso que horrorizase incluso a los nazis, (¡A los nazis, Esperanza!), todo esto sería otro chiste populista de los tuyos.



Y en ese terror tuvo mucho que ver Millán Astray: “Su contribución al ideario violento de la extrema derecha española fue única, gracias a la creación del Tercio de Extranjeros. En él institucionalizó y evangelizó los valores brutales y embrutecedores con que Franco libró y ganó la guerra civil española” (Paul Preston, Las tres Españas del 36; Millán Astray, El novio de la muerte).


Esperanza, entiendo que lo tuyo es ese estiércol que poco a poco aflora en Madrid, por lo que creo que deberías seguir frecuentando las cloacas y respetar el cementerio, más aún las cunetas, porque bastante necrofilia practicaron los que te precedieron como para que ahora se te ocurra a ti carroñear los cuerpos de los asesinados.
No me queda más remedio que recomendarte que dejes de ultrajar a los muertos y a las familias de estos y respetes, si es posible, el dolor acumulado en tantas y tantas personas. Es suficiente losa para muchos que España sea el segundo país del mundo con más desaparecidos, que Irak haya provocado un millón de muertos, que en el mundo haya más de 65 millones de desplazados o que algunos de los militares que estuvieron en Irak se hayan suicidado o tengan problemas psicológicos. Ni tú ni yo somos capaces de imaginar el dolor y el daño causado a tantos inocentes como tampoco somos capaces de llegar a sentir el horror de los crímenes de guerra y genocidios cometidos hace ochenta años en nuestras tierras…

Así pues, chistes populistas, los que quieras; restregarte en la pocilga de la corrupción, a tu gusto; seguir destrozando vidas, mientras te sigan votando, sírvete tú misma; pero los muertos merecen respeto.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.


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