¿Existe el porno feminista?
Publicado:
25/09/2016
Yolanda Domínguez
El HuffingtonPost
Las clases de burlesque, el
look porno-chic, las reuniones tupper sex, las operaciones de
blanqueamiento anal y las de rejuvenecimiento vulvar, los consejos para hacer
una felación deep throat, las campañas publicitarias que emulan
violaciones en grupo, los grupos musicales que lanzan su single a través de un vídeo porno...
La pornografía ya se ha convertido en algo tan cotidiano como tomar un café
pero ¿a quién beneficia realmente la proliferación de esta industria?
Fue el Dr. Alfred Kinsey quien
sugirió en 1948 a través de su libro El comportamiento sexual en el hombre
que la pornografía y cualquier tipo de comportamiento sexual debían ser
"normalizados". Un buen número de empresarios supieron sacarle
rentabilidad a esta idea que ya se aplica a todo tipo de campañas, soportes y
estrategias. El sexo es bueno para la piel, el sexo vende, ten sexo a todas
horas. Nadie se cuestiona la conveniencia de normalizar la sexualidad y de
tener acceso a una información variada, lo que sí genera dudas es si la
pornografía está contribuyendo o no a conseguir esa libertad.
ClicClic
http://www.interviu.es/videos/videos-actualidad/ritmo-en-la-sangre
En el movimiento feminista la
representación de la sexualidad es uno de los temas clave. En el cine, el porno
y los mass media el sexo es representado de una forma parcial y sesgada,
construida por y para el placer masculino y obviando el disfrute de las
mujeres. El cuerpo femenino se presenta como un objeto de deseo proveedor de
placer pero no como sujeto deseante y receptor del mismo. En la pornografía mainstream
este modelo genera aún más conflicto por la asociación del placer sexual
con la violencia hacia las mujeres.
Ante la pregunta de si un porno
feminista es posible, nos encontramos con opiniones muy diversas y encontradas.
Del lado de las mujeres que lo producen están las autoras que promueven un
"porno ético" como Erica Lust,
Anna Span
o Petra Joy y en España Amarna Miller. El discurso
de Amarna no acaba de convencer a muchas personas que ven en su trabajo las
mismas escenas de abuso y sometimiento de siempre aunque vayan acompañadas de
una estética más cuidada y la declaración de la artista de que ella disfruta y
lo elige libremente. El hecho de que alguien disfrute con su trabajo es
absolutamente respetable pero eso no implica que esté aportando un cambio hacia
la igualdad.
De la misma forma que exigimos a la publicidad, el
cine o la moda modelos más comprometidos con la desigualdad social también
deberíamos exigir un cambio en el imaginario sexual.
Repetir el mismo porno construido
por y para hombres y presentarlo como el súmmum de la liberación y modernidad
no sólo refuerza el imaginario de la desigualdad sino que incita a muchas
personas, hombres y mujeres, a imitar ese modelo para no quedarse fuera del
colectivo cool aunque no disfruten con ello. Gran cantidad de mujeres
confiesan en la intimidad que no les gusta el porno y que experimentan rechazo
al verlo. Pero también hay a hombres que reconocen no sentirse representados y
que consumirlo ha empeorado sus relaciones sexuales. Algunos, como Ran
Gavrieli, hasta se atreven a decirlo en público.
Diversos movimientos y
personalidades se han declarado abiertamente anti-pornografía. Documentales
como Pornlad
y plataformas como Stop a la cultura del porno denuncian el
enorme poder de esta industria aportando artículos y datos sobre los efectos
negativos la misma.
Yo soy una gran defensora de la
imagen como vehículo para el cambio social. No estoy a favor de prohibir la
libertad de expresión pero sí de ser conscientes de sus consecuencias y hacerse
cargo de ellas. También de buscar consensos comunes en los que no sólo se tenga
en cuenta el beneficio económico sino el beneficio social. De la misma forma
que exigimos a la publicidad, el cine o la moda modelos más comprometidos con
la desigualdad social también deberíamos exigir un cambio en el imaginario
sexual. La pornografía actual reproduce modelos que impiden, más que estimulan,
otras formas de relacionarnos sexualmente.
Todos sabemos que es una industria
difícil de cambiar porque su éxito reside en darnos más de lo que ya conocemos
para evitar el riesgo de perder adeptos. Es positivo que existan algunos
esfuerzos por cambiarla, aunque de momento ese material es escaso, desconocido
y difícil de encontrar. Para acceder a ese tipo de pornografía se tienen que
dar previamente unas reflexiones, hacer una búsqueda específica y pagar por
ello. Hay millones de adolescentes en todo el mundo que se educan con la
pornografía gratuita de internet y que no tienen acceso ni a estas reflexiones
ni a ese material.
¿Pensáis que otro porno es posible? ¿Dejaríais, cambiaríais o regularíais de otra forma el que hay?
¿Pensáis que otro porno es posible? ¿Dejaríais, cambiaríais o regularíais de otra forma el que hay?
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Twitter: www.twitter.com/yodominguez
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