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lunes, 27 de febrero de 2017

En un anciano País....


Un lector manda este poema sobre la monarquía al periódico de Guadalajara, Nueva Alcarria, en la sección de “Cartas al Director”. Se dice que al personaje que lo publicó, un tal, Pedrito, le cayó un apercibimiento y suspensión de empleo y sueldo. Que se trata del nieto del fundador del periódico.

 Que la casa real llamó no se sabe muy bien si al “señor” Félix Abánades o al Grupo Rayet  para pedir explicaciones por semejante publicación en el periódico... Pero el hecho es que ya ha salido publicado en numerosos webs con el consejo de leerlo y la advertencia de que la lectura del poema no lleva mucho tiempo y tiene mucha miga.

 Recomendamos igualmente leer el libro “La monarquía  inútil” (Ed. Rambla) del periodista y escritor Enrique de Diego, quien plantea, desde la lucidez y la responsabilidad, que no hay otra vía, para que la sociedad española sobreviva, que marchar con urgencia hacia la República presidencialista. Otro libro importante en este tema es el de Rafael Borras “El rey de los cruzados, Juan Carlos I y la monarquía prodigiosa”, en Editorial Flor del Viento. El poema sobre la monarquía que aludíamos al principio dice así:


Poema


En un anciano País
existió una monarquía
que comenzó en democracia
y terminó en anarquía.
En aquel reino reinaba
una curiosa familia:
un Borbón de nuevo cuño
y una griega algo engreída
que engendraron dos princesas
y un príncipe en demasía
por cumplir con la ley Sálica
que consagraba la hombría.


La cosa empezó a torcerse
con las bodas de las hijas,
algo ligeras de cascos
y de moral distraída.

La mayor, que era algo lela,
pasó por la vicaría
con un noble también lelo
en la ciudad de Sevilla.
Al poco tiempo parió
un querubín de revista
que devino en gamberrete
con escasa puntería.

La segunda, buena jaca,
se cameló a un deportista,
que dejó a su antigua novia
y se encoñó con la niña.
De jaca pasó a coneja
y cada año paría
urdangarines de pro,
chupones de dinastía.

Y el principito heredero,
cortejador de coristas,
cayó por fin en el cebo
de una artera periodista,
divorciada y con más mañas
que la puta Celestina;
pero falló en la preñez
por seguir la dinastía
pues en lugar de un varón
paría niña tras niña.

Pero empiezan los problemas
y la cosa se complica
por culpa de estos gañanes
que, de nobleza, ni pizca.

El noble rancio de Soria,
bermudas y en zapatillas,
paseaba por Serrano
cual jocunda modistilla;
circulaba en patinete
con ignorante osadía
saltándose a la torera
direcciones prohibidas

Y el Borbón mandó parar,
se acabó la algarabía,
suspendió la convivencia
y se cargó una familia.

El chico del balonmano,
modelo de deportistas,
se convirtió en un truhán,
en un vulgar chantajista
que, siendo duque de Palma,
tuvo la necia osadía
de estafar unos millones
en tan reputada isla.

Y el Borbón mandó parar,
porque al duque sugería
que se marchase del reino
a ocultar sus fechorías.
La justicia que no es lerda,
apeló a su señoría,
y es fácil que al señorito
le caigan ciento y un días.

El príncipe mientras tanto
afronta esta travesía
sin saber que el gran patrón
prepara una felonía.

Sin encomendarse a nadie
se ha ido de cacería
a la sabana africana,
solito y sin la Sofía,
sabiendo que a la llegada
le esperaba mis Corina,
rubia y jacarandosa,
cortesana la más fina.

A la mañana siguiente
salieron de cacería,
cacería de elefantes,
que es una cosa muy fina.
Parece ser que cobraron
colmillos de gran valía,
y a celebrarlo montaron
una generosa orgía.

El Borbón de las narices
como un cosaco bebía,
y apañó tan regia trompa
que salió con alegría
no a por rudos elefantes
sino a trincarse a Corina
que lo esperaba anhelante
tras las leves celosías
del bungalow colindante.

Como al pendejo le ardía
la cosa entre la entrepierna,
pensando que ya subía
al catre de aquella fiera,
aceleró por la prisa
y tropezó en un tablón
y tropezó de tal guisa
que se crujió la cadera
y se le aflojó la picha.

Al monarca, trastornado,
llevan a la enfermería,
y al ver que es cosa muy seria
llaman a Cancillería
para repatriar al bobo
y salvar la Monarquía.

Corina, desconsolada,
triste, sola y compungida,
se consoló con un negro,
muy bien armado y sin prisas.
Mientras, la consorte griega
celebra Pascua Florida
blasfemando porque el Rey
la cuernea con Corina.

Esta es la historia,señores,
del reino de Picardía,
donde los nobles y reyes
ejercen con alegría
un papel desvergonzado,
las más torpes tropelía
mientras el pueblo sue jode
y no le encuentra salida
a los más duros problemas
de su aperreada vida.


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