Un lector manda este poema sobre la monarquía al periódico de Guadalajara, Nueva Alcarria, en la sección de “Cartas al Director”. Se dice que al personaje que lo publicó, un tal, Pedrito, le cayó un apercibimiento y suspensión de empleo y sueldo. Que se trata del nieto del fundador del periódico.
Que la casa
real llamó no se sabe muy bien si al “señor” Félix Abánades o al Grupo
Rayet para pedir explicaciones por semejante publicación en el periódico...
Pero el hecho es que ya ha salido publicado en numerosos webs con el consejo de
leerlo y la advertencia de que la lectura del poema no lleva mucho tiempo y
tiene mucha miga.
Recomendamos igualmente leer el libro “La monarquía inútil” (Ed. Rambla) del periodista y escritor Enrique de Diego, quien plantea, desde la lucidez y la responsabilidad, que no hay otra vía, para que la sociedad española sobreviva, que marchar con urgencia hacia la República presidencialista. Otro libro importante en este tema es el de Rafael Borras “El rey de los cruzados, Juan Carlos I y la monarquía prodigiosa”, en Editorial Flor del Viento. El poema sobre la monarquía que aludíamos al principio dice así:
Recomendamos igualmente leer el libro “La monarquía inútil” (Ed. Rambla) del periodista y escritor Enrique de Diego, quien plantea, desde la lucidez y la responsabilidad, que no hay otra vía, para que la sociedad española sobreviva, que marchar con urgencia hacia la República presidencialista. Otro libro importante en este tema es el de Rafael Borras “El rey de los cruzados, Juan Carlos I y la monarquía prodigiosa”, en Editorial Flor del Viento. El poema sobre la monarquía que aludíamos al principio dice así:
Poema
En un anciano
País
existió una
monarquía
que comenzó en
democracia
y terminó en
anarquía.
En aquel reino
reinaba
una curiosa
familia:
un Borbón de
nuevo cuño
y una griega
algo engreída
que engendraron
dos princesas
y un príncipe
en demasía
por cumplir con
la ley Sálica
La cosa empezó
a torcerse
con las bodas
de las hijas,
algo ligeras de
cascos
y de moral
distraída.
La mayor, que
era algo lela,
pasó por la
vicaría
con un noble
también lelo
en la ciudad de
Sevilla.
Al poco tiempo
parió
un querubín de
revista
que devino en
gamberrete
con escasa
puntería.
La segunda,
buena jaca,
se cameló a un
deportista,
que dejó a su
antigua novia
y se encoñó con
la niña.
De jaca pasó a
coneja
y cada año
paría
urdangarines de
pro,
chupones de
dinastía.
Y el principito
heredero,
cortejador de
coristas,
cayó por fin en
el cebo
de una artera
periodista,
divorciada y
con más mañas
que la puta
Celestina;
pero falló en
la preñez
por seguir la
dinastía
pues en lugar
de un varón
paría niña tras
niña.
Pero empiezan
los problemas
y la cosa se
complica
por culpa de
estos gañanes
que, de
nobleza, ni pizca.
El noble rancio
de Soria,
bermudas y en
zapatillas,
paseaba por
Serrano
cual jocunda
modistilla;
circulaba en
patinete
con ignorante
osadía
saltándose a la
torera
direcciones
prohibidas
Y el Borbón
mandó parar,
se acabó la
algarabía,
suspendió la
convivencia
y se cargó una
familia.
El chico del
balonmano,
modelo de
deportistas,
se convirtió en
un truhán,
en un vulgar
chantajista
que, siendo
duque de Palma,
tuvo la necia
osadía
de estafar unos
millones
en tan reputada
isla.
Y el Borbón
mandó parar,
porque al duque
sugería
que se marchase
del reino
a ocultar sus
fechorías.
La justicia que
no es lerda,
apeló a su
señoría,
y es fácil que
al señorito
le caigan
ciento y un días.
El príncipe
mientras tanto
afronta esta
travesía
sin saber que
el gran patrón
prepara una
felonía.
Sin
encomendarse a nadie
se ha ido de
cacería
a la sabana
africana,
solito y sin la
Sofía,
sabiendo que a
la llegada
le esperaba mis
Corina,
rubia y jacarandosa,
cortesana la
más fina.
A la mañana
siguiente
salieron de
cacería,
cacería de
elefantes,
que es una cosa
muy fina.
Parece ser que
cobraron
colmillos de
gran valía,
y a celebrarlo
montaron
una generosa
orgía.
El Borbón de
las narices
como un cosaco
bebía,
y apañó tan
regia trompa
que salió con
alegría
no a por rudos
elefantes
sino a
trincarse a Corina
que lo esperaba
anhelante
tras las leves
celosías
Como al pendejo
le ardía
la cosa entre
la entrepierna,
pensando que ya
subía
al catre de
aquella fiera,
aceleró por la
prisa
y tropezó en un
tablón
y tropezó de
tal guisa
que se crujió
la cadera
y se le aflojó
la picha.
Al monarca,
trastornado,
llevan a la
enfermería,
y al ver que es
cosa muy seria
llaman a
Cancillería
para repatriar
al bobo
y salvar la
Monarquía.
Corina,
desconsolada,
triste, sola y
compungida,
se consoló con
un negro,
muy bien armado
y sin prisas.
Mientras, la
consorte griega
celebra Pascua
Florida
blasfemando
porque el Rey
la cuernea con
Corina.
Esta es la
historia,señores,
del reino de
Picardía,
donde los
nobles y reyes
ejercen con
alegría
un papel
desvergonzado,
las más torpes
tropelía
mientras el
pueblo sue jode
y no le
encuentra salida
a los más duros
problemas
de su aperreada
vida.
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