Carta abierta a Alfredo Pérez Rubalcaba
Recordábamos que quizá hayas sido el
político más vejado y más calumniado. Suerte tuvieron, tú no eras como ellos y
callaste. Recibiste demasiados insultos y nunca el homenaje que te merecías
SER
Querido Alfredo:
Tú eras el político y yo el periodista cuando nos enzarzábamos en sonoras
broncas, tú hurtando el cuerpo para no contar determinadas cosas bajo tu mando,
y yo insistiendo para saberlas. Años después pasamos juntos varias horas para
elaborar el documental y el libro El fin de
ETA. Seguíamos en nuestras trincheras, pero ya se sabe que el roce tiene
algunas consecuencias. Recordábamos, por
ejemplo, que quizá hayas sido el político más vejado y más calumniado,
como este Ojo recogió en el libro Las mil
frases más feroces de la derecha de la caverna.
Aquella jauría de
insultadores profesionales dijeron de ti cosas como las siguientes: “Risa de
hiena, piel de cordero, dentellada de lobo”; “Algunos atribuyen su éxito
profesional a su falta de descendencia”; “De una amoralidad absolutamente
escandalosa”; “Es la etiqueta de Anís del Mono”; “Ha contribuido de modo
decisivo a que España sea uno de los países más salvajes de Occidente";
“Desprecia a las víctimas del terrorismo”, o “Rastrero, repulsivo, reptil”. A tal
potaje se sumó gustoso el PP, con una campaña inmunda que duró años, con
algunos de sus mamporreros, recordemos a Ignacio Cosidó en lugar destacado,
encelados en la infamia, mientras tú luchabas para acabar con ETA. Suerte tuvieron, tú no
eras como ellos y callaste. Recibiste demasiados insultos y nunca el homenaje
que te merecías.
Un beso, Pilar. Un abrazo, Alfredo.
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