20-5-2015
Público
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía Aplicada. Universidad de Barcelona
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía Aplicada. Universidad de Barcelona
Este domingo habrá elecciones a lo largo del
territorio español, las cuales pueden tener un gran impacto en el bienestar y
calidad de vida de la ciudadanía, y muy en especial de las clases populares de
este país. Podría ser el inicio de un cambio profundo que la enormemente
limitada democracia española necesita urgentemente. De ahí que el lector me
permitirá que escriba una nota personal para explicar por qué me siento en la
necesidad de escribir este artículo y de explicitar mi apoyo a una formación
política.
Procedo de una familia republicana, represaliada por
la dictadura, habiendo participado en la resistencia antifascista, primero
dentro y, más tarde, fuera de España, cuando inicié mi exilio en 1962, que
terminó al integrarme de nuevo en la vida académica de este país, tras trabajar
en Suecia, Reino Unido y EEUU. Una de las impresiones más negativas que saqué cuando
volví del exilio fue la percepción generalizada, promovida por el establishment
político-mediático del país, de que el Estado español había vivido una
Transición, presentada como modélica, de una dictadura ultraderechista a una
democracia que se consideraba homologable a cualquier otra democracia europea.
Escribí un libro, Bienestar
insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país, en el que critiqué esta versión
idealizada de la Transición, libro que originó una gran animosidad por parte de
los diseñadores de la sabiduría convencional del país, reproducida en los
grandes medios de información y persuasión, principales promotores de la
supuesta ejemplaridad de la Transición. Tal libro causó la pérdida de la
amistad de algunos protagonistas de la Transición (que conocía del tiempo de la
clandestinidad), que se sintieron molestos, lo cual lamenté profundamente.
En realidad, mi crítica no era, en aquel momento,
hacia cómo se había hecho la Transición, pues era probable que no hubiera
habido otra manera de hacerla. Pero lo que criticaba era la definición que
habían hecho de aquel proceso, presentándolo como modélico, cuando era obvio
que no lo había sido, puesto que era resultado de un proceso enormemente
desequilibrado, en el que en un lado estaban las derechas, controlando todos
los aparatos del Estado y los mayores medios de información, y en el otro lado
las izquierdas, que habían liderado las fuerzas democráticas y que acababan de
salir de la clandestinidad, o de la cárcel o de volver del exilio. Es imposible
que el producto de dicho desequilibro fuera un proceso modélico, que
determinara un producto ejemplar. En mi libro documenté las enormes
limitaciones de la democracia española, y las grandes insuficiencias de su
Estado del Bienestar, uno de los más retrasados de Europa, todo ello resultado
del enorme dominio de las derechas en el proceso de Transición.
Ni que decir tiene que ocurrieron cambios sustanciales
en la época democrática (estimulados primordialmente por las izquierdas
gobernantes), sobre todo en las áreas sociales. Pero, sin minusvalorar su
importancia, todos ellos tuvieron lugar dentro de un Estado controlado
primordialmente por las derechas, que se abrió para integrar a la
socialdemocracia española, afianzando un bipartidismo gracias a una ley
electoral muy sesgada en contra de las izquierdas no gobernantes. El carácter
escasamente democrático de este Estado bipartidista, altamente influenciado por
intereses financieros y económicos, ha aparecido con plena claridad en el
momento de mayor crisis financiera y económica que este país haya visto desde
hace cuarenta años, crisis que ha mostrado con toda crudeza los mayores
defectos del sistema democrático resultado de la Transición inmodélica, muy
bien definidos por el mayor movimiento pro democracia que España haya tenido en
los últimos años. Me estoy refiriendo al movimiento 15-M. Sus eslóganes “no nos
representan”, “lo llaman democracia pero no lo es” o “no hay pan para tanto
chorizo” llegaron a ser altamente populares, y muy en especial entre las clases
populares. Saludé con gran alegría el surgimiento de dicho movimiento y me
honra el haber colaborado activamente con él.
La gran esperanza creada por el 15-M
La dureza de las políticas públicas de austeridad
llevadas a cabo por el establishment político (y promovidas por el
establishment mediático), instrumentalizado por los establishments financieros
y económicos, era justificada bajo el argumento de que no había otras políticas
alternativas posibles. Este mensaje se repetía machaconamente en los medios mil
veces al día. Pero sí que había alternativas. Juan Torres (y su discípulo
Alberto Garzón) y yo, escribimos el libro Hay
alternativas. Propuestas
para crear empleo y bienestar social en España, mostrando con datos que sí
que había alternativas. El Sr. Zapatero habría conseguido más dinero
manteniendo el impuesto de patrimonio (2.100 millones de euros) o revirtiendo
las rebajas del impuesto de sucesiones (2.552 millones), que congelando las
pensiones (1.200 millones), como hizo. Y más tarde, el Sr. Rajoy habría
conseguido casi el mismo dinero (5.300 millones de euros) revirtiendo la bajada
del impuesto de sociedades de las grandes empresas que facturan más de 150
millones de euros al año (que representan el 0,12% de todas las empresas) que
recortando 6.000 millones de la sanidad pública española.
Me alegró enormemente ver que el 15-M cogió nuestro
libro como su punto de referencia, mostrándolo en sus manifestaciones. Tengo en
mi despacho enmarcada una fotografía que apareció en El País en la que aparecen manifestantes del
15-M en la Puerta del Sol en Madrid enarbolando nuestro libro Hay alternativas. Fue el 15-M
el que claramente mostró en España la farsa de que no había alternativas. Las
políticas del Estado reflejaban la influencia ejercida sobre él por los grupos
más poderosos del país. De ahí la necesidad de que se pasara de las protestas a
las propuestas, exigiendo la democratización del escasamente democrático Estado
español. La demanda de una democracia real era y continúa siendo revolucionaria
y profundamente subversiva, amenazante para un estamento que se perpetúa en el
poder argumentando que están allí arriba, gozando de sus privilegios, como
resultado de un proceso supuestamente democrático. Mostrar la falsedad de tales
premisas era profundamente amenazante. Y la respuesta unánime del establishment
financiero, económico y de su estamento político-mediático fue la de una enorme
hostilidad y represión.
Ello se ha acentuado todavía más con la aparición de
un movimiento político de claro rechazo hacia este establishment (definido como
casta), que ha sido canalizado por un nuevo partido, Podemos. Este movimiento
de rechazo, no es solo hacia las políticas de austeridad, sino también hacia
este Estado, fruto de la Transición inmodélica, rechazo consecuencia de su
limitadísima democracia. Este rechazo alarmó al establishment financiero,
económico, político y mediático del país, alcanzando su máxima hostilidad al
aparecer propuestas que claramente amenazaban la reproducción de su poder. El
hecho de que en poco más de un año este movimiento haya alcanzado la extensión
y profundidad que tiene ahora es un ejemplo de este enorme rechazo popular, el
cual se canaliza, de momento, a través del partido Podemos. Es de desear que
tal partido esté a la altura del momento histórico que vivimos. Que haya otras
fuerzas políticas –como IU- que hayan realizado una labor muy positiva, es de
justicia señalarlo y aplaudirlo, y deseo con toda intensidad que crezcan y se
sumen a este movimiento general que IU tanto ha hecho para generar su
aparición.
Pero es obvio que el partido que hoy canaliza mayor
hostilidad por parte de la estructura de poder es Podemos. Como bien indicó el
banquero de España, el Sr. Botín, veía a Podemos como un peligro para su España.
El nivel de agresividad ha sido y continúa siendo enorme. He vivido en muchos
países y nunca había visto tanta agresividad contra un partido político. Hoy,
Podemos es percibido no como el adversario, sino como el enemigo número uno de
los establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos, al cual hay
que destruir, sin ningún freno para alcanzar este objetivo. He sufrido en carne
propia tal hostilidad. Presentándome como el gurú económico de Podemos (junto
con el Profesor Juan Torres), he recibido una enorme agresividad sin paralelo
en los otros países donde he vivido y asesorado a partidos progresistas. En
esta hostilidad, todas las derechas en España, incluyendo Catalunya, han
manipulado y mentido a diestro y siniestro, indicando que Podemos quiere traer
a España el modelo venezolano. PP, Ciudadanos, CDC y Unió Democrática, todos
ellos repiten diariamente que Podemos traerá la revolución venezolana al país,
sabiendo que están mintiendo, pues cualquier observador mínimamente objetivo
puede ver que las propuestas que tal partido ha estado haciendo son de clara
sensibilidad socialdemócrata, iguales que las que hacían los partidos que se
autodefinen como tales, antes de que se convirtieran al liberalismo.
¿Dónde está la moderación?
Esta es una nueva crítica (un tanto sorprendente, pues
de ser cierto, el establishment económico-político debería celebrarlo, cuando
parece ser todo lo contrario) facilitada por declaraciones malinterpretadas de
algunos de sus dirigentes. Tal acusación es que Podemos se está moderando, lo
cual parecería indicar que antes eran muy radicales y ahora lo son menos.
Veamos, pues, este antes y después.
El primer programa económico que Podemos distribuyó
fue el escrito por el Profesor Juan Torres y yo, titulado Democratizar la economía para
salir de la crisis mejorando la equidad, el bienestar y la calidad de vida. Una
propuesta de debate para solucionar los problemas de la economía española,
distribuido por Podemos bajo el título “Un proyecto económico para la gente”.
En él, el profesor Juan Torres y yo sugeríamos las líneas generales de una
estrategia económica de cambio, con muchas propuestas, documento que inició un
debate dentro de Podemos. El segundo documento económico presentado por Podemos
es el preparado para las elecciones municipales y autonómicas, cuyas
recomendaciones encajan perfectamente con aquel documento anterior. ¿Dónde está
la moderación? No son ni más radicales ni más moderadas. Son, ni más ni menos,
que el sentido común aplicado al desarrollo de políticas progresistas que
conjuguen equidad con eficiencia económica. Sus propuestas se han aplicado
exitosamente en otros países. Que se consideren “extremistas” por la derecha
española habla más del profundo conservadurismo de las derechas y del nuevo
“modernizado” socialismo, que de Podemos.
Si, por otra parte, moderación se entiende que ha
ocurrido en el cambio de su programa en las elecciones europeas, en comparación
con el desarrollado para las elecciones españolas, se olvida maliciosamente que
unas propuestas para Europa pueden ser distintas –ni más radicales, ni más
moderadas- que las propuestas para España. España está mucho más retrasada que
el promedio de la UE, y, por lo tanto, las propuestas para España pueden ser
diferentes que si se hacen para Europa. ¿Dónde está, de nuevo, la moderación?
Las propuestas de Podemos son reformistas, y en su desarrollo empoderarían
enormemente a las clases populares, permitiéndoles exigir más y más, lo que
permitiría una democratización profunda de todas las esferas de la sociedad,
incluyendo las económicas.
Soy consciente de la crítica procedente de fuerzas que
se autodefinen como revolucionarias, las cuales, estancadas en su visión de que
el cambio ocurrirá con la toma del Palacio de Invierno el año A, día D, hora H,
no se dan cuenta de que el proyecto de alcanzar una sociedad en la que “a cada
uno según su necesidad, de cada uno según su habilidad” se construye o destruye
cada día, empoderando o debilitando a las clases populares en su camino hacia
una sociedad más justa y más democrática.
Desdeñar el Estado del Bienestar como una trampa para
coaptar a la clase trabajadora y/o humanizar al capitalismo (u otras
frivolidades por el estilo), ignora que cada conquista social ha sido resultado
de una enorme lucha, con sangre, sudor y lágrimas, para ir acumulando derechos
que refuerzan a esas clases populares. En realidad, las políticas neoliberales
tienen como objetivo debilitar a las clases populares, diluyendo, cuando no
eliminando, tales conquistas sociales. En muchas ocasiones el discurso
fundamentalista está haciendo el juego al mundo de la gran patronal. Lo que hoy
España necesita es que la población se empodere para poder alcanzar el
bienestar que se merece.
Una última observación. El apoyo a Podemos no puede ni
debe ser excluyente. De ahí que apoye la confluencia de Podemos en Barcelona
con otras fuerzas políticas en una coalición (Barcelona en Comú) que ha
significado un terremoto político en tal ciudad. Aplaudo la confluencia que,
espero, termine con uno de los problemas mayores que han tenido las fuerzas
progresistas en España: su atomización. De ahí que sean necesarias estas
alianzas, dentro de un programa suficientemente ambicioso, para movilizar a las
clases populares. Ello requiere una cultura contestataria, profundamente
democrática y solidaria en su vocación, que Podemos ha iniciado, y que ha
radicalizado la vida política del país. Esta es, pues, la razón por la cual yo
apoyaré este domingo a Podemos.
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